La evolución del ser humano fue parte de un modelo educativo desde tiempos prehistóricos donde la repitencia de acciones educaba a los menores de la familia, pasando a modelos de expresiones verbales que contenían un significado hasta conquistar algo parecido a un idioma. La llegada de las migraciones, estas en contacto con las comunidades nativas e incluso el choque de culturas permitió construir nuevos modos de comunicación basados estrictamente en un modelo determinado, siempre con la permanente vocación de comunicarnos y aprender.
De esta manera conocemos a grandes rasgos cómo se transformó el modo de comunicarnos rústico, que escondía las emociones -entre otras cosas-, hasta llegar a un modelo comunicativo donde cada cosa tiene su palabra y significado, cada combinación de ellas forman fantásticas poesías y poemas. Todo esto fue y es posible gracias a la educación, que adaptándose a los tiempos que corrían fue avanzando y perfeccionándose.
Sin embargo, no todo es poesía y pasión. Sucede que la educación en la provincia de Misiones tocó fondo; se encontró con el suelo que alguna vez fue la educación pública de la provincia, esa posibilidad de que aquellos jóvenes que sin importar si son de una colonia, de la chacra o de algún pueblo o ciudad podían contar con la magia de aprender, compartir lo que aprendían con sus padres e incluso en muchos casos emocionarlos y aprender juntos.
Este presente es producto de una multiplicidad de factores. Profesionales de la educación elaboran extensos informes sobre modelos educativos junto a un gobierno provincial que insiste en indicar que existe un modelo disruptivo –cuya relevancia hasta la fecha nadie logró comprender, ni evaluar su eficacia-; incluso analistas de diversas áreas indican la problemática de la que aquí aludimos y sugieren posibles soluciones; algunas ligadas a la tecnología, otras a la educación clásica, generando mucho ruido y pocas nueces, que con el correr del tiempo los documentos que se obtienen solamente suman a la incertidumbre.
Este anfiteatro montado para tratar de diagnosticar el problema se ocupa de desviar el análisis en el factor principal que contribuye al problema central: la inmoralidad. Decimos que es inmoral cuando descubrimos que un funcionario de jerarquía del Consejo de Educación percibe un doble sueldo, o que en lugar de destinar fondos a mejorar la calidad de los edificios públicos son utilizados para pagar a organizaciones que crean cursos que suman puntos con el propósito de generar la ilusión a un docente de conseguir algunas horas de clases.
Como la capacidad de asombro no debe perderse jamás, ya que es el modo que nos permite estar en alerta y cuestionar lo que realmente está pasando, prestemos atención al Ministerio de Educación de la provincia de Misiones, que a pesar de convivir a diario con los reclamos de los docentes, paros y diversas notas solicitando se preste atención en determinados temas, decide ignorar la base fundamental de la educación de los alumnos.
Dejando de lado la cuestión salarial, que no es un tema menor, debemos observar el interés que tiene este ministerio en el modelo educativo, puesto que en aquellas escuelas donde la alimentación es parte de la educación, debido a que los alumnos además de estudiar también desayunan, almuerzan, meriendan y cenan en las escuelas. En la actualidad, los establecimientos reciben una suma por alumno que se destina a la compra de alimentos, cifra que hoy promedia entre los $50 y $110 por día, estamos hablando de una suma que no supera los $ 2500 pesos por mes.
Quizás rápidamente podremos pensar que es suficiente teniendo en cuenta que en la cantidad de alumnos se podrán lograr los volúmenes de alimento necesarios para cubrir la demanda. Sin embargo, esto no es así, puesto que además de llegar de manera irregular este aporte económico, en la mayoría de los casos es insuficiente. Para ponerlo en un ejemplo, un almuerzo sencillo y económico para 10 personas costará entre $6000 y $7000 pesos.
Mientras escuchamos hablar del modelo disruptivo en las escuelas públicas de la provincia, en las cuales antes del inicio lectivo el gobernador anunciaba 190 días de clases, hoy nos encontramos con un Ministerio que cuenta con un presupuesto de $22.767.947.000 para cumplir sus obligaciones y por lo que se ve no sabe cómo utilizar los recursos con los que cuenta. Esto indica dos cosas: o una profunda ineptitud por parte de quienes conducen la provincia o un claro objetivo de destruir la educación pública y obligar a los alumnos a recurrir al sistema de educación privada, lo que se traduce en definitiva de menos alumnos en las escuelas y más pobreza en las calles.
El camino ofrece oportunidades y desafíos de grandeza que solo pueden ser alcanzados si los que conducen dejan de lado la inmoralidad y los títulos exagerados que tapan la mentira y la estafa. De lo contrario, será la obligación de todos construir una alternativa política que ofrezca otro camino, donde la moral sea el eje de la educación.