El texto del Evangelio de este domingo (Mt18, 15-20), hace referencia a otra forma de solidaridad enraizada en el amor, que es la corrección fraterna: «Si tu hermano peca, ve y corrigelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano» (Mt 18, 15).
Lamentablemente nos ejercitamos poco en la corrección fraterna. Corregir con caridad a un hermano, amigo o a alguien que anda por mal camino, es siempre fruto del amor, y poner en práctica esta enseñanza del Evangelio puede tener inmediatas consecuencias sociales. Desde ya que solamente una corrección puede ser eficaz si está hecha con humildad y no con soberbia.
Por el contrario, la práctica habitual es hablar mal de los demás; con mucha facilidad «sacamos el cuero», sin reparar el daño que podemos estar haciendo a la persona y el mal ambiente que generamos con este tipo de comentarios.
«Sacar el cuero», sin haber corregido fraternalmente a solas a alguien, habitualmente nos lleva a cometer un pecado que se denomina difamación. Empeoramos la cosa, cuando «sacamos el cuero» y estamos mintiendo o suponiendo algo de un tercero y éste es inocente. En este caso el pecado se llama calumnia. En el primer caso, la difamación, es quitar la fama a alguien sin haberlo ayudado a cambiar. En el segundo, la calumnia, es un pecado más grave aún, porque quita la fama al otro injustamente, sin que el otro tenga culpa alguna.
En muchas oportunidades hemos reflexionado sobre la necesidad de insertar el Evangelio en la vida cotidiana. Para vivir la santidad no es necesario hacer cosas extraordinarias y llamativas. He aquí un ejemplo concreto que nos propone el Evangelio de este domingo, sobre el ejercicio de la corrección fraterna y de no difamar o calumniar a los demás. Debemos señalar con dolor que este pedido del Señor sobre la corrección fraterna es una práctica casi inexistente en nuestras comunidades cristianas y en la sociedad civil donde abunda el pecado de difamación y de calumnia y es poco frecuente escuchar hablar de los méritos y dones del prójimo.
Considero indispensable que en nuestro tiempo donde hay tantos malos ejemplos, seamos capaces de resaltar que hay muchos, muchísimos hombres y mujeres, sean educadores, amas de casa, periodistas, políticos, consagrados, sacerdotes, que son verdaderos testimonios de santidad, sin necesidad de hacer cosas que llamen la atención. Estas actitudes de compromiso coherente comprometidas con la vida son fecundas y construyen desde la santidad en lo cotidiano.
Es cierto que poner estos modelos de santidad, los de la vida cotidiana, seguramente no sirve a ciertos medios de comunicación que siempre buscan rating desde el sensacionalismo. Pero también hay que subrayar que si el sensacionalismo, la difamación y la calumnia venden, es porque hay muchos que lo consumen.
El sacar el cuero, difamar y calumniar forman parte de «la inteligencia del Mal», que busca convencernos que el mundo «fue y será una porqueria… en el dos mil también», como recita el tango, o bien, que mejorar es imposible. Esta postura es fatal porque lleva a cruzarnos de brazos o peor, a bajarlos, matando todo tipo de ideal. Los cristianos tenemos la certeza que a pesar de todo la Vida triunfa sobre la muerte y esto nos anima a trabajar para mejorar nosotros y nuestro mundo.
En este domingo el Señor nos pide que para corregir este flagelo de «sacar el cuero», la difamación y la calumnia, practiquemos la corrección fraterna: «Si tu hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano» (Mt 18, 15). Si bien la comunión de bienes y la solidaridad es una forma concreta del amor cristiano, desde ya que la corrección fraterna también lo es.
Les envio un saludo cercano y hasta el próximo Domingo!
Monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas