En el siglo XVIII, en el nacimiento de una América libre de la corona española, nació la gran Colombia, compuesta por lo que hoy se conoce como Colombia, Ecuador, Panamá y Venezuela. A mediados de ese mismo siglo, el sueño del libertador Simón Bolívar llego a su fin y cada país logró su independencia, a excepción de Panamá.
A fines del siglo XIX, y aprovechando un momento de fragilidad política, Panamá comenzó a dejar en claro sus intenciones independentistas, esto más adelante derivó en un conflicto armado denominado la guerra de los mil días, que tuvo como protagonistas a los partidos más tradicionales de Colombia, conservadores por un lado y liberales por otro. Dicho enfrentamiento derivó en una masacre innecesaria y que debilitó profundamente al gobierno conservador, impulsando con mas fuerza los gritos de independencia.
Para 1903, Panamá lograría su tan ansiada independencia, sin embargo, Colombia no cedía y no tenía intenciones de aceptarla, no fue sino hasta 1914, con una gran influencia de Estados Unidos (posicionó 8 buques de guerra en las fronteras de Panamá y Colombia) que finalmente Colombia aceptara la independencia panameña. Lógicamente, la ayuda estadounidense, se encontraba ligada a una inversión millonaria; el canal de Panamá.
El canal de Panamá no solo fue un sinónimo de progreso, fue un hecho que cambió la historia de la navegación moderna, uniendo 2 océanos, ahorrando miles de kilómetros y lógicamente dinero (lo que mas les interesa a nuestros queridos hermanos del norte). La inversión multimillonaria que llevó a los Estados Unidos a ser los dueños y señores del Canal de Panamá durante 7 décadas, los posicionó como lideres del comercio de la región, no fue sino hasta el año 1977 que el Canal pasó a ser administrado y legislado por Panamá, sin embargo, la condición con la cual EEUU entregó el Canal cuenta con una cláusula que le permite intervenir si la Casa Blanca considera que el mismo se encuentre bajo amenaza, cláusula por la cual, el presidente Trump pretende hacerse nuevamente del Canal.
Durante su campaña, Donald Trump realizó, como es de costumbre, polémicas declaraciones con respecto al Canal de Panamá, sugiriendo que China contaba con fuerzas militares en la zona, y que el prácticamente se había adueñado del mismo, esto lógicamente una vez que llegó a la Casa Blanca, encendió todas las alarmas, y el gobierno de Panamá sin perder el tiempo anunció que la soberanía del Canal seguirá en manos de su país.
Esto solo llevó al “hombre naranja” a subir la apuesta, y como las cámaras son su amor platónico, anunció con pompas y platillos que solicitó al Comando Sur (facción militar estadounidense a cargo de monitorear la región) enfocarse en probables acciones militares en el Canal. La excusa de la administración Trump se sostiene en un probable dominio chino, que si bien, su presencia en el Canal existe, no va más allá de fuertes inversiones públicas y privadas, que, entre otras cosas, consisten en la construcción de 4 puertos estratégicos, sin embargo, estas inversiones millonarias no llegan sin costos, ya que Panamá se vio obligada a romper relaciones con Taiwán (requisito obligatorio que deben cumplir todos los países que deseen forjar relaciones con China), esto llevó a un efecto dominó en la región y China fortaleció su presencia comercial a pasos de gigante.
Esta especie de guerra indirecta que la administración Trump pretende llevar a cabo con el gigante del lejano oriente está comenzando a perjudicar a países que no acostumbran a involucrarse en este tipo de conflictos, y los lleva a forjar nuevas alianzas, asi como también a fortalecer con las que ya cuenta. Las decisiones geopolíticas del gobierno estadounidense no hacen mas que dinamitar acuerdos históricos, rompen eternas alianzas y no conformes con esto, aparentemente apoyan a sus viejos enemigos. Los numerosos conflictos creados por un gobierno que comete errores cada vez mas ingenuos parecen no terminar jamás, y solo el tiempo dirá cuál será su próximo acto fallido.
Matias Lezcano…