El revés por la Ley Ómnibus forzó al Gobierno al armado de encuentros urgentes para que no se repita el estrepitoso fracaso parlamentario. El fundador del PRO tiene previsto juntarse con el Presidente este miércoles y mantener diálogos con gobernadores del PRO.
El retorno del presidente Javier Milei luego de su gira por Israel y Europa, donde se entrevistó con el Papa Francisco, podría marcar el inicio de una nueva etapa de su gobierno, si avanza una integración con el PRO en el Congreso de la Nación y en la propia gestión “libertaria”, donde hay cargos vacantes tras el pedido de renuncia a la secretaria de minería Flavia Royón y al titular de la ANSES, Osvaldo Giordano, ambos funcionarios que respondían a los gobernadores Gustavo Sáenz (Salta) y Martín Llaryora (Córdoba), respectivamente.
Con este fin, es decir, la ampliación de la base de sustentación política del gobierno nacional, cuyo oficialismo adolece de una marcada minoría en ambas cámaras del Congreso de la Nación, Milei tiene previsto mantener una reunión con el expresidente y fundador del PRO, Mauricio Macri.
El exmandatario debe decidir, según publicó TN, si le conviene al PRO y a él mismo avanzar en una mayor integración con el Gobierno y si ese paso se tiene que materializar tan solo en el Congreso nacional, tal vez creando un interbloque, o si busca que el libertario le ceda algunos cargos con poder de decisión en el Gabinete.
Es que el estrepitoso fracaso de la Ley Ómnibus en la Cámara de Diputados llevó a Milei a un estado de furia que lo hizo confrontar con gobernadores y diputados a los que él acusa da traidores. Y, así, dinamitó todos los puentes políticos con los sectores más propicios al diálogo entre las fuerzas políticas de la oposición.
Es difícil imaginar que Milei vaya a renunciar a su retórica de confrontación y grieta política, pero parece haber percibido que ese mecanismo tiene un límite, la gobernabilidad, y una víctima, él mismo. Hubo presidentes, como Néstor Kirchner y Cristina Fernández, que usaron la grieta como estrategia de campaña y también la mantuvieron durante su gestión, pero tenían dos ventajas de las que Milei adolece: más dinero en las arcas públicas y mayoría en las Cámaras del Congreso.
Milei, en cambio, es extremadamente débil. Su bloque de diputados reúne 38 integrantes, la mayoría de ellos inexpertos, y 7 senadores. Si algún día el Congreso nacional decidiese sancionar una ley y Milei la vetase -como amenazó con vetar la coparticipación del impuesto País que querían impulsar varios gobernadores-, el Presidente no podría evitar que diputados y senadores reúnan los dos tercios de las cámaras para convalidar una ley vetada.
Es posible que Milei no haya hecho esa cuenta, pero hay varios mandatarios que sí hicieron los números finos: están muy molestos con la asfixia financiera –materializada en los recortes a los subsidios al transporte y a la educación– y con los agravios a que los somete el Presidente y, por eso, alguno deslizó la posibilidad de una rebelión fiscal.
De hecho, el gobernador de La Rioja, Ricardo Quintela, planteó la posibilidad de que varios mandatarios provinciales impulsen un juicio político contra el presidente. Es claro que se trata de tan solo de una amenaza. Pero ambas situaciones dejan en evidencia que Milei tiene dos flancos expuestos y, también, que el peronismo, por ahora, deja que el libertario haga el trabajo sucio del ajuste, pero que se mantendrá abroquelado hasta que pueda contraatacar con éxito.
Tal vez, algún constitucionalista debería señalarle a Milei que es conveniente que el 1 de marzo inaugure el período de sesiones ordinarias y que la idea de darle la espalda al Congreso y desairar nuevamente a los mandatarios no conduce a nada. El artículo 63 de la Constitución nacional dice que ambas cámaras, desde ese día, “se reunirán por si mismas¨. Es decir, su funcionamiento no depende del Presidente, quien sí tiene, según el artículo 99, inciso 8, la atribución de hacer ante esa Asamblea Legislativa el informe que “da cuenta del estado de la nación”. Jamás en la historia argentina un Presidente se negó a hacer ese informe. Caer en esa situación sería una nueva afrenta a los legisladores.
Ahora bien, la pregunta que se hacen por esta hora Macri y, también, varios diputados y gobernadores del Pro y de la UCR es si el acercamiento con el gobierno tiene que avanzar hacia una coalición en el Poder Ejecutivo o limitarse a profundizar la cooperación en el Congreso. Sobre este punto ya se evidenciaron rispideces: la idea de conformar un interbloque entre LLA y el PRO presidido por Cristian Ritondo, fue rechazada en el partido “amarillo”, donde consideran que el bonaerense debería presidir la Cámara baja y desde ese lugar de poder, definir la agenda y avanzar en acuerdos parlamentarios.
Por su lado, desde el nuevo oficialismo, rechazan la idea de entregar ministerios al PRO para fortalecer el gobierno: sostienen que sólo cederían secretarías y entes nacionales descentralizados, manteniendo el control de organismos clave, como el Ministerio de Capital Humano, el Ministerio del Interior y la Jefatura de Gabinete.
Por su parte, la Ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, que guarda muchos recelos de Macri, es partidaria de la teoría de fusión: los integrantes del PRO tienen que acercarse a Milei sin reparos y sin pedir nada a cambio. Para ella, Milei es el líder indiscutido y los demás deben ser sus súbditos. Pero muchos gobernadores y diputados del PRO creen en otras estrategias.
Por lo pronto, quienes conversan con Macri dicen que él estaría convencido de que el PRO, permaneciendo separado, no tiene mucho futuro y que hay que apoyar a Milei porque es el único que tiene la posibilidad de encarar las reformas que él mismo hubiera querido hacer. Pero ahí es donde surgen todas las incertidumbres, porque esa fusión tendría a disolver la identidad partidaria del PRO.
Quienes hablan con el expresidente sostienen que, para avanzar en un acercamiento con Milei, tendrían que darse ciertas condiciones: la primera es que Milei deponga su retórica confrontativa, para que la construcción política conjunta tenga viabilidad de crecer aún más; y la segunda es que Milei le reconozca a Macri que pueda nombrar varios funcionarios con verdadero poder de decisión política.
Según quienes son partidarios de esa estrategia, participar del gobierno de Milei solo tiene sentido si el PRO tienen poder de influir concretamente en los lineamientos de gestión. De otro modo, los riesgos son muy grandes, porque si Milei fracasara, por errores de implementación de sus políticas, eso arrastraría al PRO a un declive. Un mal resultado de la gestión de Milei podría arrastrar consigo al Pro, que dejaría de ser una alternativa electoral.
El Gobierno tiene una identidad política fuerte y el presidente parece decidido a resguardarla. En declaraciones a Clarín, el líder libertario afirmó tajante durante su gira por Italia: “Acá no va a haber un cogobierno, el que manda soy yo”. Sin embargo, si Milei quiere ir por todo y no da tregua para que se construya un espacio oficialista amplio y sólido, su final dejará, del otro lado de la grieta, a un único adversario, cohesionado e irreductible: una nueva versión del peronismo kirchnerista.