En la década del 90, en los Balcanes se encontraba un país llamado Yugoslavia, conformada en la época de la histórica Unión Soviética, era un conglomerado de países que constantemente entraban en conflicto por sus diferencias políticas, éticas y filosóficas. Todo estalló cuando comenzó la guerra de los Balcanes, un conflicto que sumergió en el mismísimo horror a todos aquellos que habitaban suelo balcánico, y enfrentó a serbios, croatas y eslovenos. Dicho conflicto armado culminó en 1995, teniendo como resultado la desaparición de Yugoslavia, y la independencia de los países que conformaban la liga balcánica.
Si bien en la actualidad ya no existen conflictos como el mencionado, los tentáculos de la corrupción se expanden hacia el territorio serbio. Desde el 2017, Serbia es gobernada por Aleksandar Vucic, miembro del partido progresista serbio, ideológicamente conservador de centro derecha. En sus comienzos, Vucic proyectaba una Serbia expansionista, luego su discurso se fue moderando, sin embargo, las formas poco democráticas del gobierno comenzaron a despertar voces en contra por parte de la población.
Bajo un manto de sospechas por corrupción, el gobierno buscó imponer su mano dura arrestando a todo aquel que proteste en su contra, y acusando (como es costumbre en un gobierno populista) a la oposición de utilizar a los grupos juveniles como fuerza de choque. Inclusive, el presidente declaró su interés de ingresar a Serbia dentro de la Unión Europea, declaraciones que inmediatamente fueron replicadas de la UE, que con resquemor mira como miembros del gobierno son arrestados por corrupción. La gota que derramó el vaso para los serbios fue el derrumbe que se produjo en una estación de ferrocarriles, que fue reformada cientos de veces, mostrando un claro indicio de cuantas veces malversaron fondos estatales y como esto conlleva a un desenlace fatal como lo fue el derrumbe. Cientos de serbios se volcaron a las calles, exigiendo que el presidente y su gobierno sean llevados a la justicia, colocando a esta última en el ojo de la tormenta por sus polémicos fallos a favor de miembros del gobierno.
Actualmente en Serbia reina el escepticismo, con una población totalmente decepcionada de las instituciones y cada vez mas asqueada del accionar político del gobierno de turno. Todo indica que las protestas aumentarán cada vez mas ya que el presidente no tiene intenciones de ceder ante la presión popular, mientras el concierto europeo mira con resquemor todo lo que sucede, y con temor de una posible revuelta que reviva los horrores sucedidos en los noventa. Solo el tiempo dirá que le depara a una nación que se levanta contra un régimen al cual se le resquebrajaron sus espejitos de colores.
Matías Lezcano…