Riorda analiza los puntos negativos de las estrategias de campaña; advierte sobre los rasgos de hiperpersonalización, los enfrentamientos tribales y los procesos de desinformación; presentó un un cortometraje en la TV Pública y en YouTube.
uando cambia la comunicación política, lo que cambia es la política. Y, ante un escenario en el que “el 50% del discurso que se puede chequear es falso”, el politólogo Mario Riorda se propuso dar “un grito de alerta” para poner en evidencia las distorsiones que se afianzan en las campañas electorales en el país y en la región. Ideó ese “grito” en el formato de un cortometraje, que con el título “Paren un poco” presentó en la TV Pública y en Youtube.
“Hay una acelerada metamorfosis en la comunicación política. En esta campaña electoral son muy claros los rasgos de hiperpersonalismos, comportamientos tribales, que producen grupos irreconciliables, y los procesos de desinformación, que se agigantan con el auge de las redes sociales”, advirtió Riorda en un diálogo con LA NACION. Lleva sobre sus espaldas varios años de análisis de campañas políticas en el país y en el exterior, sustentado en una sólida formación académica.
Director de la maestría en comunicación política de la Universidad Austral y presidente de la Asociación Latinoamericana de Investigadores en Campañas Electorales (Alice), Riorda analiza en el cortometraje –que también se verá en YouTube– los nuevos rasgos de los discursos políticos. Incluye la participación de actores, que parodian escenas de la realidad.
–¿Cómo evalúa la campaña del oficialismo en la Argentina?
–Es una campaña obvia, se reconoce que Unión por la Patria no tiene la potencialidad electoral de otros años. Se conforma con una campaña de tercios, en busca del voto de los propios, que representan el último caudal electoral de 2021. Se ha corrido a la derecha. Sergio Massa es el menos progresista de los actores que podía haber ofrecido la coalición oficialista. No hay una tensión interna fuerte, pese a la lista de Juan Grabois.
–¿Lo ve a Massa metido de lleno en la campaña?
–El frente oficialista le ha dado libertad discursiva. Pero no la ejerce en un 100 por ciento. Es mitad ministro de Economía y mitad candidato. Es una postura híbrida. Hay, por otra parte, una pérdida relativa del peso de los partidos políticos. Muchas ofertas son canalizadas por los movimientos.
–¿En qué medida la grieta puede influir en la elección?
–La grieta está presente, pero con menor fuerza, por lo menos en las primarias. Es más importante la grieta dentro de Juntos por el Cambio. Lo que prevalece es la tendencia tribal, la práctica de denigrar al adversario, lo que hace difícil el camino del diálogo y la construcción de consensos.
–¿Las chances de Milei no cayeron recientemente?
–La Libertad Avanza ha bajado, pero en distritos muy discretos. Mantiene todavía buenas expectativas en al menos cuatro provincias, patagónicas y del norte. Aunque no significa que el desempeño de Milei sea igual que en la Ciudad y en la provincia de Buenos Aires. Un descenso no es un desplome. En todos los escenarios provinciales siempre hubo sorpresas.
–¿Qué cambios se reflejan en el discurso político?
–En el escenario electoral hay poco espacio para la reflexión. Quien gana grita y quien pierde, también. Nadie se calla. Estos nuevos modos de hacer política se expresan en el ataque continuo al adversario, por encima de las ideas propias. Se niega al otro, se lo humilla, no hay un esfuerzo para mostrar lo que uno es y las propias propuestas, sino que el candidato se construye por oposición.
–¿Cuáles son los rasgos más preocupantes?
–El proceso de hiperpersonalización, que muchas veces significa dinamitar la institucionalidad. Algunos actores políticos se convierten en mojones ideológicos y por la extravagancia de sus propuestas son ordenadores de la discusión pública. Otros elementos negativos son las tendencias tribales, que promueven el enfrentamiento. El otro es transformado en objeto de denigración. Otro factor característico de estos tiempos son los procesos de desinformación.
–¿Cómo se produce esa desinformación?
–Hay estudios que confirman que el 50% del discurso político que se puede chequear es falso. Aunque sabe que los contenidos son falsos, la gente los comparte. Este proceso lleva ya seis o siete años en el orden internacional. Ya lo vimos con Trump y con las conferencias matinales de Andrés Manuel López Obrador en México. Un 25% es verdadero, pero no del todo. Por ejemplo, reivindico que aumentó el presupuesto en educación. Pero si descuento el impacto de la inflación, ese incremento no es tal. Y solo el 25% del discurso es verdadero.
¿Es una distorsión aceptada por todos?
–Es una actuación irresponsable. La verdad en la política pasa a ser un bien privado. Cuando las agencias de chequeo verifican que un dato es falso, no digo nada. Pero si corrobora que es verdad, ratifico mi punto de vista original. Existe el peligro de una industria informal que penetra con desinformación en las campañas electorales.
–¿Los procesos de desinformación y de agresividad se presentan solo en la Argentina?
–No. Está el caso de Vox, en España. El mundo habla del extremismo de Vox, pero finalmente los resultados no lo acompañan.
–¿Si al final no sacan tantos votos, por qué es un problema preocupante?
–En América Latina hay experiencias recientes que resultaron exitosas. Por ejemplo, Jair Bolsonaro en Brasil. Y, en Estados Unidos, Donald Trump. Pareciera que esa radicalización genera en Europa una reacción progresista, pero en nuestra región, no tanto. En varios países estas expresiones hiperpersonalistas y tribales llegan por lo menos al ballottage.
–¿Qué características tienen hoy los discursos de campaña?
–Hay una caída de la construcción de consensos. Se ven campañas monologales, queda afuera la dinámica de los acuerdos, de la negociación y de la gobernabilidad futura. En Estados Unidos se habla de la característica de los partidos espejos, que gobiernan como un espejo para sus propios votantes. Tratan de acercarse y lograr la fidelidad en un 100% de su público.
–¿Tienen impacto hoy los debates electorales?
–Son necesarios los debates electorales, aunque algunos estudios académicos demuestran que allí se dan los mayores niveles de pérdida de adhesión para los candidatos. La comunicación no verbal es más importante que el discurso propositivo. Constituyen, principalmente, una comunicación negativa de comparación explícita.
–¿Qué impacto puede tener la abstención en las próximas elecciones?
–Habrá que fijarse en los niveles de ausentismo. Creíamos que la abstención favorecía a la oposición y complicaba a los oficialismos. En las últimas elecciones de la ciudad de Córdoba favoreció al oficialismo. Estamos frente a un escenario de incertidumbre y vértigo.
(Fuente: La Nación)