En la Francia del siglo XVIII se llevó a cabo una de las revoluciones mas importantes de la historia, que usted lector seguramente habrá leído en secundaria o habrá visto un video o porque no, habrá visto la película estrenada el año pasado, llamada “Napoleón”. De igual manera, para entrar un poco en contexto, podemos decir que la revolución francesa marcó un antes y un después en las formas de gobernar. El poder indiscutido del monarca dejó de existir, gran parte de la sociedad salió a las calles con la intención de borrar del mapa a todo aquel que mencione la palabra rey o noble, miles de persona relacionadas a la corona fueron guillotinadas y fue aquí donde se confirma el fin de la relación estrecha entre el poder político y la iglesia católica. Podemos decir que aquí nace la frase que lleva como título esta flamante columna.
Sin embargo, durante un largo tiempo, la iglesia católica no tenia un estado conformado, recién en el año 1929, cuando Italia era una monarquía y el creador del fascismo, Benito Mussolini gobernaba, el Vaticano fue declarado un Estado Soberano. Si, así como usted lee, uno de los estados más importantes para el mundo católico, fue legalmente establecido por un gobierno antidemocrático y de tipo monárquico.
Sin embargo, las controversias del Vaticano estaban lejos de culminar ahí, ya que, en los primeros años en los que estalló la segunda guerra mundial, se declaró estado “neutral”, y llegó a abstenerse de firmar una declaración conjunta de las fuerzas aliadas, en las cual se condenaba el exterminio de los judíos. Si bien luego de esto, la iglesia trató de reivindicarse, muchos sostienen que fue demasiado tarde ya que la barbarie había sido concretada.
Décadas pasaron y la “neutralidad” del Vaticano continuó vigente, haciendo supuestamente lo imposible para no involucrarse en los asuntos de otros estados hasta que llegó el Papa Juan Pablo II, que, con mucha justicia, años después fue santificado. Este Papa se involucró de lleno en varios conflictos, inclusive en nuestro país cuando sucedió el conflicto del canal del Beagle (disputa bilateral con Chile por una cuestión territorial). Si bien ambos países eran gobernados por fuerzas militares, muy lejos de ser democráticos, eran fuertemente conservadores, esto fue una ventaja para el Papa ya que, con una influencia tan alta en ambas sociedades, ambos gobiernos tuvieron que bajar las armas para levantar la lapicera y terminar el conflicto. Este simplemente fue uno de los múltiples hechos que tuvieron como protagonista al Sumo Pontificie de la iglesia católica, ya que también fue un actor clave en la caída del muro de Berlín. Sin embargo, esta participación tan activa le valió de múltiples enemigos, esto derivó a un intento de asesinato en 1981, llevado a cabo por Mehmet Ali Ağca miembro de una antigua organización paramilitar turca llamada “lobos grises” y que, según se rumoreaba en aquella época, era financiada por la mismísima Unión Soviética. Ya en pleno siglo XXI, San Juan Pablo II pasó a mejor vida, y desde la fecha, el mundo católico lo extraña en demasía.
Ya en el año 2013, fue electo como Sumo Pontífice y líder del mundo católico, el cardenal Jorge Bergoglio, que, al momento de ser electo, eligió el nombre Francisco, en honor a San Francisco de Asís, y así comenzaba la era del primer Papa de la orden Jesuita. Con la austeridad como bandera, el papa Francisco comenzó su periodo de papado, un papado que en principio gran parte de los argentinos considerábamos sería esclarecedora y reconfortante, sin embargo, varias de sus acciones caerían como baldazos de agua fría.
En sus comienzos en el Papado, todo el aparato kirchnerista salió a defenestrar la elección de Francisco como Papa, acusándolo de ser cómplice de gobiernos militares, mostrando desprecio por su figura, además de agraviarlo en todos los canales adeptos a la pauta kirchnerista. Paradójicamente de la noche a la mañana, todo cambio. La presidente (en aquel entonces) Cristina Fernández de Kirchner, enemistada con el ex Cardenal Bergoglio y a partir de ese momento Sumo Pontífice, cambio rotundamente su discurso y comenzó a “adorar” al Santo Padre. Inclusive fue una de las primeras mandatarias en ir a felicitarlo, llevándole un mate (si, como lo lee, una presidente argentina regalándole un mate al Papa electo, que también es argentino). A partir de ese momento, comenzó el idilio impensado e inentendible del Papa con el kirchnerismo-peronismo.
