En lo que se consideró el puntapié inicial de una nueva etapa, fue su segunda cita con un mandatario europeo -esta vez de Alemania, la primera economía del bloque-, después de haber estado con la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, en febrero pasado.
En una Berlín marcada por tranquilidad dominical, sol, 20 grados y en medio de otra pequeña pero ruidosa protesta frente a la Cancillería Federal, el presidente Javier Milei se reunió hoy con el canciller socialdemócrata alemán Olaf Scholz durante una hora, con una agenda sustantiva entre países con clara convergencia de política exterior y clara complementariedad económica.
En lo que se consideró el puntapié inicial de una nueva etapa, fue su segunda cita con un mandatario europeo -esta vez de Alemania, la primera economía del bloque-, después de haber estado con la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, en febrero pasado. Luego de la reunión, Milei visitó el Monumento en Memoria de los Judíos Asesinados de Europa, también conocido como Monumento del Holocausto, en la ciudad de Berlín.
Milei, de 53 años y Scholz, de 66, en verdad ya se habían cruzado en la reunión del G7 del fin de semana pasado en Apulia. Pero allí prefirieron no tener bilateral, ya que durante esos foros suelen ser más bien reuniones veloces, casi de pasillo, sino que se priorizó una reunión con más sustancia y contenido aquí, en la capital. “Lo ideal es que venga, queremos verlo acá”, insistieron desde el lado alemán que, no por nada, abrió las puertas de la Cancillería Federal un domingo, algo no menor.
Si bien al principio se preveía una bilateral más institucional, con reunión privada y conferencia de prensa conjunta, esto fue cambiado a pedido argentino, algo que causó cierta perplejidad entre los alemanes. Así, la reunión fue degradada a una bilateral ampliada a las delegaciones: es decir, sin momento privado entre los dos mandatarios, sino una reunión en la que, además de Milei, también participaron su hermana, Karina, secretaria general de la presidencia, la canciller, Diana Mondino, el diputado de Pro y titular de la Comisión de Relaciones Exteriores de Diputados, Fernando Iglesias y el embajador argentino en Alemania, Fernando Brun.
Después de haber recibido ayer en Hamburgo un premio de una Asociación ultraliberal, donde pronunció un discurso de una hora durante el que fue aplaudido y ovacionado al grito de “¡libertad!”, Milei llegó a la Kanzleramt, la Cancillería Federal, a las 12 locales en una caravana de autos negros escoltados por motos oficiales y tuvo un momento incómodo. Entonces, del otro lado de la reja del moderno edificio con vista a la cúpula vidriada del Bundestag, un grupo de militantes de izquierda parecido al de ayer en Hamburgo, con decenas de personas con pancartas que decían “Argentina no se vende”, tambores, cacerolas y banderas rojas, empezaron a entonar un típico canto de las madres de Plaza de Mayo: “Olé olé, olá olá, como a los nazis les va a pasar, adónde vayan los iremos a buscar”.
Con sonrisa forzada, pero escuchando el ruido de la protesta, entonces Milei saludó a Scholz con un apretón de manos, un tanto descolocado. Ese momento pudo ser captado por fotógrafos y periodistas acreditados, entre los cuales, La Nación, desde un corralito levantado frente a la entrada del edificio, donde se veían las banderas de los dos países, más la de la Unión Europea y lo esperaban guardias de honor y una alfombra roja.
¿Es normal que haya protestas como estas? Preguntó esta enviada a un colega alemán: “Se dan solo cuando vienen dictadores, si viene el presidente de Luxemburgo, no pasa nada”, contestó. Una hora y cinco minutos más tarde, cuando Milei salió del edificio, de nuevo hubo cánticos hostiles -”¡Milei, basura, vos sos la dictadura!”-, insultos y silbidos por parte de los manifestantes, ante los cuales el mandatario libertario reaccionó levantando los brazos haciendo el gesto de la victoria y saludando. Entonces, ya habían aparecido también, detrás de la reja, algunos sostenedores, también con banderas argentinas o camisetas con la leyenda “Viva la libertad carajo”, que lo vivaron. Aunque los simpatizantes eran muchos menos.