El dato no sería tan cruel si no se sustentara en la afirmación de “es más fácil que algunos humanos se solidaricen con un animal abandonado que con un mendigo”. Lisboa, Madrid, Barcelona, Zurich, Berna, Lugano, Londres, Roma, Florencia y París son solo algunas de las grandes ciudades donde se repite la misma escena de hombres pidiendo en las calles, acompañados de perros y/o gatos atados y en gran medida, drogados. Al mismo tiempo, las calles casi a oscuras y la presencia de “carteristas” … completan las postales actualizadas de las que no se habla.
La modalidad de mendicidad en las grandes ciudades europeas de utilizar animales de estimación, algunos de razas “caras”, otros más al estilo callejero, reproducen escenas que parecen calcadas: hombres de edad mediana, de gran porte, con sus teléfonos celulares en mano, cigarrillos electrónicos, radios e incluso camas prolijamente extendidas (en Berna, incluso con edredón blanquísimo extendido sobre ella), sentados en esquinas o contra columnas de paseos públicos.
Inicio y orígenes se confunden, pero existe coincidencia en ubicar el comienzo de esta práctica unos años antes de la pandemia (2018-2017); cuando los primeros en apelar a esta forma de pedir en la calle fueron inmigrantes, en su mayoría llegados desde el Este, según sostienen las fuentes locales que trabajaron la problemática en distintos países del Viejo Continente.
Desde entonces, a la par del “fenómeno” en la escena pública, se abrió el debate entre quienes sostienen que los animales están mejor cuidados por estos sujetos que sueltos en las calles; si es lícito la utilización que se hace de las mascotas; si es necesario legislar y/o prohibir esta práctica. Lo cierto es que, a la fecha, lo que se observa y se comprueba fácilmente es que a fin de mantener a las mascotas quietas, estas son drogadas, atadas y víctimas de maltrato permanente.
La escasa y casi nula presencia policial en las calles, cuando están, pasan de largo, sin actuar y cuando alguien se acerca a pedir que actúen…solo dirigen la mirada hacia otro lugar y solicitan que el preocupado peatón avance en su camino sin mirar.
¿Mafias de la mendicidad?
“El creciente aumento de la empatía por los animales entre la sociedad española no ha pasado desapercibido para las llamadas mafias de la mendicidad. Estos grupos organizados son conocidos por controlar la calle, apropiarse de los espacios con más tránsito e impedir, a menudo con amenazas, que otras personas que de verdad piden dinero para ellas puedan ejercer la mendicidad en las zonas que controlan. Su práctica más reciente es el uso de animales para conmover a la ciudadanía en busca de limosna que irá destinada a la propia organización. Los animales que utilizan, entre los que hay incluso gatos, están desnutridos, son explotados y se han conocido casos en los que son drogados para mantenerlos inmovilizados. En otros casos, son animales robados o adoptados directamente de las perreras municipales, lo que deja en evidencia el descontrol de las administraciones públicas al gestionar estos centros en los que los se sacrifican animales a diario”, sostienen en su denuncia pública el grupo español PACMA, convertido en Partido Político ecologista.
Oscuridad en la “Ciudad Luz” y otras capitales
Con la luz del sol de otoño huyendo alrededor de las 5 de la tarde, las ciudades europeas adquieren un aspecto lúgubre donde se funden las paredes oscuras por los años, con la escasa iluminación en la vía pública de las ciudades más importantes.
Las consultas realizadas para explicar tal nivel de oscuridad, tuvieron una sola respuesta: “Desde la guerra Rusia-Ucrania y la merma en la provisión de combustibles, se reduce el consumo en espacios públicos”. El ahorro se produce incluso en la iluminación de grandes monumentos históricos.
Parte de las razones se supone que comenzaron en agosto del año pasado, cuando la Comisión Europea comenzó a mitigar la escasez energética con la aprobación de un ahorro obligado del 15%. Se establecieron límites a las temperaturas máximas de los aires acondicionados, un apagón de las vidrieras de los comercios de cada ciudad y el corte del agua caliente en los edificios públicos.
Por estos días, cerca de la Navidad, la decoración callejera, anteriormente riquísima en intensidad y cantidad, solo se enciende durante algunas horas y a las 22, vuelven a apagarse.
Así como escasea la iluminación en las calles, pululan los «carteristas», jóvenes rápidos en extraer lo ajeno de carteras y mochilas, principalmente en zonas muy frecuentadas por turistas.