Por la primera vez en Brasil, dos presos lograron huir de una cárcel federal de máxima seguridad. Los fugitivos pertenecen al Comando Vermelho, uno de los mayores grupos criminales del país. Ocurrió en la prisión de Mossoró, una de las cinco que existen del mismo formato en el país.
La Secretaria Nacional de Políticas Penales asegura que el sistema penitenciario federal es “una referencia de disciplina y procedimiento, pues nunca hubo fugas, rebeliones ni entrada de materiales ilícitos”. Sin embargo, los presos Rogério da Silva Mendonça, de 35 años, y Deibson Cabral Nascimento, de 33, también conocido como “Tatu” o “Deisinho”, lograron huir.
Da Silva Mendonça está condenado a 74 años de prisión por homicidio y robo, mientras que Nascimento cumplía una pena de 81 años por organización criminal, tráfico de drogas y robo.
“Desarticular el crimen organizado”
A los dos presos se les vincula con el narcotraficante Fernandinho Beira-Mar, uno de los líderes históricos del Comando Vermelho y preso en el mismo recinto.
Los dos llegaron a Mossoró en septiembre del año pasado, después de participar en un motín de otra cárcel que terminó con cinco presos muertos, tres de ellos decapitados.
El Ministerio de Justicia no ha divulgado por ahora los pormenores de la fuga que fue confirmada por la Secretaría de Seguridad de Rio Grande do Norte. El gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva activó a la Policía Federal (PF) para capturarlos.
El sistema federal, que cuenta también con los presidios de máxima seguridad de Brasilia, Porto Velho (norte), Cantanduvas (sur) y Campo Grande (centro-oeste), fue concebido con el objetivo de desarticular el crimen organizado, aislando a sus líderes más peligrosos.
La cárcel de Mossoró fue inaugurada en 2009, tiene una extensión de 12.300 metros cuadrados y capacidad para 208 presos -cuyos movimientos son controlados en todo momento- en celdas individuales de siete metros cuadrados. La penitenciaría está en una zona aislada, a unos 15 kilómetros del centro de la ciudad.
Comando Vermelho
El Comando Vermelho (CV) nació en la cárcel de Ilha Grande en Río de Janeiro en los años 70, cuando delincuentes comunes convivieron en ese presidio junto a presos políticos, muchos de ellos procedentes de las guerrillas. De allí, probablemente, el nombre de “vermelho” (o sea, rojo). Al salir del penal, cuyas ruinas hoy pueden ser visitadas, comenzaron con robos a instituciones bancarias y joyerías. Luego comenzaron con el tráfico de drogas.
Brasil busca contener el crimen organizado, que controla siempre más personas, drogas y armas. Tanto el Primero Comando de la Capital (PCC) como el CV, los dos principales grupos criminales de Brasil, avanzan ahora en las cárceles del país, pero no son los únicos.
Un informe del Ministerio de Justicia revelado por el diario Folha de São Paulo registra al menos setenta facciones criminales que controlan gran parte del sistema penitenciario brasileño. El Comando Vermelho, según el informe, está presente en 21 prisiones, seis más que el año pasado.
En cambio, el PCC está presente en 23 cárceles, dos más que en 2022. Sin embargo, el CV es más difícil de controlar porque no está tan organizado como el Primero Comando de la Capital, que nació en 1993 en la prisión de Taubaté, en el estado de San Pablo, y que lleva sus propias contabilidad tanto en número de afiliados como de armas en su poder.
La expansión de los grupos criminales en el control de las prisiones es un fenómeno preocupante porque transforma lugares que deberían ser centros de rehabilitación en plataformas del crimen que desde allí gestionan y controlan las guerras y el tráfico en el país sudamericano.
(Fuente: Folho de S.Paulo)