Argentina ha comenzado un lento y paulatino camino hacia un proceso de desregulación, muy similar al que llevó adelante Carlos Menem en su primer período de Gobierno.
En el DNU llamado “Bases para la reconstrucción Argentina” presentado en cadena nacional por el presidente, se plantea derogar más de 41 leyes y decretos completos; como también la modificación de otras tantas. Entre ellas encontramos la eliminación de la Ley de Alquileres, Ley de Góndolas, de Abastecimiento, régimen de sociedades del estado, la normativa que impide la privatización de empresas del estado, entre tantas otras.
A modo de complementar el camino de este proyecto de reformas, el presidente convocó desde hoy y hasta el 31 de enero a Sesiones Extraordinarias del Congreso para el tratamiento de otras tantas reformas que no pueden hacerse por vía de Decreto de Necesidad y Urgencia. Entre ellas el Poder Legislativo Nacional deberá discutir qué sucederá con la Ley de Impuestos a los ingresos personales, con la implementación de la Boleta Única Papel y la reforma de Funciones del estado como los temas centrales de la convocatoria.
Al igual que en los principios de la década de los 90, cuando el presidente Menem inició el proceso de reformas del Estado, con la privatización de empresas, la desregulación de la economía y el paso a la convertibilidad, comenzamos a transitar 30 años después el mismo camino que según la historia posicionó a una de las mejores presidencias que tuvo la Argentina.
Como la historia argentina misma, en aquel entonces nos encontrábamos en un proceso hiperinflacionario que llevó a la decisión de implementar un proceso de Convertibilidad impulsado por el aquel entonces ministro de Economía, Domingo Cavallo, que vino acompañado por una fuerte baja del déficit fiscal, una desregulación de la economía con la mirada puesta en la apertura al mundo y una importante reducción en el gasto público.
Como en aquel entonces el pueblo había legitimado a través del voto su decisión, con lo cual la tolerancia y el respaldo a las medidas se evidenciaron a pesar del sacrificio que debió tolerar la sociedad, que inclusive más adelante volvería a reelegir la gestión por un mandato más.
Sin dudas, el contexto actual es otro, a pesar de las grandes similitudes mencionadas. El Congreso se encuentra tripartito, con lo cual los acuerdos parlamentarios y la rosca interna tendrá un peso significativo. Ya no están los grandes líderes políticos de aquel entonces que representaban el Radicalismo o el propio peronismo. Hoy, los intereses de la rosca pasan por otro lado y en un gobierno que no cuenta con estructura propia pareciera que a todos se les hace agua la boca ante el requerimiento de acompañamientos en las cámaras.
Arrancamos la última semana del 2023, ya se manejan datos relacionados a la herencia de la inflación y de la pobreza que finalmente nos dejará Alberto Fernandez. Es momento de mirar hacia adelante y aguantar el primer pequeño sacudón que nos dará este sismo de reformas, que en lo que nos prometen pasará lo más rápido posible.
Esperemos que finalmente el respiro y la calma lleguen más temprano que tarde y que el 2024 nos haga creer nuevamente que una Argentina, así como alguna vez lo vivimos en los 90, con estabilidad económica, un estado ordenado y con capacidad productiva es posible.