El mensaje de Milei, que muchos esperaban fuese transformador, terminó percibiéndose como superficial. Su estilo confrontativo y su crítica feroz a la «casta política» generaron ruido. Pero señalar los errores del pasado no alcanza para transformar el presente.
«La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Entonces, ¿para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar», escribió Eduardo Galeano. Esta reflexión captura el dilema que enfrenta hoy Argentina: la búsqueda incesante de un ideal que, por más que intentemos alcanzar, siempre parece escaparse. Pero la pregunta inevitable es: ¿Esa utopía nos está llevando a algún lugar, o solo a dar vueltas en círculos?
Argentina, a lo largo de su historia, ha sido el país de las promesas inagotables. Los recursos abundantes y los discursos que hablaban de prosperidad sin fin alimentaron la esperanza de que éramos la «nueva potencia mundial» en ciernes. Sin embargo, la realidad actual nos enfrenta a una encrucijada: ¿debemos conformarnos con las fórmulas de siempre, disfrazadas con nuevos rostros y nombres, o es hora de apostar por un proyecto de modernización real, uno que transforme profundamente nuestras estructuras?
El reciente lanzamiento de La Libertad Avanza, el partido liderado por Javier Milei, buscaba consolidar ese tan ansiado proyecto de cambio. No obstante, su discurso y el contexto en el que se desarrolló, dejó un sabor a poco, en muchos de los que lo observaban con expectativa. La Libertad Avanza utilizó las mismas herramientas que critica de la «casta política». Y es que, en Argentina, la política ha tenido siempre un carácter dramático, moldeado por figuras fuertes y carismáticas que terminan, muchas veces, repitiendo las mismas fórmulas.
Pero lo que resulta aún más inquietante es la sensación de nepotismo que permea la escena política: hoy hay dos Milei, como hubo dos Kirchner, o dos Perón. No es solo un asunto de nombres o herencias políticas, sino de cómo estas figuras parecen reproducirse bajo diferentes máscaras, perpetuándose en el poder familiar. Un juego de espejos que confunde y asusta como también el juego del panquequismo, panqueque partidario, panqueque ideológico, panqueque de gestión, todos escuchando y aplaudiendo debajo y en las tribunas «Estos son mis principios; si no les gustan, tengo otros” (Frase atribuida al gran Groucho Marx)
El mensaje de Milei, que muchos esperaban fuese transformador, terminó percibiéndose como superficial. Su estilo confrontativo y su crítica feroz a la «casta política» generaron ruido. Señalar los errores del pasado no alcanza para transformar el presente.
Las utopías, como las de Galeano, nos impulsan a avanzar. Pero, en nuestro país, parece que nos hemos acostumbrado a caminar en círculos, persiguiendo horizontes difusos que nunca alcanzamos.
La pobreza estructural, la desnutrición infantil, la falta de acceso a una educación de calidad, un sistema de salud al borde del colapso, y una población jubilada que vive en condiciones indignas son problemas que no se resolverán con eslóganes. La crisis es profunda, pero más preocupante aún es la pasividad de una sociedad que parece haber entregado su destino a la espera de un milagro que no se percibe
Mientras tanto, los políticos siguen enfrascados en confrontaciones mediáticas que distraen de lo esencial
Si La Libertad Avanza no ofrece soluciones realistas, corre el riesgo de convertirse en otra promesa vacía que nos llevará a caminar sin rumbo.
Como dijo Galeano, la utopía nos impulsa a caminar. Pero en Argentina, el desafío es encontrar un camino claro hacia el cual dirigirnos. Si no sabemos hacia dónde estamos caminando, esa marcha carece de sentido. En un país donde millones enfrentan la incertidumbre de un futuro mejor, caminar sin rumbo ya no es una opción.
Eduardo Reina…