La oposición está completamente sumergida en un camino sin rumbo. Las disputas personales profundizan las divisiones internas en pequeños grupos, mientras los vecinos siguen viendo como los que hablan de cambiar las cosas no escuchan su problema y en cambio repiten sus nombres como posibilidad electoral.
Por un lado, algunos se ilusionan y otros están confundidos. Hay quienes creen que la intervención del Partido Justicialista en distintas provincias, incluida Misiones, resolverá los problemas de representatividad. Sin embargo, ignoran que su excesiva dependencia del lineamiento nacional ha llevado al peronismo al ocaso electoral, salvo que logren contar con la figura de Cristina Fernández de Kirchner. Los más sensatos reconocen que esta movida no es más que un maquillaje para revitalizar su estructura y posicionarse dentro de un frente opositor, aunque las individualidades dentro del partido parecen imposibilitarlo.
Las experiencias previas han demostrado que estas intervenciones con fines meramente electorales no significan un proceso de reconstrucción genuina, sino más bien la imposición de un padrinazgo porteño que diluye la identidad misionera que dio origen al partido en la provincia.
Dentro del entramado opositor, el radicalismo se presenta con su habitual soberbia, autoproclamándose la columna vertebral del espacio, aunque su tendencia a generar internas constantes los ha condenado a la irrelevancia electoral: no disputan una intendencia desde 2003. Como si esto fuera poco, en plena definición sobre el armado de un frente, un sector de los funcionarios nacionales pide una interna, repitiendo los mismos errores que los llevaron a su situación actual. La disputa con el grupo que maneja la Universidad del Alto Uruguay parece más una pelea por cargos que un intento de construcción política. En este escenario, las posturas se radicalizan: un sector quiere modificar la Carta Orgánica partidaria, otro amenaza con romper lo poco que queda del partido, y detrás de ellos aparecen quienes derraman lágrimas de falsa moral, intentando ser escuchados con la esperanza de colarse en alguna lista.
El PRO, por su parte, cuenta con un senador y un diputado nacional que, con poco éxito, intentaron fijar una postura de equilibrio entre provincia y nación. Sin una estrategia clara, su destino parece ser el repliegue en un frente desdibujado.
La última alternativa que tenían los funcionarios radicales nacionales para sostener sus aspiraciones cayó definitivamente cuando el representante misionero de La Libertad Avanza confirmó que, en la provincia, su espacio será el único que represente a Javier Milei. Quizás ha llegado el momento de reconocer que tanta interna en defensa de intereses personales tenía un destino previsible.
Lo cierto es que ni el peronismo ni el radicalismo han logrado nunca ordenar sus miserables disputas para construir un frente serio, y todo indica que volverá a ocurrir. Así, Misiones se encamina a una nueva elección en la que los frentes estarán diseñados en función de roscas políticas y no de las necesidades reales de los misioneros. Los problemas de la gente seguirán siendo ignorados por quienes se autoproclaman la alternativa, allanándole el camino al oficialismo provincial para seguir concentrando poder.
Alejandro Chini…