El IPC del noveno mes del año marcó la cifra mensual más alta desde febrero de 1991, consecuencia directa del desmanejo económico del país, mientras el ministro pasea su campaña del “yo no fui” y “ahora te prometo”. Y desde esa época no se registraban dos meses seguidos con tasas inflacionarias de más de dos dígitos. Las previsiones de los analistas empeoran y el oficialismo espera que pase el domingo 22 a clarificar el escenario.
La aceleración inflacionaria reaviva cada vez más los ecos del pasado. La tensión cambiaria en medio de una campaña electoral, los cruces entre políticos subidos de tono, se suman a escándalos y “operaciones” de uno y otro lado. Y en el medio, el ciudadano de a pie, con pesos que queman y no alcanzan, con un humor que por momentos se parece más a la resignación incrédula y por otros al hartazgo total.
Todo parece llevar al pasado. Un deja vú, un cúmulo de fantasmas o una profecía autocumplida. El durísimo dato de inflación de septiembre, que fue de 12,7%, remite a una realidad que gran parte de los argentinos ya vivimos.
Dos meses consecutivos con inflación de dos dígitos y una acumulación de más del 100% en solo nueve meses. Algo que no se registraba desde principios de 1991, cuando la era del austral como moneda de curso legal llegaba a su fin y daba paso al peso argentino, el mismo que hoy está en el centro del tironeo electoral.
Mientras el Gobierno trata de justificar en el “efecto arrastre” de la devaluación que –asegura- se vio obligado a aplicar a mediados de agosto y a pesar de que las estimaciones del propio equipo económico alentaban a una baja pronunciada para el noveno mes, la oposición golpea donde más duele y los datos duros marcan una crudeza difícil de dejar de lado.
Septiembre de 2023 tuvo la cifra de inflación mensual más alta desde febrero de 1991. El salto interanual, de 138%, en tanto, es el mayor dato desde agosto de 1991.
La situación de los precios empeora si se focaliza en algunas cuestiones. Por ejemplo, los alimentos se ubicaron por encima del promedio y subieron 15,7% en el noveno mes del año, mientras la ropa escaló al 15,7%. Incluso si se observa la medición de forma geográfica, todas las regiones del interior del país, a excepción del Gran Buenos Aires, marcaron aumentos por encima del nivel general. En la Patagonia, por caso, los precios corrieron al 14% mensual.
Esos ecos repercuten y meten más incertidumbre en un contexto en el que los pesos no alcanzan, que las estrategias de adelantar gastos se repiten apenas se cobra el sueldo, el plan o el bono de refuerzo, y donde la aceleración de precios parece ser la única constante de una economía en crisis.
El futuro de la economía, atado al resultado electoral
El altísimo nivel de inflación que dejó septiembre se posicionó muy por encima de las proyecciones oficiales y privadas, y todo lo que se avizora hacia futuro se resume en una cuestión: clarificar el escenario electoral.
Puertas adentro del Gobierno ya piensan en la reacción del mercado para el lunes 23 de octubre y hablan de un “plan de contingencia” pensado para cualquiera que sea el resultado de los comicios. Sin embargo, advierten que, ante cualquier cimbronazo, todo puede cambiar.
La última escalada del dólar blue terminó de inmovilizar los planes económicos oficiales y, pese a los intentos de justificar que los traslados a precios son “preventivos”, saben que el ruido prevalece y que si el clima sigue así, la situación puede empeorar.
Por eso, el Banco Central (BCRA) aumentó 15 puntos la tasa de referencia y la llevó al 133% anual, aunque no estaba dentro de los planes iniciales ni era la decisión más conveniente para varios referentes de la autoridad monetaria. En el Palacio de Hacienda todavía se animan a decir que mantendrán fijo el tipo de cambio oficial hasta el 15 de noviembre y que no está prevista ninguna medida disruptiva.
El Gobierno sabe, además, que llega a las elecciones con un gran desequilibrio macroeconómico. La situación cambiaria presiona cada vez más y tampoco contribuye la expansión fiscal de las últimas medidas que intentan recomponer los efectos de la devaluación post PASO, por lo que no hay indicios de que los precios se vayan a desacelerar.
Aunque las estimaciones privadas deben recalcularse casi minuto a minuto por la velocidad de los acontecimientos, no hay analista que vea la inflación cerrando 2023 por debajo de 200%. Y con alertas de que esa dinámica se profundizará hasta tanto no se tomen las medidas ortodoxas para estabilizar la situación.
El resultado electoral del 22 de octubre puede o no devolver algo de certidumbre en un escenario más que difícil y donde la alta inflación se retroalimenta y parece no tener a la vista solución.