A semanas de celebrarse el cuadragésimo aniversario de la democracia ininterrumpida en la Argentina, estamos transitando esta celebración junto a un nuevo proceso electoral que nos demuestra o quiere explicarnos que lo bueno aún no llego (propuestas, soluciones a dificultades, proyectos a futuro).
Repasaba el inicio de las campañas en este período y no dejo de asombrarme con la evolución de las propuestas e incluso con los actores que se enrolaron en luchas vestidos con el traje de político. Estas personas que han rendido y algunos aún hoy rinden homenaje a la profesión del político son los que constituyeron equipos con la base en la realidad y con un proyecto de futuro al menos a corto plazo.
Pero hablemos del proceso que dio origen a esta etapa. Si bien soy un hijo de la democracia, todo lo que sé de ella fue mediante la lectura y de oír a quienes estuvieron en la gesta. En esa época la Argentina tenía dos candidatos bien definidos que se llevaron la mayoría de los casi 18 millones de empadronados; entre actos y reuniones se forjaba la primera campaña con herramientas del marketing, los candidatos tenían sus propuestas definidas y en clara sintonía con la sociedad, el resultado lo ubicó a Raúl Alfonsín en el sillón de Rivadavia.
Aunque bastante compleja, la Argentina de entonces con la que todos conocemos hoy, con personas que en oportunidades confunden democracia con libertad de imponer, concluía el primer gobierno democrático y comenzaba otro. En esta oportunidad la campaña se desarrolló con un entusiasmo diferente, pero las propuestas no desaparecieron y cada fuerza política buscaba exprimir al máximo su visión de país hasta que finalmente obtuvo la mayoría de los votos Carlos Menem, heredero pro tempore del sillón.
El marketing se fue consolidando en los modelos de campaña. Había quienes veían curiosos esta intromisión del mundo comercial a las contiendas electorales; sin embargo, lejos de ser un inconveniente, esto se fue incrementando y su inclusión fue tal que casi veinte años más tarde aparecerían las campañas en formato de spot actoral con el candidato Fernando de la Rúa, quien además de incursionar como actor en el spot, también proponía medidas de fondo vinculadas a la finalización de la “Joda”.
El marketing como herramienta dejó en claro que había que usarla para la campaña, pero también había que hacerlo en la gestión, para que no ocurriera lo que lamentablemente sucedió en el fatídico 2001.
Con sus particularidades, las propuestas se fueron presentando. Los tres presidentes posteriores a Eduardo Duhalde utilizaron modelos de cercanía, entrevistas de tipo publinota, los medios empezaron a amigarse con los candidatos… se tornó un negocio; tanto es así que las ofertas electorales del kirchnerismo se sustentaban en entrega de planes sociales en lugar de estabilizar y ordenar el país. Pero en todos los casos, entre oposición y oficialismo, hasta hace unos pocos años se debatían modelos de país.
Hasta que llegamos a la actualidad, en la que encontramos que el marketing sigue vinculado con las campañas, aunque ya no desde el mismo lugar. Esto se debe a la irrupción por completo de las redes sociales en el modelo de promover ofertas; la magnitud de estas plataformas logró que los actores de la sociedad dejen su lugar de “showman” para convertirse en aspirantes a cargos públicos.
Lo complejo de esta irrupción es que la masividad no viene de la mano de un debate sincero y franco de la realidad, sino de la verborragia y de cuán colérico sea el aspirante al sillón; con lo cual, evidenciamos un quiebre en el modelo de campañas electorales y la consecuente desconexión de la política con la realidad. Sin embargo, aquí surge un equívoco que algunos candidatos aprovechan, la desconexión no se da entre los políticos y la realidad sino entre las necesidades de la sociedad y la de algunos políticos.
Maquiavelo, en su obra “el Príncipe” habla sobre la profesión del político, sostiene que un político debe ser astuto y pragmático para garantizar la estabilidad de su gobierno. También enfatiza la importancia de la habilidad política y la capacidad de adaptarse a las circunstancias cambiantes. Esta aptitud de adaptarse es la que forjó una democracia sustentada en propuestas serias, modelos de gobierno y de país según las capacidades y disponibilidades del momento. De esta manera se preserva la patria y lo importante por sobre lo urgente.
Cada candidato en la actualidad cuenta con sus equipos paralelos de comunicación, que están vinculados al postulante; sin embargo, en las redes sociales pareciera estar permitido todo y esto en ocasiones trae consigo peligrosos mensajes. Llegamos así a encontrarnos con tres alternativas bien claras: una que nos habla de atraso de un modelo que falló y que no puede resolver la economía, ni la educación, menos la falta de trabajo; otro que se ofrece como algo nuevo y que no propone más que destrucción, amparado en lo urgente y en necesidades construidas desde la comunicación virtual, mientras que la otra propuesta nos ofrece orden, un proyecto que toma lo que existe como punto de partida para transformar la realidad enfocado en lo importante sobre lo urgente.
Entonces, cuando escuchemos que se pretende destruir la profesión del político y se considera más importante el resultado de una encuesta para tomar una decisión o que un tema se impone como urgente por sobre lo importante, recordemos que estamos muy lejos de la democracia que supimos construir en estos 40 años.