La instalación del clima de pánico moral resulta claramente visible en las artimañas comunicacionales de las campañas en la recta final.
Se acerca el final de campaña electoral en nuestro país y la instalación del clima de pánico moral resulta claramente visible en las artimañas comunicacionales de las campañas. El pánico moral fue descripto por Stanley Cohen en 1972 como una reacción de un grupo de personas basada en una percepción falsa o exagerada respecto de un grupo (mayormente de una minoría) cuya desviación los convierte en una amenaza para los valores e intereses de la sociedad.
Este clima, por otra parte, se alimenta del desprestigio y la pérdida de confianza en la política que encuentra como respuesta aumentar el odio para destruir la confianza y, en lugar de construir, demoler las chances del opositor.
Los ánimos negativos de la sociedad argentina hacen que esté a la defensiva e inclinada a reaccionar rápidamente a noticias impactantes y escandalosas esperando la definición de su voto el próximo domingo. Esto hace que la campaña se ensucie más que nunca porque las mentiras y las verdades a media resultan efectivas en este clima, aunque luego la cosa pase y, cuando todo se enfríe tras las elecciones, muchas de estas denuncias quedarán en la nada por ser incomprobables y si tienen algún viso de verdad y logran trascender de lo mediático a lo judicial lo harán ya demasiado tarde.
El desprestigio de la política suele tener consecuencias negativas para una democracia en la cual la confianza en las instituciones es fundamental. El pánico moral tiende a romper el diálogo y la cooperación social dejando generalmente heridas profundas y dando pleno lugar a viejas mañas. Este clima es ideal para presentar la campaña como una batalla épica que puede ser trascendental para el futuro del país cuyo argumento siempre culmina con la vieja fórmula de que fuera de la propuesta del candidato lo que hay es la semilla del caos y el desorden.
Pero este clima no surge nada más de una situación de hartazgo de la gente que se trata de capitalizar, sino que también es la forma de tapar con cualquier hecho la crisis económica brutal que cada día se hace más evidente. Con el tono épico, la corrupción queda en segundo plano casi inmediatamente, ya que la secuencia de las operaciones es inmediata.
Nace un nuevo liderazgo unipersonal en Javier Milei que ahora se convirtió en favorito porque deja de lado los estilos que hasta hoy eran de tan seguros obligados. Junto con estos estilos deja de lado a los partidos políticos estructurados y tradicionales que están siendo vapuleados por un candidato que rompió los moldes de un sistema.
¿Estaremos preparados para una nueva forma de gobernar? Los argentinos somos resilientes pero lo cierto es que una forma de gobierno sin consensos seguramente implique tirarnos a un vacío que nos llevará a una transición difícil y dolorosa. Pero también es cierto que la economía estalla por los aires en cualquier momento mientras el actual ministro-candidato Sergio Massa sigue sosteniendo la promesa de que todo cambiará si llega al gobierno, como si hoy fuera ministro de Economía de Suazilandia que estuviera como invitado de lujo o como si estuviera viniendo de la estratosfera pero, sobre todo, como si no pudiera hacer nada desde el sillón de ministro de Economía de un presidente que solamente se acuerda de que lo es para ir a hacer sociales viajando por el mundo.
Por su parte la oposición de Juntos por el Cambio durmió, gastó sus energías y posibilidades en una interna injustificada y sin sentido que dejó a una Patricia Bullrich ganadora de la capitanía de un barco que se hunde. Bullrich, y con ella toda la coalición, juega ahora su último manotazo de ahogado buscando recuperar en una semana la unidad que no fueron capaces de consensuar internamente durante casi un año de idas y vueltas con la danza de candidaturas. Ahora pretenden olvidar todo para demostrar que están a la altura de gobernar superando las internas del ex Frente de Todos y concentrando sus energías en la administración seria y comedida.
Triste semana nos espera en este final de campaña. Nos tocará atravesar un mar de excusas que justificarán los carpetazos, los recuerdos y las denuncias. Cualquier justificación será dada a un pueblo que de tan confundido lo único que sabe del domingo es que irá a votar descreído.
Argentina es un país adolescente sin profundidad política a causa un daño moral producto de décadas de precariedad. Argentina tiene enorme potencial con gran cantidad de recursos pero que no puede aprovecharlos porque tiene inestabilidad política crónica porque no tiene un modelo ni un plan. Por eso es comparable con la volatilidad emocional de un adolescente con sus ciclos económicos de crecimiento y recesión. Una inflación que está por las nubes producto de la falta de planificación. Los conflictos sindicales y sociales diarios generan tensiones comparables con la rebeldía y búsqueda de identidad de un adolescente que no tiene temas sobre los que sea posible ponerse de acuerdo porque la marca de distinción de la edad del pavo es el, ante la duda, estar en contra.
Falta una semana para que hagamos honor a una historia rica siendo conscientes que, pese a todo, el voto es la forma de expresión de la voluntad de la sociedad que sirve para tomar una decisión colectiva. Pese a nuestro justificado pesimismo debemos ser conscientes y responsables en la elección del candidato o los candidatos porque siempre hay gato encerrado entre las boletas. Por eso es necesario hacer a un lado los rencores para analizar las boletas y revisar personajes, propuestas y un pasado que están callados y escondidos pero están: los Kirchner, Albertos Fernández Aníbal Fernández, Amado Boudou, Santiago ¨beca¨ Cafiero, el tratado de Irán, la muerte de Nisman, la destrucción de la economía, los años del cepo y la pérdida de reservas. Pero también están la ruptura relación dólar-peso, la pobreza histórica, los Barrionuevos que saltan de acá para allá guiados por el poder.
También en las listas podemos ver los arreglos de la política que solo piensa en salvarse como Malena pidiendo que Cervetto entre como concejal en Tigre o lo ya dicho tantas veces del armado de listas de La Libertad Avanza por parte de Massa que puede verse en San Isidro donde el candidato a intendente Rodolfo Paolucci del partido de Milei es pariente de Malena Galmarini. Lo mismo vemos en Lanús con el primer candidato a concejal, Pedro del Oso, vinculado al peronismo local o con Marina Ayesa, del riñón de Nicolás Russo (reconocido dirigente del massismo en esa localidad). Pero esto trasciende al massismo, en Moreno LLA lleva de candidata a Andrea Vera, hija de Ramón Vera, militante histórico del kirchnerismo. De igual forma, en San Pedro tenemos a Ramón Salazar, ex intendente del 2021 al 2023 por el Frente de Todos. Y en Colón, Rosana Cejas, sindicalista peronista, la esposa de Pablo Ansaloni, el peronista que venía del sindicato UATRE y que controla el partido FE.
En un país en dónde se propone que las instituciones son muchas veces el principal obstáculo para transformar la Argentina. Milei alienta la reforma desde la destrucción total porque alimenta la bomba que es el país, pero parece olvidarse (o no importarle) que si explota la bomba estamos todos adentro y no podemos salir. Estimulan la bomba económica y el descontento social como si ellos no fueran parte de esta explosión y como si les fuera sencillo resolver una situación social que está mal y quieren empeorar.
“Una papeleta de voto es más fuerte que una bala de fusil”. Abraham Lincoln