El Santo Padre comenzó a mostrar un perfil totalmente desconocido para muchos y criticados por otros, en los cuales se lo veía saludando a figuras que en numerosos pueblos son sinónimo de corrupción, decadencia y horror. Además, lejos de condenar horrores como la represión, persecución, torturas y asesinatos llevados a cabo en Venezuela, se limitó a realizar “llamados a la paz” y a aconsejarles a los manifestantes “a no colocarse frente a las tanquetas”, mostrando una respuesta tan laxa, carente de contundencia, no causó más que desilusión en muchos católicos que esperaban palabras alentadoras del Sumo Pontífice. Algo similar sucedió recientemente con los secuestros perpetrados en Israel, en las cuales el Papa condenó mas la respuesta del gobierno israelí que los secuestros que generaron la ofensiva militar.
Sin embargo y como hice alusión, el Sumo Pontífice cuenta con una especie de indignación selectiva ya que, así como en varios casos se limita a realizar escuetas declaraciones, en otras descarga su más enérgico repudio, y nuestro país, más que una excepción es casi una regla. Tal como describí mas arriba, el idilio con el kirchnerismo sigue muy vigente, no solamente se limitó a recibir a la expresidente, recibió a varios lideres sindicales y sociales cuyo prontuario puede ser digno de una película o serie al estilo “Casino” o “Los Soprano” (mas fino no lo voy a poder hacer), y lógicamente, con una sonrisa de par en par. Ahora, cuando se trata de gobiernos no kirchneristas, comienza la discordia. Ya cuando el expresidente Mauricio Macri fue en una visita oficial, el Papa mostró un semblante digno de una foto carnet para el documento, y sus críticas, asi como también la de sus representantes católicos en el país fueron durísimas, cosa que no está para nada mal por supuesto, pero, lo que nos lleva a preguntarnos a nosotros mismos; ahora sí, ¿pero a los anteriores no?…
Pregunta que podemos traer a la fecha, ya que, luego de que el Sumo Pontífice reciba a Juan Grabois, fiel soldado de la expresidente Cristina Fernández, lidere de organizaciones sociales que continúan siendo investigadas en múltiples causas pero que llamativamente es uno de sus “protegidos”, saliera a declarar que “el gobierno tiene dinero para el gas pimienta pero no para otras necesidades”. Una vez mas el Papa criticando un gobierno no Kirchnerista, en llamativas circunstancias. Además de la primera pregunta, podemos hacer las siguientes; ¿qué sucedió con la no injerencia en cuestiones de otros estados?; Porque tanta preferencia por personas sospechadas e imputadas en causas tan nauseabundas como lo son los actos de corrupción, lavado de dinero, tráfico de influencias y muchas más? Dudo que obtengamos las respuestas.
Al final de cuentas, tal vez la respuesta a todas estas cuestiones tenga que ver con que todos nos merecemos el perdón de Dios, y que la obligación de la Iglesia es asistir a las ovejas descarriadas. Lo cierto es que lo mencionado más arriba, indica un claro desinterés que existe en lo que respecta a la justicia social ya que las causas enumeradas por las cuales estos nefastos visitantes frecuentes del Papa se encuentran investigados, imputados y procesados han sido la causa de la trágica realidad social, política y económica que atraviesa la República Argentina y al recibirlos con tanta sonrisa o enviarles rosarios o cartas a dirigentes condenados como Milagros Sala que según testimonios, fue capaz inclusive de torturar personas, solo causa mayor desilusión y desesperanza en aquellos que todavía creen en la Santa Iglesia Católica.
Matías Lezcano…