Hace más de 50 años, un peluquero en la provincia comenzó un proyecto que cambiaría la vida de muchas personas que enfrentan el cáncer. Con un profundo compromiso por la solidaridad, decidió confeccionar pelucas de manera artesanal para pacientes oncológicos, quienes perdían su cabello y no siempre podían costear una. Hoy, su hija Laura Garello continúa con ese legado, manteniendo vivo un proyecto que se basa en la empatía y la generosidad.
“Mi papá empezó con este trabajo de puro corazón”, relató Laura Garello, directora del proyecto Garello, que hoy sigue el camino trazado por su padre. “Todo se inició con algunas clientas de él, porque era un peluquero muy conocido aquí en la provincia, y así empezó a fabricar pelucas para gente con cáncer, totalmente artesanal”, comentó en diálogo con “El País de la Libertad” de Radio Up 95.5.
El trabajo, que en su origen consistía en donar pelucas a quienes no podían pagarlas, ha evolucionado, pero la esencia solidaria permanece. “La persona que no podía pagar la peluca, no se le cobraba absolutamente nada”, recordó Laura. A lo largo de los años, el proyecto fue creciendo y se formó un banco de pelucas. “Después, cuando la gente terminaba su tratamiento, devolvía la peluca, se higienizaba, se realizaban retoques y nuevamente se volvía a prestar”, explicó.
Actualmente, Laura trabaja en solitario en la confección de las pelucas, un proceso laborioso que implica tejer el cabello manualmente, coserlo a una base y ajustarlo a las necesidades de cada paciente. “Esto no es ni una pyme ni una fundación”, aclaró. Sin embargo, a pesar de los desafíos, Laura logró que las pelucas que confecciona sean accesibles económicamente: “En Buenos Aires, una peluca puede estar arriba de los 300 mil pesos. Acá, nosotros la vendemos por la mitad o incluso menos”.
Según reveló, el proyecto tuvo sus obstáculos, especialmente en lo que respecta a la colaboración con otras organizaciones. “Las veces que quisimos cooperar, enseñar, no hubo predisposición para aprender. Es un ámbito muy cerrado”, lamentó Laura, refiriéndose a otras ONGs que también confeccionan pelucas.
“Ver la felicidad de las personas cuando se ponen la peluca no tiene precio”, comentó Laura. Para muchos pacientes, la pérdida de cabello es uno de los aspectos más duros del tratamiento, y una peluca les devuelve no solo la apariencia, sino también la confianza.
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“Trato de hacerlas lo más parecidas a su cabello natural para que no se note que tienen una peluca”, agregó. El proceso no solo alivia el impacto físico de la enfermedad, sino también el emocional, ayudando a los pacientes a sobrellevar el tratamiento con mayor fortaleza.
El proyecto de Laura no se limita a adultos. En los últimos años, comenzó a confeccionar pelucas para niños con cáncer, una labor que considera especialmente gratificante. “Hemos encontrado niños que van a la escuela y, a veces, sus compañeritos se burlan porque no entienden la enfermedad. Darles una peluca es una caricia al alma”, confiesa Laura. “La felicidad de ese niño cuando vuelve a entregar la peluca no tiene ningún precio”.
Este proyecto es mucho más que la confección de pelucas; es un acto de amor y esperanza para quienes enfrentan una batalla dura. “El acompañamiento que les damos es clave. Se trata de preocuparse, de brindarles un servicio que les permita sentirse bien consigo mismos”, concluyó Laura Garello, quien sigue honrando el legado de su padre con cada hebra de cabello que teje y cada sonrisa que devuelve a quienes atraviesan el cáncer.