Rusia y Venezuela comparten un polémico y penoso punto en común, mientras el primero ha “celebrado elecciones” en las cuales el impetuoso presidente Vladimir Putin se ha proclamado vencedor de una manera contundente ante el presidente Vladimir Putin (no es un error de tipeo aunque ustedes ya se estén burlando del que suscribe) bajo un manto de múltiples irregularidades y que muchos pueden considerar una pérdida de tiempo o un capricho que cualquier líder narcisista, egocéntrico y megalómano puede tener.
El líder del Kremlin ha logrado su propósito de demostrarle al mundo que Rusia le pertenece, y que sus planes bélicos no se detendrán a corto plazo.
Por el otro lado encontramos a Venezuela, un país que fue ejemplo de todo Sudamérica, con riquezas naturales inconmensurables, con una población cuya calidad humana es digna de reverencia, pero que actualmente se encuentra bajo un régimen autócrata, con rasgos totalitarios y cuyo mayor logro ha sido devaluar la calidad democrática a niveles lamentables; todo en nombre de una “revolución bolivariana” que haría vomitar al mismísimo Simón Bolívar.
En los próximos días, Venezuela celebrará elecciones, y como era de esperarse, las figuras mas destacadas de la oposición han sido arbitrariamente proscriptas por una justicia electoral que “casualmente” se encuentra a la orden y disposición del régimen comandado por el presidente Nicolás Maduro.
Hasta principios del Siglo XX, Rusia en su versión de Imperio, fue uno de los países cuya extensión territorial era incomparable, con aproximadamente 11 husos horarios (ejemplificando fantasiosamente; mientras que, amaneciese en Posadas, en Buenos Aires sería mediodía y en Tierra del fuego ya estaría anocheciendo). Luego de siglos de conquistas sangrientas, zares (que vendría a ser lo que conocemos como reyes) imponentes que forjaron un imperio que inclusive generó respeto hasta por al propio Napoleón (que de igual manera los invadió), se encontró disuelta en aquel octubre de 1917, mejor conocida como el “octubre rojo”.
A partir de 1917, comenzó una nueva era en Rusia, luego de arrasar con toda la dinastía Romanov (el Zar Nicolas II fue asesinado junto a toda su familia), los bolcheviques (vencedores de la revolución) fueron por mucho más y tan rotundo fue el cambio que ni siquiera conservaron el calendario gregoriano (primavera, verano, otoño, invierno). Y continuando con este vuelco rotundo, el Imperio ruso, pasó a llamarse la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas).
Con la ideología comunista como bandera, la URSS fue un protagonista fundamental del siglo XX, posicionándose como una de las súper potencias imperantes de la época, así como también nunca esta demás decirlo, se posicionó como el archi enemigo de los Estados Unidos. A tal punto llegó el antagonismo entre estas dos súper potencias que todo se resumió en la infame Guerra Fría, a partir del cual surgió el lamentable recuerdo en el cual se produce el histórico momento, la construcción del Muro de Berlín (en realidad el Muro atravesó a toda Alemania).
A fines de la década del 80, esa infamia llamada muro cayó, la URSS se partió en varios pedazos y ya se rearmaría bajo el nombre de República de Rusia, cuya pretensión principal fue que finalmente se lleve a cabo una forma de gobierno democrática (no se estaría notando), con elecciones periódicas, con un Congreso que cuente con la capacidad de contrapesar el poder presidencial (tampoco se estaría notando), etc. Luego de un confuso primer momento de la disolución de la URSS y con la renuncia de un deteriorado Boris Yeltsin (primer presidente luego de la URSS), surgió una figura prominente, joven, llamado a ser la cara de la nueva Rusia democrática, ese personaje era nada más y nada menos que Vladimir Putin. Ahora, como se rompieron la cabeza para llegar a la conclusión de que una persona que dedicó su vida a los servicios de espionaje, a perseguir a todo aquel que se le ocurra contradecir los principios del comunismo soviético, sería sinónimo de ejemplo democrático… s usted quiere considerar el efecto del vodka como determinante, se encuentra en todo su derecho.
Una vez consolidado como presidente, Vladimir Putin jamás consideró perder esa cuota de poder; al contrario, buscó todas las vías para consolidarse y fortalecerse, esa es una de las razones por las cuales se siguen llevando a cabo elecciones, pese a que no cuenta con ningún tipo de oposición, y no es porque no lo hayan intentado, tal vez se deba a que todo aquel opositor popular que amenazaba con ser un dolor de cabeza para el gobierno, terminó falleciendo en extrañas circunstancias (Alexei Navalny por citar un ejemplo). Las últimas elecciones no se produjeron con el afán de competir por el poder, se llevaron a cabo para que el presidente Putin le enrostre al mundo entero que Rusia es de él y que nadie se la va a quitar de las manos.
