El presidente Javier Milei pidió la renuncia del gobernador Axel Kicillof y planteó la posibilidad de intervenir la provincia de Buenos Aires.
Su declaración llega en medio de una ola de asesinatos brutales que sacudieron al país, como el crimen de la niña Kim Gómez, el asesinato de Silvia Lepez en Vicente López y la ejecución de Lucas Díaz en Tortuguitas frente a su esposa y su bebé.
La provincia de Buenos Aires se convirtió en un territorio donde los delincuentes no tienen miedo, mientras los ciudadanos viven aterrados. Kicillof, blindado por la pauta publicitaria del Banco Provincia, evita responder sobre la crisis de seguridad que atraviesa su distrito. La situación se agrava con un sistema judicial que beneficia a los criminales. Uno de los asesinos de Kim Gómez había sido liberado por la fiscal Sabrina Caldera tras robar un auto en circunstancias similares. Pese a este antecedente, Kicillof la propuso para un ascenso a la Cámara de Apelaciones.
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La provincia arrastra años de corrupción enquistada en su estructura política. Intendentes peronistas, jueces cómplices y una policía en muchos casos corrupta han convertido Buenos Aires en un lugar sin control. La doctrina garantista, impulsada por el ex juez de la Corte Eugenio Zaffaroni, impregnó el sistema judicial con la idea de que los delincuentes son víctimas sociales. Así, se prioriza su libertad por encima de la seguridad de la gente.
Milei planteó la renuncia de Kicillof en un contexto donde su gobierno también enfrenta cuestionamientos. Un artículo del New York Times denunció que empresarios debían pagar coimas para acceder a reuniones con el presidente. Algunos periodistas sostienen que la exigencia de Milei sobre la provincia busca desviar la atención de ese escándalo.
Más allá de la estrategia política, el desastre en Buenos Aires es evidente. La provincia sigue gobernada por una estructura corrupta que beneficia a personajes como Martín Insaurralde, quien, a pesar de su escándalo con yates y bolsos de dinero, sigue gozando de impunidad. La presencia de Daniel Scioli en el gabinete de Milei no ayuda a despejar dudas, ya que su paso por la gobernación consolidó la decadencia bonaerense.
El futuro de la provincia es incierto. Mientras las calles son escenario de asesinatos y la corrupción sigue intacta, las palabras de Milei podrían quedar en simples declaraciones sin consecuencias. Sin cambios de fondo, Buenos Aires seguirá siendo un territorio donde la vida de los ciudadanos vale cada vez menos.
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Fuente: (Noticias Argentinas)