Hoy, 18 de abril, se conmemora el 68º aniversario de la muerte de Albert Einstein, el físico revolucionario cuyas teorías cambiaron para siempre nuestra percepción del universo. Nacido el 14 de marzo de 1879 en Ulm, Alemania, Einstein dejó un legado indeleble en la ciencia y la humanidad.
El genio de la relatividad
La obra más famosa de Einstein, la teoría de la relatividad, abarca tanto la relatividad especial como la general. Su ecuación E=mc², derivada de la teoría de la relatividad especial, estableció la equivalencia entre masa y energía. Por otro lado, su teoría de la relatividad general proporcionó una nueva comprensión de la gravedad como curvatura del espacio-tiempo causada por la masa.
Estas teorías tuvieron implicaciones profundas en la cosmología moderna, moldeando nuestro conocimiento sobre agujeros negros, ondas gravitacionales y la expansión del universo.
A pesar de su inicial incomodidad con algunos aspectos de la mecánica cuántica, Einstein sentó las bases para el desarrollo de la teoría cuántica de campos y el modelo estándar de física de partículas. En 1921, recibió el Premio Nobel de Física por su explicación del efecto fotoeléctrico, demostrando que la luz tiene propiedades tanto de onda como de partícula.
El hombre detrás del genio
En abril de 1955, poco antes de su muerte, Einstein fue operado de un aneurisma de aorta abdominal. A pesar de su dolor físico, mantuvo la serenidad y expresó: “Quiero irme cuando quiero. Es de mal gusto prolongar artificialmente la vida. Hice mi parte. Es hora de irse. Y lo haré con elegancia”. Sus hijos lo encontraron desfigurado por el dolor, pero su mente seguía activa y curiosa.
Aunque Einstein deseaba ser cremado, su cerebro permaneció intacto. El patólogo Thomas Harvey se apropió de él durante la autopsia, guardándolo en un recipiente de formol sin que la familia lo supiera. Así, el cerebro de Einstein se convirtió en un enigma científico y cultural.