Ya cambiando de continente, nos encontramos con el régimen bolivariano de Venezuela, gobernado por el presidente Maduro. Primero es mi obligación aclarar que el único punto de comparación entre ambos países se encuentra en sus formas de llevar a cabo polémicas y fraudulentas elecciones, en todo lo demás Rusia de Putin es inmensamente superior al régimen venezolano.
Al principio de la columna mencioné que Venezuela fue uno de los países más importantes de Sudamérica. Efectivamente, durante la primera mitad del siglo XX, Venezuela era una potencia económica, a tal nivel que llegó a ser el segundo productor de café a nivel mundial, además de ser el país con la mayor cantidad de petróleo en el mundo (asi como usted lo lee). Sin embargo, por el agotamiento de sucesivos modelos económicos, Venezuela comenzó un proceso de declive, llegando a la década del 90 siendo un país inmerso en problemas sociales, económicos y políticos, pero con un presidente como Rafael Caldera, que logró el importante objetivo presidencial de “pacificar el país”. Esto en gran parte se debió al indulto que recibieron numerosos militares, entre ellos el que más adelante sería su sucesor, el teniente coronel retirado Hugo Chávez.
La presidencia de Hugo Chávez estuvo marcada por una manera poco convencional (para estas épocas) de ejercer el poder, con un carisma sin igual y una figura prominente, el presidente Chávez comenzó a llevar a cabo su prototipo de República Bolivariana, a través de medidas populistas que contaban con el aval de la población, que inocentemente le entregó un cheque en blanco, otorgándole asi la suma total del poder, cometiendo así el peor error que pudo haber cometido.
El presidente Chávez convocó a una Asamblea Constituyente (para reformar la Constitución Nacional), logrando así cambios claves como la reelección indefinida, y todo indicaba que su presidencia sería “ad aeternum” (eternamente), nada más que no contaba con la visita que a todos nos llega tarde o temprano, la parca, mejor conocida como la muerte.
Luego del impacto que generó su partida, asumió en la presidencia su fiel lacayo y mano derecha, Nicolás Maduro, un personaje que no le llegaba ni a los talones a Hugo Chávez, un hombre con una nula preparación para ocupar semejante cargo, pero que al mismo tiempo heredó la popularidad (ya en detrimento) del fallecido Hugo Chávez, y que pronto será su gran dolor de cabeza.
Los regímenes populistas al largo plazo se agotan, ya que las medidas que se toman a través de dicha modalidad son para incentivar el consumo y al mismo tiempo ir dilatando medidas que pronto se vuelven imperiosas. En este punto es que el mecanismo del régimen mostró su peor cara. Con una estructura estatal y paraestatal bien aceitada, el gobierno bolivariano salió a reprimir con una violencia furibunda a todo aquel que se oponga a sus ideales. Reprimiendo a la población, rompiendo relaciones con gobiernos que cuestionen sus ideales, encarcelando a opositores cuya popularidad los amenace y continuando con estatizaciones fraudulentas y pésimamente administradas, el régimen profundizó la decadencia que pronto se volvió absoluta. Dicha situación calamitosa, llevó a la población a comenzar un éxodo pronunciado, llevando a sus profesionales, académicos y excelentes trabajadores a migrar a lo largo y ancho del continente.
Este año Venezuela volverá a elegir presidente y como era de esperarse, las maniobras fraudulentas ya se encuentran en marcha. Para que usted tome una dimensión de la maquinaria del régimen, absolutamente todas las instituciones del poder se encuentran al servicio del presidente Maduro, desde la Asamblea Nacional (organismo creado por el chavismo y que atenta contra el Congreso), la justicia electoral (la justicia en general) y lógicamente el Poder Ejecutivo responden al unísono a los ideales bolivarianos y de ninguna manera permitirán que algún miembro de la oposición llegue al palacio de Miraflores. Tal es el caso que, la candidata mas votada por la oposición, María Corina Machado ha sido proscripta por el régimen y actualmente están intentando que la persona designada por ella también lo sea. El camino a las presidenciales de julio (si es que el régimen no decide anularlas) indica que Maduro continuará en el poder, y una vez mas asi como en Rusia, el temor (justificado) de la población es el factor determinante para que estos personajes hagan y deshagan a placer.
Abraham Lincoln decía que “una papeleta de voto es mas fuerte que una bala de fusil”; lastimosamente ambas poblaciones han optado por manchar obligatoriamente la papeleta, ya que han comprobado en carne propia que el daño a largo plazo es preferible a que la bala de los fusiles de aquellos regímenes que se han llevado numerosos familiares y amigos.