Encontrar alternativas de supervivencia es la salida para distintas familias misioneras; lo grave es sostener la supervivencia como un modelo de superación en lugar de entenderlo como un permanente sufrimiento.
Se resolvió la discusión y la Ley Bases encontró un final que, según el lugar que ocupes de la brecha, sentirás felicidad o angustia. Seguramente estas emociones están limitadas únicamente a aquellas personas que se vinculan con el Estado de manera activa o a los mercados. Pero… ¿qué deben esperar los demás?
Los demás son personas que siguen esperando la oportunidad, algunas otras que se acostumbraron a vivir de lo que el Estado les daba y una enorme mayoría que se sirve de la solidaridad de aquellos que por un compromiso ciudadano, o por un trabajo vinculado a la fe han decidido dejar de lado por un rato las paredes de una iglesia y hacer algo por los que siguen esperando.
Resulta complejo definir en pocas palabras qué es la solidaridad. Platón sostiene que teniendo cada cual la máxima de que el interés ajeno no es diferente al suyo, tenderán todos hacia el mismo fin, con todo su poder y experimentarán una alegría y un dolor común a todos ellos. Así, el impulso que podemos encontrar en aquellos que hacen algo por quienes no pueden valerse por sí mismo se vuelve la definición de humanidad.
El problema se describe cuando los diálogos de los mecanismos de control y asistencia con los que cuenta el Estado se limitan a discutir las bondades de un gobierno, en lugar de las posibilidades de mejorar el entorno. Cuando la certeza de estar en el lugar adecuado ofrece la alternativa de cambiar la realidad se debe hacer hasta lo imposible para que el Estado confluya en políticas de gobierno que resignifiquen el presente y a través de una nueva organización estructural mejore la calidad de vida de su pueblo.
Seguir esperando que organizaciones ajenas al estado sean las que brinden soluciones porque el Estado decide no entrometerse o porque la corrupción es tan grande que los ineptos deciden el presente de las familias, es razón suficiente para considerar que un Gobierno que no hace nada por revertir este presente no es otra cosa más que un criminal de guantes blancos.
De esta manera, la solidaridad se disfraza de Estado, y las organizaciones que deben prestar entretenimiento, o contención espiritual se transforman en espacios de poder territorial con base en la asistencia y no en la recreación biopsicosocial.
Serán tiempos de debates en la sociedad para actualizar conceptos; la solidaridad deja de serlo cuando se transforma en gestión paralela, como ocurre en la actualidad, y allí este concepto se convierte en una mala palabra al punto tal que los que desean colaborar comienzan a dudar de hacer el esfuerzo ante el riesgo de ser estafado por los que requieren su solidaridad y de los intermediarios que incautan la buena voluntad.
Mientras tanto, esta notable coincidencia entre un contexto desfavorable para millones de familias y la oportunidad de discutir un nuevo presente es la razón que debe elevar a la más pura esperanza de la palabra solidaridad y encontrar en las familias los caminos para construir una sociedad más igualitaria.
Aunque este pensamiento denota inocencia, es imprescindible reconocer que solo los detractores de la esperanza son los responsables que nada cambie, suficiente razón para entender que la corrupción no se expresa únicamente en el robo y la confusión entre lo público y lo privado; sino también por la inmoralidad que ofrece múltiples soluciones para que la gestión de la tristeza y la administración de la pobreza sea un negocio para los miserables de siempre.
Atento a este desafío, pongamos la solidaridad al servicio de las buenas ideas y ofrezcamos un camino de salida a quienes no conocen otra vía más que la mentira y el engaño disfrazados de políticas públicas.