Muchas veces sostengo que las autorreferencias no son demasiado buenas o quizás atractivas para el lector cuando de resaltar algunos temas se trata. Sin embargo, la semana pasada durante la Editorial de la Última Rosca del día jueves, se me ocurrió poner un título a dicho segmento sobre una cuestión que mantiene a los argentinos detenidos en el tiempo.
Se me ocurrió nombrar “Discusiones que atrasan”, a aquella situación política-ideológica que se repite en la historia argentina cada 24 de marzo, al hablar más que de los hechos sucedidos, a la forma y especificación de contar los acontecimientos de aquella época.
La historia, entendida como la ciencia encargada de estudiar los eventos del pasado, tiene pocos o casi nulos lugares donde poder desviarse o permitir narrar los acontecimientos sucedidos de una manera diferente a la acaecida. Es el relato político nacional y popular, el que encontró la manera de no solamente contar los acontecimientos que sucedieron de una manera marketinera, sino que también, de manipular los datos, torcer la historia, buscar héroes y enemigos y posicionarse como los únicos garantes de la verdad revelada.
Los acontecimientos sucedidos el 24 de marzo de 1976 y todos los transcurridos durante los 7 años que duró la dictadura militar son innegables; como así también son innegables los atentados civiles perpetrados por el ERP y Montoneros durante la década del 70, que también causaron terror, secuestros y muertes.
La historia oficial ha demostrado en ambos casos la veracidad de los hechos, con juicios, acusaciones y demás. El poco gris en los casos de números totales, ha quedado como el punto de debate ideológico en esta búsqueda de la verdad, que el kirchnerismo ha utilizado para usar la historia en su favor.
Todo esto que marca un lugar significativo en la historia argentina, ya hace más de 4 décadas, ha mantenido al país en esta eterna discusión sobre dos posiciones ideológicas al respecto de culpables e inocentes; casos más y casos menos, héroes y villanos, situación que nos ha dejado en la eterna militancia de la verdad, sin buscar un análisis de lo sucedido, y sin proponer una búsqueda de aprendizaje de un pasado que claramente nos marca.
En este pasaje me permito citar las palabras utilizadas por mi colega Alejandro Chini, quien en referencia a esta situación decía: “Es una discusión que atrasa, han pasado más de 40 años y aún hay personas que no han entendido la democracia, y si no entienden la democracia es muy difícil que entiendan lo que pasó (…). Hay que entender que el kirchnerismo, cuando apareció necesitaba como todos crearse un enemigo, estaba imposibilitado de crearse un enemigo externo porque era muy peligroso, por lo que se creó un enemigo interno que son las fuerzas de seguridad, generando un odio visceral dentro de personas que no los conocen y no saben lo que hicieron (…). Si son 30.000, si son 8.000, lo que fuere, hace parecer que la discusión es comparable a cuando vas al casino y te da lo mismo si es una ficha más o una ficha menos; en este caso no porque es una vida, entonces discutir esto está mal. Los que todavía no entendieron el lugar que ocupa la democracia y el estado tienen que entenderlo”.
Entonces entendamos la democracia, entendamos la historia, entendamos que no se trata de quien la cuenta o quien esté en el poder al mando del aparato estatal de la comunicación. Y sobre todo recordemos la historia de quienes también durante su paso por el poder a cargo de los medios de comunicación, fueron responsables de hechos atroces.
Recordemos también los bolsos, la rosadita de Elaskar, la tragedia de Once, el vacunatorio VIP, las fiestas de Olivos, los Cecilia Strzyzowski, las Abigail Jiménez, los Facundo Astudillo Castro y todos aquellos que acá más cerca en la historia, han perecido en manos de aquellos que se creen dueños de la verdad revelada, quedando impunes y sin quienes luchen por ellos.
Estamos a tiempo de zanjar heridas, de avanzar como sociedad y de poner play a la línea del tiempo que hace bastante nos tiene detenidos en discusiones que no van a ningún lado y que solo nos divide como sociedad.