Los estados provinciales en Argentina se erigen con la misma división de poderes que el estado nacional, es decir, con un poder ejecutivo, uno judicial y uno legislativo. De este último esperamos habitualmente muchas cosas, es decir, que cumpla los fines con lo que fue creado.
Según Jean-Jacques Rousseau, el poder de legislar es la esencia de la soberanía y debe ser ejercido directamente por el soberano. Desde este lugar, las personas decidirán su futuro y la forma en que desean vivir. Preservar este mandato significa comprender su función como un servicio social, para construir mecanismos de mejora permanente con capacidad suficiente de actualizarse según se sucedan las desigualdades.
Ahora bien, cuando hablamos del Poder Legislativo pensamos en el espíritu de las leyes, el rol del funcionario que mediante debates genera un andamiaje de leyes que además de proveer una estructura al sistema de gobierno, también se encarga de ser el órgano rector; aquel que vela por los intereses del estado, pero principalmente de las personas. Tanto es así que el legislador debe comprender que su rol es el de hacer, en lugar de acompañar, de cuestionar, en lugar de obedecer y controlar, en lugar de aceptar sumisamente las imposiciones ejecutivas.
Teniendo en cuenta estas valoraciones, nos preguntamos: ¿están a la altura de las circunstancias los diputados de Misiones para asumir el próximo 1° de mayo? Esta pregunta es un disparador de diversos cuestionamientos, como: ¿por qué comienzan a sesionar tan tarde?, ¿cuál es la última modernización del Estado sancionada? O también: ¿por qué los debates parlamentarios se limitan a un simple, “presento proyecto”, “acompaño y me voy a casa”?
Seguramente las buenas intenciones de los diputados que ingresan en el parlamento contagien de esperanza un parlamento que cuenta con enormes deudas de tipo legislativas y principalmente de controles que signifiquen respuestas claras para los vecinos de los 78 municipios de Misiones.
Sin caer en los cuestionamientos mediocres individuales sobre la función de los legisladores, tratemos de observar él desempeño del cuerpo en los últimos años para así poder definir si realmente existió un compromiso con los misioneros o simplemente fue una máquina de declarar personalidades destacadas y proyectos de comunicación que no le han resuelto la vida a nadie.
Tal es el planteo, que hace varios años lo que se conocía como caja de resonancia de los problemas reales pasó a ser una escribanía de débiles resultados, donde se dejaron de considerar temas importantes. Por nombrar algunos: la cuestión educativa y los docentes que siguen esperando una recomposición salarial que no llega; un sistema de salud macrocefálico que atiende en la capital de la provincia y no da abasto, cuando en los pueblos alejados escasean médicos e insumos hospitalarios; un sistema de juzgamiento en el cual los jueces deciden con carácter de patrón de estancia quien permanece detenido y quien no; enormes desigualdades laborales que empujan a los vecinos de la Misiones profunda a tener que buscar empleos en la capital provocando que dejen su familia, amigos y su vida entera en el pasado.
Estas y muchas realidades que tienen lugar en la provincia hace años deben ser resueltas por el ejecutivo provincial y si no lo hace, el legislativo debería proveer los mecanismos para que las soluciones lleguen.
Entonces, es correcto pensar que el parlamento provincial es una escribanía que garantiza el negocio de la impunidad o simplemente sucede porque los legisladores designados para ocupar una banca no comprenden su rol, o peor aún, el brillo del cargo obnubila a quien se presume con una cuota de poder. ¿Será cierto que los debates son cosa del pasado y, mientras creemos que vivimos en una democracia, en realidad estamos viviendo en una monarquía?
Surgen muchas preguntas, y encontramos pocas respuestas; no obstante, de algo debemos estar seguros. El 1º de mayo es la fecha de inicio de las sesiones en el parlamento, y con ello deberíamos saber si el problema de una provincia con tantas deudas es fruto de un gobierno egoísta o un parlamento sometido a los designios del rigor monárquico. Quizás el cambio de la autoridad presidencial de la Cámara de Diputados provea respuestas, aunque como decía Einstein, sería una locura esperar resultados distintos si se está haciendo lo mismo una y otra vez. No es únicamente responsabilidad de la oposición proponer y objetar, ni del oficialismo defender la gestión; se trata de buscar el equilibrio entre hombres y mujeres que persigan el desarrollo de la provincia.
Las esperanzas se renuevan año a año, aunque los tiempos que corren nos inviten a rendirnos debemos seguir apostando a que la única solución a los problemas son los debates de ideas, intercambios de opiniones y principalmente adaptarse a los tiempos que corren para solucionar los problemas de los vecinos y no los personales.