Este 13 de marzo se cumplen 12 años desde que Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, fue elegido Sumo Pontífice, convirtiéndose en el primer Papa americano, el primer jesuita en ocupar la silla de Pedro y el primero en llevar el nombre de San Francisco de Asís.
Su elección fue sorpresiva, y su liderazgo ha estado marcado por gestos de austeridad, un mensaje de cercanía con los más vulnerables y su insistencia en el diálogo por la paz mundial.
Uno de los momentos más icónicos de su pontificado se registró el 27 de marzo de 2020, en plena pandemia de Covid-19, cuando Francisco caminó solo por la Plaza de San Pedro para impartir la bendición Urbi et Orbi. Desde el atril, reflexionó sobre la incertidumbre global con una metáfora poderosa: “Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios”.


Un Papa en tiempos de guerra
El Papa argentino ha denunciado con firmeza la escalada de conflictos bélicos y el rol de la industria armamentística. “No pensaba que sería el Papa de la Tercera Guerra Mundial”, confesó en una ocasión. Desde Siria hasta Ucrania, pasando por Yemen y la crisis de los rohingya, Francisco ha advertido que las potencias trasladan sus disputas a terceros países, dejando miles de víctimas en el camino.
Pese a sus esfuerzos por tender puentes y promover el diálogo, el líder de la Iglesia Católica ha reconocido en más de una oportunidad su frustración por la falta de respuestas a sus llamados por la paz. En sus primeros años de papado, iniciativas como la vigilia por Siria, la reunión con los líderes de Israel y Palestina, y su mediación en la distensión entre Cuba y Estados Unidos parecían abrir una nueva etapa de diplomacia vaticana.
Sin embargo, con el paso del tiempo, la indiferencia de los líderes mundiales ha dejado al Papa en una suerte de soledad en su lucha contra la guerra y la desigualdad.
Una Iglesia en transformación
Desde el inicio de su pontificado, Francisco promovió cambios profundos en la Iglesia. Con gestos simbólicos y reformas concretas, buscó alejarse de la imagen de una Santa Sede anclada en el protocolo y acercarla más a los fieles. Su decisión de no vivir en el Palacio Apostólico, su constante presencia en cárceles, hospitales y barrios populares, y su mensaje de apertura han sido parte de esta transformación.
En 2022, tras años de trabajo, presentó una nueva constitución apostólica para reformar la Curia, con el objetivo de hacerla más misionera y al servicio de la evangelización. También modificó la composición del Colegio Cardenalicio, dando mayor representación a países del sur global y reduciendo la presencia de europeos.
Su prédica contra el clericalismo y su énfasis en la sinodalidad han sido claves en su papado. Con frases como “la Iglesia no crece por proselitismo, sino por atracción”, Francisco ha impulsado una visión más inclusiva, acogiendo a los sectores históricamente marginados dentro de la Iglesia.
A 12 años de su elección, su liderazgo sigue generando adhesiones y resistencias. Sin embargo, su mensaje de fraternidad, misericordia y justicia social continúa resonando en millones de personas alrededor del mundo.