El miércoles 5 de marzo comenzará el tiempo cuaresmal con la celebración del Miércoles de Ceniza. En Posadas, el obispo presidirá la Santa Misa a las 20 en la Iglesia Catedral San José, y en ese contexto, compartió su carta cuaresmal para este año.
Compartimos la Carta completa:
“LA FE Y LOS OTROS”
Queridos hermanos y hermanas:
Iniciamos este tiempo cuaresmal como tiempo de gracia y penitencia que nos prepara para celebrar la Pascua, el misterio central de nuestra fe. Lo hacemos en un año jubilar de gracia donde nos disponemos a vivir la misericordia de Dios y nuestra conversión buscando ser puentes de su infinito amor para nuestros hermanos.
En la liturgia que iremos celebrando en este tiempo cuaresmal seremos invitados a “volver a Dios”, a convertirnos y creer en la Buena Noticia que nos anuncia que el Reino de Dios está entre nosotros. Nuestra fe centrada en la persona de Jesucristo el Señor de quien queremos ser discípulos y misioneros, nos lleva a revisar nuestra vida y espiritualidad a la luz del seguimiento de Aquel que se hizo uno de nosotros para salvarnos y revelarse. Nuestra fe en Cristo el Señor nos lleva a comprender que nuestra vida está cargada de sentido y que todos los bautizados tenemos una vocación y misión.
En la Pascua celebramos el misterio del amor de Dios, de un Dios cercano que se hizo hombre y que por nosotros murió y resucitó. En el misterio Pascual nos constituimos en hijos de Dios. En estas varias semanas de cuaresma nos disponemos sobre todo desde la espiritualidad litúrgica a prepararnos para renovar nuestra fe, esperanza y caridad.
Al escribir esta carta, como Obispo y Pastor de nuestra diócesis, deseo que este tiempo litúrgico cuaresmal nos permita volver a Dios y realizar desde su gracia un profundo examen de conciencia que nos permita potenciar todo lo bueno de nuestra vida cristiana y, a la vez, convertirnos de todo aquello que nos aleja de Dios: nuestros pecados y omisiones, o bien, nuestras fragilidades y hasta nuestras adicciones que no nos permiten vivir el gozo de ser cristianos y personas de bien.
Quiero agradecer el camino evangelizador que como Pueblo de Dios en nuestra diócesis de Posadas venimos realizando. Tanta gente, laicos y consagrados, sacerdotes y diáconos, que ponen su corazón en las comunidades y en su vocación y misión. Sin embargo, en esta oportunidad cuaresmal, es bueno discernir y preguntarnos qué cosas no responden al proyecto de Dios en nuestras vidas y qué desvíos en nuestra espiritualidad nos alejan de Él, para poder hacer un auténtico camino de conversión. Quiero señalar que en la legítima búsqueda de Dios de los cristianos observo que la fe de muchos está teñida de cierto individualismo que busca la propia perfección y se olvida que la fe siempre tiene una dimensión social, eclesial y comunitaria. Muchas veces se omite algo fundamental como la conciencia de que en la matriz del encuentro con Dios debe estar necesariamente la dimensión misionera y samaritana. La experiencia de un Dios que nos ama misericordiosamente tiene que hacernos puentes del amor misericordioso de Dios hacia los otros, sobre todo los más pobres, excluidos y vulnerables. Si la adoración a Dios nos sumerge en un exclusivo “yo-tú” con Dios sin que ese encuentro lo hagamos como parte del Pueblo de Dios, sin ser parte de un «nosotros» comunitario y eclesial, sin que esa experiencia nos haga puentes, puede ensimismarnos en un camino que es diferente al discipulado cristiano.
Al señalar esto, miro con preocupación que a muchos consagrados y laicos les cuesta comprender la dimensión social y eclesial de la fe. Esto nos lleva a que nuestra fe sea una fe sin obras, sin los otros, dónde incluso nos asemejamos a los religiosos de la parábola del Buen Samaritano (cf. Lc 10,25-37), que pasaban indiferentes al lado del herido y tirado en el camino. También hoy podemos encontrar gente religiosa que mira para otro lado, a veces indiferente y muchas veces, aún peor, tornando posturas ideológicas que buscan eliminar al pobre, justificando su egoísmo aún en nombre de Dios, que, obviamente, no es el Dios que profesamos los cristianos.
También en este contexto cuaresmal y apto especialmente para realizar un buen examen de conciencia debo señalar que es importante tener en cuenta los temas ligados a la moral social a la hora de confesarnos. Muchas veces es más habitual expresar el arrepentimiento por temas ligados a la sexualidad y las relaciones personales, sobre todo familiares, que revisar la vida también desde esta dimensión social, llámese robos, coimas, malversación de fondos, daños a terceros en lo laboral, etc. Son temas que hacen a la moral social y al magisterio social de la Iglesia que surgen del mismo Evangelio y ayudan a poner en práctica nuestra fe. Quizás aquí tengamos que revisar cómo transmitimos dicha moral social en nuestra catequesis y en nuestros sistemas educativos. Lo concreto es que en una sociedad donde hay tantos que profesan ser cristianos nuestros ambientes están llenos de formas de corrupción que incluso llegan a estructurarse. Y observamos que convivimos con normalidad e indiferentes en medio de tantos pecados sociales que dañan gravemente la fraternidad humana.
