“La cosa no está fácil” fue una de las frases que le gustaba repetir al actual gobernador de Misiones, Hugo Passalacqua, el hombre de la sonrisa fácil, de las noches prolongadas, las suspensiones de actos oficiales de la mañana, las internaciones por problemas digestivos agudizados en cenas repetidas y bien regadas se constituye hoy, en la expresión máxima del escenario de extrema conflictividad social y tal vez sea la representación más acabada de la expresión lingüística que sintetiza el estado de las cosas.
No está fácil para el propio gobernador que llegó a ese cargo por segunda vez, a partir de una promesa sellada por El Conductor frente a sus militantes el día de cierre de las elecciones provinciales de 2019: “pido un aplauso para nuestro gobernador que hoy deja el cargo, porque se merecía otro mandato; tenemos la seguridad de que tendrá su revancha de acá a cuatro años”, había pronunciado el mandamás del Partido Renovador de la Concordia Social. Y Passalacqua volvió. Para vivir a pleno eso de los tamborileos, gritos y escraches, en una provincia donde “la cosa no está fácil misssssmo”. No son los tambores con que lo recibían en actos semanales “los chalecos celestes”, militantes de la Agrupación ADOMIS, afiliados al sindicato docente que aglutinaba a la gran mayoría de docentes a lo largo y ancho de la provincia. Los gritos no son de viles aplaudidores de circo y los escraches no son “contra la Nación» porque solo gobierna para Buenos Aires. Son gritos-otros, de dolor, de angustia, de frustración y bronca.
No está fácil para los funcionarios de todas las áreas de Gobierno, que desde sus oficinas solo gestionan las órdenes que bajan desde más arriba y desconocen aspectos tan importantes como la Educación, la salud pública, la seguridad. Funcionarios estos que el jueves último se encerraron en los pisos elevados de la Legislatura provincial, escenario de enfrentamiento y represión entre policías y docentes que llegaban a peticionar una respuesta, alguna intervención, algún punto final.
No está fácil para quienes se escudan en la posibilidad incierta de contar con cajas de mercaderías, cargos o jugosas cuentas bancarias…porque le cerraron el grifo abierto con Nación, un territorio donde el toma y daca de la política solía traer la armonización de las necesidades misioneras y las dádivas del gobierno de turno, con sede en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Misiones se acomodaba. Cedía un voto aquí, otro voto allá en el Congreso de la Nación…y a cambio recibía el dinero necesario para pagar fidelidades varias.
Finalmente… “la cosa no está fácil mismo” para el millón y algo de misioneros, tierra donde “un 60 por ciento de la población tienen menos de 25 años” y entonces se transforman en una “caja” donde se guardan esperanzas relatadas en cuentos y leyendas de posibilidades abiertas en escuelas de robótica, en Silicon Valley reinventadas con cursitos de técnicos en computación, pero con nombres en inglés y “profesores” con títulos de dudosas procedencia; en campos de paneles solares que fueron presentados como oportunidades que los ubicaría en el mercado mundial de nuevas formas de energía, de crecimiento y de vida fácil con sueldos “dignos”…siempre y cuando levantaran las manos y llenaran las urnas.
Y no. No está fácil. Nada fácil. En las calles y rutas de las ciudades misioneras los habitantes de la Tierra sin Mal viven y conviven las peores horas. Y la vida parece un reviro bien misionero: masa seca, aplastada con palos, hecho “cruvica” y se deglute en caliente.
En este escenario de ausencia de algo “fácil”, la supervivencia se complica “mismo”. Para la Policía no está fácil. Para los agentes y oficiales que debieron salir a la calle a reclamar, y tampoco para la Brigada que el jueves golpeó a indefensas maestras en el hall de acceso a la Cámara de Representantes. No está fácil para los docentes de escuelas primarias y secundarias, donde los conceptos de sus salarios se llenó de decretos que esconden la antigüedad, de cifras no remunerativas, de códigos temporarios, con cifras de pocos ceros…y cobran sueldos que ubica a Misiones en el penúltimo lugar entre todas las provincias del país en materia salarial.
Y ¡qué decir de Salud Pública! Tironeados por sindicalistas de poca monta que negocian beneficios para sí mismos, a costa del voto de los afiliados. Peleados entre sí, utilizando cargos como moneda de transacciones entre unos y otros; con salarios de miseria, en contextos de miseria, con funcionarios miserables que no se hacen cargo de la situación.
Y no…Nada fácil. Hasta acá. Porque desde el comienzo de la semana que fenece los misioneros recordaron aquello de “la unión hace la fuerza” y comenzaron a arremangarse, esta vez, contra todos los que mienten, los que abusan, los que engañan y los que se esconden. Atisbos de unidad en la desgracia hicieron soñar con un despertar de esperanzas puestas en la tenacidad del que lucha. Y en el medio, como siempre…la maquinaria infernal del amedrentamiento y la utilización de los medios “amigos” para elaborar un discurso falaz sobre las manifestaciones que pueblan las calles.
Y entonces…¡qué fácil que era la cosa! Era cuestión de juntarse y arremangarse…¡Neike chamigo!