El Papa Francisco llegó este viernes a Mongolia, en la primera visita de un pontífice a este país de Asia central enclavado en entre dos potencias, China y Rusia, donde espera alentar a la pequeña comunidad católica y mantener un importante encuentro interreligioso.
Tras poco más de nueve horas de vuelo, el avión que trasladaba al Papa, su comitiva y unos 70 periodistas aterrizó en el aeropuerto Chinggis Khaande, la capital del país asiático.
En Ulán Bator, epicentro de la peregrinación papal a Mongolia que finalizará el próximo lunes 4 de septiembre, que incluirá un encuentro con las autoridades, una misa pública, una reunión ecuménica e interreligiosa y la apertura de un centro caritativo promovido por la Iglesia.
Pero, sobre todo, con el lema ‘Esperando juntos’, el Papa argentino llega para alentar a la pequeña comunidad católica mongola que, con apenas 1.450 fieles, representa al 0,04% de la población en una nación fundamentalmente budista tibetana y atea por el lastre del comunismo soviético.
El Santo Padre fue recibido en un sencillo acto en el que no hubo discursos. Su anfitriona fue la ministra de Relaciones Exteriores de Mongolia, Battsetseg Batmunkh.
De manos de una joven, ataviada con un vestido tradicional mongol, recibió una taza con una cuajada típica del país, como signo habitual de acogida al que viene de fuera. Junto a ellas, estaba también la delegación eclesial del país, con el cardenal electo Giorgio Marengo al frente, misionero de la Consolata de 49 años que a fin de mes se convertirá en el purpurado más joven del Colegio Cardenalicio.
El Papa se reunió unos minutos en una sala del aeropuerto con Batmunkh, un encuentro privado que no puede considerarse como ceremonia de acogida, ya que esta se celebrará mañana.
Este viernes, la agenda oficial del pontífice, de 86 años, no tiene actividades con el objetivo de que pueda aclimatarse al cambio horario. Francisco ya descansa en la prefectura de Ulán Bator, puesto que el país no cuenta con nunciatura.
(Fuente: AICA)