La situación del Gobierno nacional se asimila cada vez más a un reality televisivo de la política que a la gestión de la cosa pública como tal. Es que una de las grandes coincidencias que se dieron en estos primeros seis meses es que a la par que se iniciaba un gobierno nuevo, un grupo de personas se aislaba en una casa alejados de la realidad externa, siendo puestos a los ojos de todos las 24hs del día.
Un gabinete constantemente observado en la búsqueda de resultados o errores que los obliguen a “dejar la casa”, con un presidente muy parecido al personaje de Furia, arremetiendo contra todos, con malos modales y una forma muy grotesca de decir las cosas, pero que a pesar de ello continúa con un respaldo muy importante, son algunas de las similitudes que podemos destacar si usted es conocedor del mencionado certamen o de los movimientos en el gabinete.
Seis meses se cumplen del inicio de mandato del primer presidente reconocido como liberal libertario, en los cuales los logros no se han plasmado en el contento generalizado de la sociedad, que, a costa del equilibrio fiscal, ha visto planchado el nivel adquisitivo de la clase media, a la que cada vez le cuesta más hacer frente a las deudas, entrando en un ciclo de refinanciamiento constante para hacer frente a cuestiones básicas de pagos de servicios, educación y alimentos.
El difícil desafío de gobernar esta gran casa de más de 40 millones de participantes, llevó a la jugada política de tratar de instaurar en el centro de las discusiones de café, la dicotomía de aceptar un fuerte ajuste fiscal en virtud de sostener el déficit, a cambio de la gradual baja de inflación con pérdida del poder adquisitivo real, y una continua política de lucha contra la corrupción en causas de investigación destapadas por una de las participantes más cuestionadas, pero fuertemente respaldadas por el presidente, la ministra Sandra Petovello.
Un gobierno que para el espectáculo televisivo funciona muy bien, atrajo la atención de todos los que no habitan el suelo argentino, impulsando un contagio de “derechización” de la política mundial, destacado por el carácter de las reformas y la velocidad con la que Argentina ha vuelto a la escena de los principales países del mundo.
Sin embargo, puertas adentro empieza un proceso de urgencias por resultados políticos principalmente, que permitan descubrir el rumbo de una gestión que, en 180 días no ha tenido en su haber una sola ley aprobada, consecuencia por las cuales mediante la vía del decreto ha impulsando un fuerte proceso de desestructuración del estado con reducción de ministerios, secretarías y entes nacionales, desregulaciones para el sector privado, reducción del gasto y baja de inflación.
Pero eso no alcanza, ya que para continuar con el camino iniciado desde el 10 de diciembre precisan de dos instrumentos muy resistidos, el paquete fiscal y la ley de bases, ambas en planes de tratarse en el Senado este miércoles próximo. Unión por la Patria ha anticipado que sus 33 senadores votarían por la negativa, sosteniendo la lógica del kirchnerismo de dar vuelta todo lo que no conlleve en beneficioso para ellos; mientras que los 10 gobernadores de Juntos por el Cambio han establecido una política anti Lousteaista, destacado la imperiosidad de la aprobación de la ley en el senado para dar herramientas a un gobierno que por las malas ha emprendido el lento camino de los consensos.
A esta altura resulta casi imposible no pensar en el famoso segundo semestre de Mauricio Macri, cuando debieran haber llegado las inversiones, la economía se reactivaría y cuando comenzaría el camino de las bonanzas, semestre que aún estamos esperando.
Ninguna persona que defienda la democracia le desearía a un gobierno que le vaya mal, aunque nuestro país tiene la particularidad de tener militantes de las más diversas causas, por lo que fuera del ala más golpista del kirchnerismo, la sociedad mirará atenta lo que suceda en el Senado.
Es necesario retomar el camino de la democracia dialoguista, con un gobierno que gestione desde la comodidad y tenga las herramientas para impulsar los cambios que estima, a pesar de que estas pudieran ser poco marketineras o no gusten del todo, porque la verdadera democracia no se caracteriza justamente por contentar a la mayoría, sino como en la casa de Gran Hermano, tratar de hacer enojar a los menos posibles.