En un reciente artículo publicado en la prestigiosa revista científica Nature, se discutieron hallazgos clave sobre la memoria inmunológica de las vacunas contra el COVID-19, en particular aquellas desarrolladas con la plataforma de ARN mensajero.
Estos resultados, que plantean interrogantes sobre la duración de la inmunidad inducida por estas vacunas, fueron abordados en diálogo con “El País de la Libertad” de Radio Up 95.5 por Karina Pasquevich, doctora en inmunología e investigadora del CONICET, y una de las principales participantes en el desarrollo de la vacuna argentina ARVAC.
Menor memoria inmunológica en las vacunas de ARN mensajero
El estudio publicado en Nature analizó cómo las vacunas de ARN mensajero, como las de Pfizer y Moderna, inducen una inmunidad que disminuye más rápidamente en comparación con otras vacunas. Según Pasquevich, aunque estas vacunas “fueron muy efectivas y nos permitieron de alguna manera salir de la pandemia”, el problema radica en que “la inmunidad bajaba con el tiempo, tal vez más rápido que otras”, como la vacuna antitetánica o la de la gripe.
El estudio explica uno de los mecanismos que contribuyen a esta disminución de la inmunidad: las células específicas para el SARS-CoV-2 no permanecen en la médula ósea produciendo anticuerpos por periodos prolongados. “No se inducen estas células que quedan en la médula ósea produciendo anticuerpos por mucho tiempo”, señaló Pasquevich, añadiendo que esto difiere de lo que ocurre con otras vacunas más tradicionales, como la del tétanos.
En cuanto a la efectividad a largo plazo de las vacunas de ARN mensajero, Pasquevich aclaró que aquellas personas que se vacunaron con Pfizer o Moderna deben seguir los esquemas de refuerzo establecidos por las autoridades sanitarias: “personas mayores de 50 años, vacunación anual, los mayores de 65 también anualmente o cada seis meses, sobre todo aquellos que tengan algún problema en su sistema inmunológico”. Además, explicó que el COVID es un virus que «va cambiando» y que las vacunas necesitan ser “adaptadas a las nuevas variantes”.
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ARVAC: La vacuna argentina con tecnología de antígenos preformados
Pasquevich también se refirió a la ARVAC, la vacuna desarrollada en Argentina, que utiliza una plataforma más clásica, conocida como de subunidad proteica. A diferencia de las vacunas de ARN mensajero, las de subunidad utilizan “el antígeno del virus producido en el laboratorio preformado”, lo que genera una respuesta inmune más controlada y predecible.
ARVAC, que ya está disponible en Argentina, tiene características similares a vacunas como la del tétanos o la hepatitis B, que inducen una inmunidad más duradera. “Nosotros pudimos evaluar hasta el año la respuesta y funcionó muy bien”, comentó Pasquevich.
Este tipo de vacunas también tiene la ventaja de que pueden transportarse en condiciones de refrigeración menos exigentes, lo que reduce los costos logísticos: “las vacunas a proteínas recombinantes como ARVAC se transportan en condiciones de heladera, 2 a 8 grados, y eso es mucho más sencillo que algo como las vacunas de ARN mensajero”.
Producción local, una ventaja estratégica para Argentina
El desarrollo de ARVAC no solo fue una respuesta a la pandemia, sino también una apuesta por la independencia científica y la producción local de vacunas. “En Argentina, particularmente, tenemos la capacidad instalada para producir este tipo de vacuna”, aseguró Pasquevich, destacando que se tuvo en cuenta desde el inicio que el país necesitaba una vacuna factible de producir localmente, aunque ello implicara un desarrollo más largo. Esto también fortalece la cadena de producción local para otros posibles usos, como la fabricación de vacunas del calendario regular.
En tanto, Pasquevich subrayó que la experiencia de desarrollar ARVAC dejó una enseñanza valiosa: “se generó toda una cadena de eslabones de producción, desde el diseño de la vacuna, hasta toda la producción en la planta farmacéutica. Ahora queremos seguir manteniendo viva esa cadena para la producción de otras vacunas”, concluyó.