Historias de valientes hombres han sido escritas a lo largo de la historia universal y Argentina, actores de reparto y protagónicos han conformado nobles hazañas de rescates y defensa de princesas y también del Estado nacional; por ello es común confundir nobles personajes con viles artesanos de la mentira y la traición.
Mediante una decisión de orden parlamentario y quizás con un propósito netamente político que sirva para separar los tantos entre posibles socios y estafadores, la vicepresidente de los argentinos, Victoria Villarruel tomó la iniciativa de avanzar en el debate del DNU 70/23 -mejor conocido como “Ley Ómnibus”-. Es probable que quien demuestra una comprensión más atinada de la política argentina dentro del Ejecutivo nacional haya decidido someter este análisis sabiendo que el futuro podría ser negativo, no obstante, solamente aquellos que asumen su rol y deciden enfrentarlo son los que al final logran sembrar lo que podría ser una cosecha favorable.
Entre debates y enfrentamientos de tipo ideológico se consolidó un breve intercambio de ideas para considerar el futuro del citado DNU en el Senado de la Nación, en el cual las secciones partidarias que conforman el cuerpo se mostraron unidas en su mayoría, destacando virtudes y aciertos de esta propuesta normativa. Por supuesto que la mayoría conformada en ese momento tomó la decisión de no aprobar el documento; sin embargo, pareciera que lo importante no fue la aprobación o no del instrumento legal sino lo que vendría después.
El después de la votación es la separación de las aguas en intenciones personales; es decir la demostración de quien es quien; por un lado, los ya conocidos representantes de la ideología kirchenrista/peronista destructivo, y la de aquellos que muy alejados de su responsabilidad institucional decidieron confirmar sus intenciones personales, algo que se advirtió en opiniones pasadas. Los invito a repasar en https://radioup.com.ar/la-ultima-rosca/. Y, por supuesto, un oficialismo débil en el parlamento.
Sobre aquellos que, alejados de su responsabilidad institucional son parte del cuerpo, como es el caso del senador del espacio de Evolución Radical y presidente de la UCR, Martín Lousteau, en una clara representación de sus intereses personales o sectoriales, emitió su voto negativo. No se trata de una representación particular, sino de una idea común, en esta historia no se juzga la voluntad sobre el DNU, sino la actitud del conjunto; es decir frente a una discusión de formas el presidente del partido solitariamente comprendió que el conjunto de los senadores de la UCR debían votar en contra; sin embargo, esto no ocurrió, y en la soledad se evidencia un interés personal quizás una obediencia debida al poder gobernante anterior se pronunció justificando su decisión con un tibio “no voto a favor porque es inconstitucional”.
Pues aquí yace la discusión, cualquier acto de gobierno que es sometido a discusión de los parlamentos busca ser evaluado y posteriormente acreditado como constitucional o no, por lo cual esgrimir la inconstitucionalidad del documento que está siendo sometido para que posteriormente se convierta en constitucional no es más que un debilitado argumento de alguien que evidentemente -como se ha dicho en otras líneas- persigue intereses de orden personal vinculados a objetivos que nada tienen que ver con las observaciones que oportunamente fueran mencionadas por los Gobernadores y los Presidentes de los Bloques de Senadores y Diputados Nacionales de su propio partido.
Entonces, podemos presumir que aquella batalla que se libró entro griegos y troyanos, cuando los primeros se valieron de la astucia y lograron introducir un enorme caballo de madera lleno de soldados en su interior y así infiltrarse en el corazón de Troya hasta destruirla por completo, es un fiel ejemplo de lo que representa la figura del senador radical que decididamente se pronuncia anteponiendo su voluntad y promoviendo la separación interna de lo que podría terminar siendo un bloque que genere consensos y el rumbo que la argentina precisa.
La posición en la que se ubica el radicalismo en la actualidad a nivel nacional con 4 gobernadores, 35 diputados nacionales y 13 senadores exige un comportamiento de representación responsable y lineal; la fragmentación de esta fuerza solamente promueve el caos social y la oportunidad para que las fuerzas lideradas por el rancio modelo de destrucción política encabezada por el kirchnerismo se presente como una opción nuevamente en las próximas elecciones sembrando la falsa ilusión de la defensa de los vulnerables.
Construir consensos en la base de la unidad partidaria es la única manera de gestionar la voluntad destructiva de los que anhelan volver a apoderarse del Estado nacional y de aquellos que por impericia o conducidos por intereses de orden económico buscan imponer sus intenciones mediante extorsión y el mote de “Casta” a todo aquel que no piense como ellos. Esta responsabilidad le cabe a un partido que ideológicamente se ha presentado como alternativa a los extremos desde sus inicios y que evidentemente la claridad de sus ideas actualmente tiene origen en el interior del país y no de quienes la conducen desde la Capital Federal.