A través de los años, y desde este lado del charco salado que conocemos como océano Atlántico, escuchábamos rumores de que existían conflictos armados que involucraban a Israel, aquella nación milenaria, que ha sabido forjar un reconocimiento, primero como Nación y luego como Estado.
Desde aproximadamente 2000 años A.C. (Antes de Cristo) que se tiene conocimiento de la existencia de un pueblo judío, un pueblo fuerte, trabajador, sufrido, que ha sabido sortear los designios “divinos” y que se abrió paso en una historia que numerosas veces los han situado como pueblo esclavo que, en constante lucha, logra liberarse del yugo que lo sometía, tanto en relatos bíblicos como relatos históricos y sociológicos.
Ya situados en el siglo XX, el pueblo judío aún no encontraba un Estado en el cual pudiera establecerse, y se concentraban mayormente en Europa.
A partir de la llegada al poder de Adolf Hitler en Alemania y su partido nacionalsocialista (lo que se conoce como el nazismo), el pueblo judío se vio sometido a la más cruenta y espantosa masacre que se haya conocido, y todo con la finalidad última que era perseguirlos y exterminarlos.
Luego del rotundo y estrepitoso fracaso del nazismo (como ideología, como partido y como dogma) el pueblo judío pudo finalmente establecerse como Estado, en la región de medio oriente, y de esta manera comenzaron a plasmar sus ideales, en una tierra como podía identificar como propia.
Habiendo dicho esto queridos lectores, también debemos mencionar que la paz en la zona en la cual se forjó y estableció el Estado de Israel lamentable no fue duradera, ya que sus vecinos no verían con buenos ojos tener de vecinos a un “aliado de occidente”.
Si bien en 1948 se declara la independencia del Estado, solamente fue una independencia de “papel” ya que los conflictos bélicos comenzarían a suscitarse a la brevedad.
Sin embargo, comencemos a retrotraernos en las relaciones entre los Estados de Irán e Israel. Tranquilamente podríamos realizar un viaje imaginario hasta la época del Imperio Persa y sus idas y vueltas con el pueblo judío, pero no considero necesario rebobinar tanto, situémonos mejor en el siglo XX, donde ambos ya vivían realidades similares.
Durante gran parte del siglo XX, Irán fue un reino (no, no es broma y no estamos hablando de Europa, usted oyó bien) el Imperio Iraní estaba dirigido por el Shá (sería sinónimo de rey) Mohamad Reza Pahlevi. Si bien Israel tuvo una continuidad de primeros ministros, existieron entre ellos figuras muy destacadas, entre ellos David Ben-Gurion, Golda Meir, Shimon Peres, entre otros, (los invito cordialmente a averiguar acerca de estos grandes personajes).
Volviendo a las relaciones, en ese momento carnales entre Irán e Israel, era tal los puntos de coincidencia que varias constructoras israelitas trabajaban dentro de territorio iraní, asi como también, era el destino principal de sus exportaciones. Se podría considerar este tipo de relación del tipo carnal, (no estimado lector, tampoco se refiere a eso que usted está pensando) se utiliza esa denominación para una mejor descripción en cuanto a las cercanías entre países. Para darle mayor contexto, uno de los principales suministros petroleros de Israel era Irán, y ese es un dato muy importante, ya que como usted bien sabe, el petróleo puede forjar las mas robustas alianzas, pero también puede ser la causa de grandes conflictos. Aquí, nuestro vecino de Norteamérica, mejor conocido como Estados Unidos, ocupa un papel fundamental.
Mientras transcurría la década del 70, estalló un conflicto a gran escala que se conoció como la guerra del “Yom Kippur”. Dicho conflicto involucró a los “buenos” vecino de Israel Egipto y Siria. Se denominó de esta manera a la guerra porque Yom Kippur es una festividad muy importante en Israel; su significado exacto es “Día del perdón”.
