Luego del discurso que pronunciara el Presidente de la Nación Javier Milei inaugurando el período 142 de las sesiones ordinarias del Congreso de la Nación, desde aquel instante, pudieron oírse un sinfín de opiniones e interpretaciones de cada una de las palabras, frases emitidas y esbozadas por el máximo mandatario argentino.
Seguramente con el paso del tiempo muchas de ellas perdurarán en el inconsciente colectivo y marcarán el sendero político para cuantiosas generaciones venideras de argentinos, dado que no es para nada habitual escuchar a un presidente expresar su desprecio hacia un determinado sector o grupo (La casta), entiéndase por aquella “especie” política, sindical y judicial que en tal caso, y que de manera arbitraria el libertario decida o no apuntar con su dedo índice- ya que no debemos olvidar que en el interior de su propio espacio político y del gabinete de su gobierno, hay varios integrantes con apellidos de la histórica casta política argentina, la cual demoniza el propio Milei-, pero esa casta que lo apoya daría la sensación que para el presidente ¿Representa lo bueno de la política?.
Retomando el acto inaugural, el presidente en su alocución ante la Asamblea Legislativa ha generado controversias y preguntas que invaden a millones de argentinos ¿Por qué el mandatario considera que “el modelo económico del Estado presente es un régimen de gasto público alto, déficit fiscal, deuda y emisión monetaria. Y que es de ese mismo sistema del que la casta política se sirve para expropiar la riqueza de los argentinos de bien y dárselas a clientes y amigos”?
Si aplicáramos dicha lógica de pensamiento podríamos inferir que es errónea, o al menos algo desconcertante, siendo que la culpabilidad no es del sistema, sino de los corruptos.
En cuanto a esto último, alguien del séquito presidencial tendrá el valor de manifestarle que un modelo de Estado o sistema económico de un país, no está montado sobre las beses del “choreo o afano”, y que aquellas personas que” meten la mano en la lata”- es decir que resuelven hurtar o robar dinero del Estado para beneficios personales-, lo hacen por motu proprio a sabiendas que están cometiendo un ilícito.
Tampoco es cierto que el Estado genere los impuestos como expresó y dio a entender el presidente, sino que son los propios mandatarios que integran el gobierno los que se encargan de generarlos, legislarlos y también tienen la potestad de quitarlos.
Ahora bien, hay ciertas prácticas que el oficialismo actual debería evitarnos a los argentinos, porque si pensamos en un cambio no podemos permitir el regreso de los” aplaudidores a sueldo de la política vetusta” , son esos mismos hechos los que refrescan recuerdos inmediatos y no tan gratos: cuando el kirchnerismo aplicaba entre sus prácticas adoctrinadoras aquello de apropiarse de las instituciones públicas y de asegurarse cánticos en los distintos recintos haciendo sentir una especie de “futbolización de la política”.
La duda existencial se genera, y ahí llegamos para trasladar interrogantes ¿Cambiar el sistema o modelo de país realmente evitará que aquellos amigos de lo ajeno dejen de ser corruptos? Alguien dijo alguna vez: tenemos la costumbre de que cuando alguien viola las normas o hace trampas, la solución que encontramos o que se propone no es descalificar de por vida al infractor o castigarlo severamente, que parecería los más lógico, sino cambiar las reglas de juego.