¡Bienvenido al debate ideológico! No lo buscamos, pero no lo debemos evitar.
La idea no es augurar el fin de la ideología, ni mucho menos, castigar/desprestigiar a los “borocotó”. Tampoco hacer denuncias vanas al calor del año electoral, pero la praxis política actual devino en el individualismo libertario y trasfigurismo ideológico.
En la política siempre existió un fenómeno político que muchos apodaron “borocotó”. En los últimos años este proceso se asentó aún más con la “transversalidad”. Convengamos que el salto de políticos de un sector a otro no es una práctica novedosa. Pero lo que resulta más habitual es que uno o más dirigentes rompan con un partido y terminan formando otra entidad.
Tanto como la vida, la muerte o la sociedad, la política sufre constantemente de cambios y si bien perdura de edad en edad, no deja de alterarse. En los individuos esto también ocurre, la realidad va dilatando ideas y construyendo nuevas.
La lengua española dispone de la oración cambió de chaqueta o de la palabra chaquetero que no son términos halagadores a quienes se les aplica porque van asociados al oportunismo y al aprovechamiento. Pero nadie habla de los hipócritas con convicciones.
La conversión ideológica es sospechosa porque no siempre corresponde a genuinas alteraciones de credos o de posiciones políticas.
Pero la vara de la conversión ideológica únicamente se ataca cuando el transfuguismo es externo. Internamente se acepta cualquier acción política o conversión, siempre y cuando respetes el status quo partidario.
Bajo el argumento de la ética partidaria y la organicidad, se va consintiendo cualquier librepensamiento dentro de sus filas. Y lo que aún es peor, van corriendo la línea de la conducta hasta límites impensados. Los militantes o dirigentes que se olvidan de la ideología que los inspiró desembocan en una pura relación cínica con el Poder.
Los partidos tradicionales sin programas políticos atractivos van perdiendo poder. Sus militantes van quedando sin respuestas hacia una sociedad cada día más exigente y cansada de que no se generen soluciones a su realidad.
Olas de cambios ideológicos se dieron en las últimas elecciones a presidente en nuestro país, que personas con fuertes lazos ideológicos con los partidos tradicionales, decidieron dejar sus convicciones, votar un modelo individualista y desolador para el estado.
Este cambio político moderno, susceptible de un análisis más desideologizado, donde un proyecto político es siempre dependiente de sus resultados, de sus posibles efectos transformadores y de las motivaciones de sus seguidores, hace imposible las fidelidades extremas.
Los hipócritas con convicciones son los últimos en apagar la luz
Dejaron manosear tanto las instituciones partidarias, por no hablar de las instituciones colectivas, que se sienten con la conciencia intranquila y necesitan reivindicar sus acciones, tratando de reavivar las cenizas de la vieja gloria.
Mientras por otro lado, crecen las necesidades y continúa el pedido de respuesta de una sociedad que requiere soluciones. Creo, sin miedo a equivocarme, este es el momento de dejar de lado los vanos debates en torno de las infidelidades ideológicas y buscar una propuesta transformadora.
Necesitamos menos hipócritas con convicciones. Subvertir a la política desde lo “en común”, un espacio donde los ciudadanos detentan el anudamiento del lazo social más allá de la interioridad y exterioridad de la ideología de pertenencia.
En líneas generales, la trasformación debe estar en la esencia de la política y esta, al servicio de resolver los problemas de las polis. Dejar de lado los trasfondos ideológicos, las grietas, para converger en en un plan de acción que fortalezca el bien común.
Martín Lozina…