En medio de la fuerte tormenta que azotó la ciudad durante las últimas horas, una cruda realidad salió a la luz: los trabajadores municipales de servicios públicos están siendo obligados a trabajar en condiciones precarias, sin los elementos básicos de seguridad y expuestos a riesgos climáticos y de salud.
Claudia Kirchheim, una trabajadora de la Base Trincheras, dialogó con “La Última Rosca” de Radio Up 95.5 y decidió romper el silencio, denunciando una serie de irregularidades que afectan tanto a su integridad física como a la del resto de trabajadores municipales.
“Nos entregaron hace una semana una capa que nos llega a tapar hasta la rodilla”, relató Claudia, dejando en claro desde el principio que las medidas de seguridad que se les proporcionan son insuficientes.
“Hoy no era una lluvia, era una tormenta, y a mí me parece injusto. Una capa nos va a tapar hasta la rodilla, pero nos vamos a mojar todo de la rodilla hacia abajo. No tenemos botas, tampoco pantalones, y con esa ropa mojada tenemos que quedarnos hasta la hora de salida», afirmó con una mezcla de resignación y enojo.
La situación resulta aún más crítica cuando se tiene en cuenta que, en muchos casos, estos trabajadores no cuentan siquiera con cobertura médica adecuada. “Yo ya estoy llegando a los 50 años, si me enfermo es bastante grave porque los precios de los medicamentos están altísimos. En mi caso, tengo obra social, pero hay compañeros que no, que están en negro todavía”, reveló, subrayando la gravedad de las condiciones laborales.
La precarización que Claudia describió no es un problema reciente, sino que se ha profundizado en los últimos meses. “En el turno tarde esto empezó hace cinco meses aproximadamente, cuando dejaron de salir cuadrillas completas y nos empezaron a mandar solas. Por ejemplo, yo que soy de turno tarde, tengo que hacer sola mi trabajo, desde el hospital hasta la costanera”, contó.
Este cambio no solo incrementó la carga laboral, sino que además pone en riesgo la salud de los empleados. “Los guantes que nos dieron son de hilo, y muchos tuvimos problemas en la piel por los contaminantes”, relató Claudia, evidenciando que el equipo proporcionado no solo es insuficiente, sino que también agrava los riesgos a los que están expuestos.
Además del equipamiento inadecuado, las herramientas con las que los trabajadores deben realizar sus tareas están en un estado lamentable. “Cuando nos dijeron que iban a mejorar las condiciones, que íbamos a tener cambios, la situación empeoró. Seguimos con herramientas de trabajo rotas, sin escobas, y con carros en mal estado”, aseguró Claudia.
En su relato, la frustración es palpable. “Es un desastre la escoba con la que salimos a barrer. Hace dos semanas trajeron escobillones nuevos, pero los carros siguen rotos, y nos entregaron capas que no cubren completamente. Y lo peor es que los zapatos solo los entregan una vez al año”, agregó, poniendo en evidencia que las medidas para proteger a los empleados son mínimas.
Para los empleados municipales, las tormentas no son el único obstáculo que enfrentan a diario. Las jornadas de trabajo bajo el sol abrasador o las bajas temperaturas también son una constante, y el descanso apenas es un privilegio. “Nosotros tenemos 15 minutos de descanso en el turno de la tarde, pero a veces ese descanso lo hacemos en lugares donde no hay baño cerca o donde no podemos ni siquiera cargar agua”, explicó Claudia.
Los trabajadores no solo lidian con la falta de tiempo para recuperarse durante la jornada, sino que también enfrentan la presión de cumplir con sus tareas a pesar de las condiciones adversas. “Si salimos a trabajar y nos mojamos los zapatos, al otro día tenemos que volver a trabajar igual, porque si faltamos, nos descuentan el día. No te cubren porque tus zapatos estén mojados”, afirmó, dejando en claro que no hay margen para el error o el descanso.
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Por otra parte, una de las denuncias más alarmantes que Claudia realizó tiene que ver con el transporte que se les asigna para moverse por la ciudad. “Nos suben en las mismas camionetas donde transportan las bolsas de basura”, denunció. Esta situación, que claramente viola las normativas de seguridad, parece ser una práctica habitual.
“Nos suben en la caja, donde también ponen las bolsas de basura. Eso está fuera de la ley, pero no parece importar”, explica, con una mezcla de impotencia y rabia. Este tipo de situaciones, según Claudia, es una muestra clara de cómo se desatienden los derechos básicos de los trabajadores.
A pesar de los reiterados intentos por obtener respuestas y soluciones a sus reclamos, los trabajadores de la Base Trincheras no recibieron ninguna respuesta concreta. “Le dije a la delegada del gremio que tratara de conseguir más elementos de seguridad, pero no hay respuesta. Ya se presentaron varias notas, pero todo sigue igual”, afirmó Claudia, señalando la falta de acción por parte del sindicato que debería representarlos.
Según ella, las notas fueron dirigidas al Ejecutivo Municipal, pero no ha habido avances. “Nos prometieron que con el cambio de directores íbamos a estar mejor, pero estamos cada vez peor”, agregó con resignación.
El cansancio físico y emocional se hace cada vez más evidente entre los empleados. “Levantamos la pala con basura mojada, y es mucho más pesado. Llevas la capa puesta y te puedes imaginar lo cansador que es”, expresó Claudia, describiendo la extenuante labor que enfrentan a diario. Y a pesar de ello, no hay signos de que la situación vaya a mejorar pronto. “Mañana, si hay otra tormenta como la de hoy, tenemos que salir igual”, sentenció Claudia, resignada ante la realidad que enfrenta.
El testimonio de Kirchheim refleja una realidad que afecta no solo a ella, sino a decenas de trabajadores municipales que día a día salen a las calles a mantener la ciudad limpia y ordenada, enfrentando tormentas, temperaturas extremas y condiciones de trabajo indignas. “Nosotros somos los que salimos con tormentas, con sol, con 30 grados o más, pero no tenemos las condiciones mínimas para hacerlo de manera segura”, lamentó. “Solo queremos que nos den lo mínimo para trabajar dignamente”, concluyó.