Creo importante que recurramos a las enseñanzas de la Iglesia que surgen siempre de la revelación de Jesucristo el Señor. El Papa Francisco en su primera exhortación apostólica “Evangelii gaudium” nos dice el: “El kerygma tiene un contenido ineludiblemente social: en el corazón mismo del Evangelio está la vida comunitaria y el compromiso con los otros. El contenido del primer anuncio tiene una inmediata repercusión moral cuyo centro es la caridad.” (EG 177) Allí también nos dice que “leyendo las Escrituras queda por demás claro que la propuesta del Evangelio no es sólo la de una relación personal con Dios. Nuestra respuesta de amor tampoco debería entenderse como una mera suma de pequeños gestos personales dirigidos a algunos individuos necesitados, lo cual podría constituir una caridad a la carta, una serie de acciones tendientes sólo a tranquilizar la propia conciencia. La propuesta es el Reino de Dios (cf. Lc 4,43)”; se trata de amar a Dios que reina en el mundo. En la medida en que Él logre reinar entre nosotros, la vida social será ámbito de fraternidad, de justicia, de paz, de dignidad para todos. Entonces, tanto el anuncio como la experiencia cristiana tienden a provocar consecuencias sociales. Buscamos su Reino: “Busquen ante todo el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás vendrá por añadidura” (Mt 6,33- EG 180)
Será fundamental en este tiempo cuaresmal en que queremos volver a Dios y a nuestros hermanos y sobre todo a nuestros hermanos más pobres y excluidos, revisarnos desde la caridad y la justicia, si con nuestro obrar vivimos el vínculo con Dios y los hermanos. Y también el daño que podemos realizar si los perjudicamos en nuestros criterios, opciones y decisiones, o bien, si los ignoramos y miramos para otro lado como los religiosos que pasaban indiferentes en la parábola del Buen Samaritano.
Quiero recordar un gesto penitencial de conversión y de misericordia comunitaria y diocesana que hacemos cada año en el tiempo de cuaresma: la colecta que denominamos “del 1%” como aporte del total de ingresos del mes. Esto no hace referencia tanto a un porcentaje numérico sino a la consideración que con el aporte generoso que hacemos, como fruto de nuestra solidaridad, ejercemos aquello que la Iglesia practicó desde sus orígenes que es la comunión de los bienes. Con nuestro aporte que solo tiene valor espiritual cuando es fruto de la búsqueda de Dios, podemos ayudar a muchos hermanos para mejorar sus viviendas y letrinas, así como la realización de nuevas viviendas. También será posible instalar en algunos asentamientos un salón comunitario de usos múltiples, “casitas pastorales” desde donde irradiar la solidaridad, compartir la catequesis, realizar bautismos y celebrar al Señor. Durante la cuaresma y especialmente el fin de semana del 22 y 23 de marzo pondremos en ejercicio la comunión de bienes como práctica cuaresmal. El lema de la colecta es elocuente: “Una Iglesia sin caridad, no existe”, esta expresión del Papa Francisco nos interpela en decir que la caridad da consistencia a nuestra tarea evangelizadora.
Este tiempo litúrgico cuaresmal es una oportunidad para volver a Dios y revisar cómo vivimos nuestro discipulado cristiano. Seguramente hemos tenido momentos extraordinarios de gozo y encuentro con Él, con Jesucristo Señor de la historia. Pero la espiritualidad y nuestra dimensión evangelizadora, misionera y samaritana se hacen consistentes habitualmente en la cotidianidad. Incluso en las cruces y sufrimientos propios de la vida. Es en el día a día que vivimos donde se dan situaciones pequeñas, silenciosas o, a veces, muy dolorosas, ya sean nuestras o de seres queridos, que debemos vivirlas “pascualmente”. La Pascua no es una teoría, es el núcleo de nuestra fe que en la cotidianidad tendremos muchas veces que internalizar en nuestras opciones y criterios para que “muriendo”, podamos vivir.
El tiempo cuaresmal nos ayudará a revisarnos desde el amor que Dios nos tiene con la certeza de que, si volvemos a Él, nos recibirá con un abrazo de Padre como al hijo pródigo. Abrazados por su amor somos plenos y podemos ser testigos de la Pascua y de la Esperanza.
Les envío un saludo cercano como Padre y Pastor.
Miércoles de Ceniza, 5 de marzo del Año Santo 2025.
Mons. Juan Rubén Martínez, Obispo de Posadas