Al publicarse esta sencilla columna, 36 millones de argentinos acudirán a las urnas para elegir a quienes competirán en las elecciones generales del mes de octubre, mecanismo instaurado desde el año 2015 que estableció a las PASO como método de filtrar a los candidatos que no alcanzaran determinado umbral de votos, así como también definir internas partidarias.
Las elecciones primarias no suelen ser tan convocantes como las elecciones generales, cuando el electorado acude a las urnas de manera más seria y decidida.
Con esto quiero decir que, de los 36 millones de electores habilitados para votar en el día de hoy, probablemente acudan el 65% o 70% de estos, con lo cual se podría esperar que este número se eleve a 75% aproximadamente en las elecciones de octubre, es decir, 27 millones de argentinos podrían decidir quién será el próximo presidente de nuestra nación.
¿Los cálculos finalizaron? Aún no. Porque haciendo un análisis en retrospectiva, tomando como referencia la última elección general, Alberto Fernández obtuvo 12 millones de votos sobre 34 millones de electores, lo que le sirvió para ganarle a Mauricio Macri en primera vuelta alcanzando el umbral de 45% que pide la Legislación para declararse ganador.
A lo que quiero llegar querido lector, es que la legitimidad sobre la cual se sostuvo una de las peores presidencias de la historia, estuvo sobre la base de un 35% de representatividad electoral y yendo aún más lejos, sobre la base de un 30% de representatividad sobre la población total, es decir, solo 1 de cada 3 argentinos se encontraban representados en la figura del actual mandatario.
En el análisis de las democracias modernas entendidas por Sartori como aquellas en las cual la democracia es fruto de la elección de las mayorías, quienes depositan el poder en manos de unos pocos que gobiernan, esta escasa legitimidad se plasma en minorías que exigen representaciones cada vez más fuertes en las políticas de gobierno de aquellos que resultaron victoriosos.
En un país como el nuestro en el cual la inestabilidad social es tradición, los gobiernos que aspiran al poder necesitan de amplios acuerdos y coaliciones que permitan captar a la mayor cantidad de sectores, en la búsqueda de dejar afuera la menor cantidad posible de actores que puedan atentar contra el gobierno.
Por ello muchos sistemas electorales modernos imponen un piso de votos que de cierta manera garantice legitimidad, a través de sistemas de doble vueltas, mayorías absolutas, etc.
Aún es demasiado pronto para determinar cómo responderá el pueblo en las urnas y más aún en unas elecciones que para muchos no definen nada. Lo que podemos dar por sentado es que sea como finalice esta historia, necesitaremos de un guía que lleve nuevamente a la Argentina a un estadío de paz social y convivencia democrática.