Una extraña leyenda en las redes sociales reza: “El hombre humilde en la Argentina se allega para gobernar. Él será de casta joven y desconocida en el ambiente, mas será santo de maneras, creencia y sabiduría. ¡Él llegará luego de la tercera jornada!».
No sabemos si por una cuestión mística, astrológica o si simplemente se dio de esta manera, Javier Milei se convirtió en el nuevo presidente de los argentinos, imponiéndose en el balotaje, frente a Sergio Massa por más de 12 puntos porcentuales, consagrándose como el presidente más votado de la historia de nuestro país con más de 14 millones de votos.
Un candidato que llegó desafiando el status quo de la política argentina, iniciando su camino en la política hace tres años en plena pandemia, convirtiéndose rápidamente en diputado nacional por la ciudad de Buenos Aires sin ninguna estructura partidaria y con apenas un puñado de militantes que colaboraron en la campaña.
Si bien es cierto que la discusión de las ideas de la libertad apareció allá por 2018 y fue esparciéndose a cada rincón del país, llevando a Jose Luis Espert como el candidato a Presidente liberal, en aquel entonces ese 2% obtenido no pudo calar en la sociedad y se hablaba de un fenómeno mediático.
La candidatura de Javier Milei a Presidente llevó a que la agenda política se someta a la rediscusión no solo de propuestas de centroderecha que corrieron el eje de la discusión de propuestas, sino que también volvió a replantear el rol de los partidos políticos tradicionales, sembrándonos la incógnita de cómo una persona por su peso propio se convierte en presidente sin una estructura partidaria detrás.

Los dirigentes de los partidos políticos en este escenario de segunda vuelta presidencial quedaron más expuestos que nunca. El llamado a la neutralidad, o a establecer una postura de no acompañamiento, reflejaron solamente la tibieza de la dirigencia política de no tomar partido para no quedar pegados a un eventual fracaso, situación que el elector no acompañó y se volcó por una de las dos opciones electorales, no llegando el voto en blanco ni siquiera al 2%, bajando a la mitad en relación a las elecciones generales.
Se inicia una nueva era y se abre un nuevo panorama de la reconfiguración de la política nacional, con un Presidente sin mayorías en el congreso y mucho menos sin gobernaciones, con un espacio como Juntos por el Cambio que indefectiblemente se rearmará y surgirá un nuevo espacio (o dos), más cercano al liberalismo del ala bullrichista/macrista, y otro más cercano al entorno kirchnerista progresista que lo representa, el sector más blando del radicalismo.
Desde el lado del kirchnerismo se buscará un resurgimiento como el mejor estilo post 2015, consolidándose como la principal oposición y con Cristina operando seguramente desde las sombras hasta que aparezca un nuevo líder que lleve orden al peronismo para volver a ser competitivo nuevamente.
Comienza la reconstrucción de la Argentina, política, social y económicamente. Será un desafío superlativo para una sola persona, que deberá buscar consensos, generar acuerdos y ceder en su posición extremista en muchos casos, para poder lograr las reformas y llegar a los cambios que nuestro país necesita.
Solo el tiempo nos dará la razón. Por lo pronto, de acá al 10 de diciembre que será el momento formal que asuma el nuevo gobierno, los argentinos aguardaremos con la mayor de las expectativas y con los mayores de los miedos por lo que la gestión de Alberto Fernandez nos pueda dejar.
DIOS BENDIGA A LOS ARGENTINOS.