Desde inmemorables tiempos en los cuales América del Sur aún se encontraba lejos de la influencia de Europa, existía un imperio que brillaba y se expandía a lo largo del continente y que hoy conocemos como el Imperio Inca. Arquitecturas impresionantes, plagadas de misterios formaban parte del vasto imperio que nada tenía que envidiarles a las civilizaciones europeas de la época. Hoy en día observamos su legado con admiración y reflexionamos sobre sus grandes emperadores como lo fueron Pachacútec y Túpac Amaru, el primero y el último emperador del Imperio Inca.
Así como en su momento el Imperio Inca fue el epicentro de la civilización, luego de la llegada de los conquistadores europeos a nuestro continente y una vez consumado su dominio (a base de plomo y sangre, nunca está de más recalcarlo), sentaron sus bases y en una ubicación similar donde se encontraba el Imperio Inca lo “bautizaron” como Virreinato del Perú. Pasaron tres siglos de dominación, hasta que comenzaron los procesos independentistas, y en el Virreinato del Reino del Perú convergieron dos de los héroes más grandes de nuestra historia: los Libertadores José de San Martín y Simón Bolívar. Más allá de que el proceso independentista en el Perú no fue una tarea fácil, finalmente logró su tan ansiada libertad.
Volviendo a la actualidad, Perú se encuentra atravesando momentos políticos difíciles en los cuales ya han sido destituidos tres presidentes, a través de una herramienta constitucional conocida como juicio político. Pese a que tanto nuestros medios locales como parte de nuestra dirigencia política ponen el grito en el cielo cuestionando este proceso, su legalidad es incuestionable, se pueden decir muchas cosas de viva voz, como en nuestro país, donde la clase política acostumbra a realizar una copia del capitán del “Titanic”, hundiéndose con el barco, sin importar las consecuencias de las muchas veces pésimas medidas tomadas por el gobierno de turno; medio similar al “siga siga” en un clásico del fútbol local. Tal vez deban tener en cuenta que mientras ellos se hunden con el barco, nos hunden al resto, y en la lógica del “siga siga”, somos los ciudadanos los que nos quedamos con las piernas en la miseria.
Analicemos un poco más el proceso de juicio político en Perú. Como bien señalé, es un proceso Constitucional (Art. 99 y 100) que debe aprobarse en el Congreso Nacional. Dicho Congreso es unicameral (se les llama congresales a sus integrantes), que a su vez cuenta con una Comisión Permanente (funciona todo el año, inclusive cuando el Congreso se encuentra en Receso) y es el organismo del cual surge el pedido de juicio político, debiendo después ser aprobado por 2/3 de los miembros de los congresales. Con esto queremos decir que el mecanismo del juicio político se encuentra bien “aceitado” y establecido.
Lo que es una anomalía para nosotro; en Perú ha sometido a tres de sus últimos presidentes a este proceso, siendo destituidos los mismos tres: Martín Vizcarra, Manuel Merino y Pedro Castillo, y los últimos cinco (contando a los 3 mencionados) se encuentran bajo procesos penales, bajo sospechas por probables hechos de corrupción.
La actual presidente del Perú, Dina Boluarte se encuentra en el foco de la polémica ya que existen sospechas sobre la legalidad de la declaración de bienes que presentó cuando llegó a la presidencia. A través de sucesivas investigaciones periodísticas se descubrió que la presidente Boluarte adquirió relojes de una importante y prestigiosa marca (les doy una pista, no son los Casio, Citizen u Omega) llamada “Rolex” (si usted quiere buscar el valor del Rolex más accesible verá que muy probablemente valga lo mismo que su auto), que no se incluyeron en su declaración de bienes y que dio lugar a que la fiscalía de la Nación comience un proceso de investigación, lo que llevó al posterior allanamiento de su residencia, así como también al allanamiento de su despacho (sí, usted leyó bien, se puede allanar a un presidente si un juez así lo considera). Además, así como usted leyó, en otros países se considera bastante escandaloso y grave que un presidente cuente con lujos de dudosos orígenes (aclaro que Perú no queda en Europa, o por si pensaba que estaban en otro planeta, lamento informarles que no).
Si bien, el pedido de juicio político difícilmente sea aprobado (no cuentan con los votos suficientes) habrá que esperar a ver dónde derivan las investigaciones en curso ya que si siguen aportando pruebas del delito que se le acusa a la presidente, el Congreso no tendrá otra alternativa que aprobar el proceso de juicio político. Esto nos interpela y nos lleva a reflexionar sobre nuestra joven democracia y sus instrumentos por mejorarla; nos lleva a interrogarnos si realmente es necesario llegar “con la soga al cuello” por el hecho de respetar un periodo presidencial, por más de que afloren sospechas de todo tipo contra el presidente de turno, o debemos comenzar a exigir a la clase política que actúe en consecuencia y castigue las grietas morales y éticas con la contundencia necesaria para que podamos comenzar a endurecer nuestros valores democráticos, a base de presidentes que sean conscientes de que como se dice vulgarmente “no se la van a llevar de arriba”. El que suscribe esta columna les deja ese ejercicio para la casa.