Mas allá de que el conflicto bélico duró 19 días, tuvo un desenlace más que significativo ya que se produjeron notables cambios en la geografía de la zona, favoreciendo al vencedor del conflicto, es decir Israel. Estos son detalles importantes ya que dicho conflicto derivo a la conocida crisis del petróleo en el año 1973, crisis que afecto al planeta entero, por eso cuando usted se pregunta, señor lector, por qué debería de interesarle estos temas, piense en su tanque de combustible y que sucedería si de un día para el otro la manguera que desemboca en él para llenarlo de ese líquido que produce que el motor de su vehículo genere movimiento, se encontrase vacía por tiempo indeterminado. Sendo menos drástico y haciendo un ejercicio de economía, pensemos en lo que sucede cuando un bien (en este caso el petróleo) es escaso, o es muy difícil de conseguir, los precios se dispararán hasta la estratósfera (célebre frase de un poco célebre expresidente argentino). Habiendo dicho esto, también debemos mencionar que la culminación del conflicto mencionado fue beneficioso para Irán ya que recuerde usted que era uno de los mayores proveedores de petróleo de Israel.
Años después, en el 1978 para ser más precisos, Irán atravesaba momentos de crisis políticas y económicas importante, una parte importante de la sociedad no veía con buenos ojos al gobierno del Shá y su política pro-occidental (las relaciones del Shá con Estados Unidos era muy cercana), y además de esto, un hombre religioso muy influyente y poderoso mejor conocido como el Ayatolá Ruhollas Homeini, condenado al exilio, realizaba fuertes campañas en contra del imperio iraní cada vez que tenía oportunidad, esto incluía a la demonización constante del Estado de Israel, llamándolo “mini Satán” (para lograr un mayor contexto recomiendo la película “Argo”) y manipulando a las masas para volcar todo este odio a los sectores disconformes. A fines del año mencionado comienza una revuelta en todo el territorio iraní, denominada “Revolución Islámica”, en el 1979 los rebeldes logran derrocar al Shá Pahlevi, que, sin otra alternativa, huye al exilio. A partir de este momento, los lazos con Israel se rompen y ambos países se vuelven enemigos acérrimos, inclusive desde Irán convocaban a “extinguir” al Estado como tal, desconociéndolo por completo. Desde ahí los interminables idas y vueltas conflictivos entre ambas naciones, ha sido un sinfín de conflictos que, hasta nuestros días, han sido indirectos.
En octubre del 2023, también en fechas del “Yom Kippur”, Israel sufrió una de las peores masacres dentro de su territorio de lo que se tenga memoria. Si bien el ataque fue perpetrado por la organización terrorista Hamas, es de común conocimiento que quien apoya económica y logísticamente a esta organización es nada más y nada menos que Irán, así como también lo hace con otras organizaciones como Hezbollah y los rebeldes hutíes en Yemen (en este momento usted podría hacer una pausa para preparar el mate). Esta forma de proceder (solventar organizaciones terroristas con el fin de atacar a Israel) deriva en constantes conflictos armados indirectos.
Sin embargo, el fin de semana pasado se produjo un hecho sin precedentes: Irán realizó un ataque (intencionalmente anunciado con antelación) directo a Israel, quitándose finalmente su máscara “transparente” de constante agresor. Sin embargo, no sería justo indicar que este ataque anunciado, fue según Irán, justificado ya que semanas atrás, Israel bombardeó un edificio de inteligencia iraní ubicado en la ciudad de Damasco, Siria, eliminando a 3 altos miembros de la guardia revolucionaria. Sin embargo, desde el gobierno israelí ya han anunciado que se tomarán represalias a la brevedad.
A modo de cierre y hasta la publicación de la columna, nos encontramos en una situación tensa, con mandatarios de ambos países que se encuentren bajo una presión constante y sin ningún margen para llamar al cese de hostilidades, que nos lleva a pronosticar una continuidad del conflicto que irá escalando si es que sus respectivos aliados se inclinen por susurrar palabras que deriven en acciones de alto riesgo. Debemos estar atentos a todo aquello que pueda suceder porque usted recuerde, la zona en la cual se están llevando a cabo estos conflictos, son zonas petroleras y con múltiples intereses en juego, incluido el de las super potencias.
Mientras tanto, deberemos armarnos de paciencia y esperar que cualquier medida no implique una gran escalada cuya magnitud produzca que las esquirlas nos lleguen a estos lados del salado charco al que llamamos océano Atlántico.