Durante miles de años las mascotas desempeñaron un rol central en la vida de los seres humanos. Primero en la naturaleza y después los abocados a la agricultura fueron importantes para la provisión de alimentos, para el transporte y como parte de prácticas culturales y religiosas. Tener animales como mascotas, si bien siempre se pensó que era una práctica moderna relacionada con la opulencia y materialismo, no es ni nuevo ni se le atribuye principalmente al mundo Occidental.
En Israel y en Europa del Norte se encontraron enterrados con humanos algunos de los restos arqueológicos más antiguos de perros domésticos y se estima que se originaron hace aproximadamente 11.000 y 14.000 años.
“Actualmente las mascotas son un miembro más de la familia y se les otorga un lugar sentimental, real y simbólico, muy importante. Los dueños priorizan la calidad y buscan lo mejor, entendiendo que el bienestar de sus mascotas contribuye al propio. Lo ven como algo innegociable a la hora de elegir qué darles, cómo cuidarlos y qué opciones tomar por su perro o gato”, explica José González, médico veterinario y uno de los fundadores de Alican, empresa cordobesa especializada en alimentos para mascotas que vende en el mercado local y exporta a Europa y a Estados Unidos.
Para Hortensia fue encontrar un nuevo motivo para levantarse cada día, un plan para completar la jornada de actividades valiosas. Un estudio de la Universidad de Florida publicado en el Journal of Aging and Health confirmó que las personas mayores de 65 años que tuvieron sus mascotas durante más de cinco años mostraron un retardo en la decadencia cognitiva. Además, una investigación encabezada por Erika Friedmann y Nancy Gee de la Universidad de Maryland que apareció en la revista Scientific Reports coincidió en que tener una mascota y sacar a pasear al perro contribuye a mantener la función cognitiva mientras se envejece. “Los psicólogos y psiquiatras sabemos hace mucho tiempo que para situaciones de depresión, procesos de ansiedad o angustia, e impactos no tan severos en la salud mental, cuidar a otro colabora en el proceso de retomar el estado de bienestar –indica Gee, una de las autoras de este último estudio e investigadora del departamento de Psiquiatría del Centro para la Interacción Humano-Animal de la Facultad de Medicina en la Universidad de Virginia–. Una de las mayores dificultades de las personas adultas es que dejan de tener responsabilidades a cargo. Empiezan a sentirse que no aportan y que su capital de experiencia y conocimiento ya no es útil”, sostiene la investigadora.
Cuando una mascota comienza a depender de ellos, esa ecuación cambia y se reordenan ciertos parámetros que les permiten, incluso, volver a socializar o hacerlo mejor. De hecho, Hortensia armó un grupo de amigas “de la plaza” según ella misma las llama. Cada día se encuentran a las 11 con otros dueños de perros de diferentes edades (no todos son adultos mayores) y dejan jugar a sus mascotas en el canil una hora, mientras conversan, toman o comen algo y, más tarde, dar un par de vueltas todos juntos, animales y personas, al parque que los reúne.
Un vínculo inseparable
Los estudios demuestran que los animales pueden actuar como amortiguadores de estrés entre los niños, pueden relajar la angustia relacionada con distintas experiencias, reducir la percepción del dolor físico y emocional; además de que un perro podría promover estilos de vida más saludables y activos, reduciendo la exposición a las pantallas. “Cuando en una investigación reciente les preguntamos, tanto los niños como los padres describieron a las mascotas como miembros de la familia y los pequeños por lo general se refieren a ellos como a sus mejores amigos”, confirma Serpell.
En www.radioup.com.ar hoy rendimos homenaje a aquellos seres que llenan de luz nuestros hogares, acompañan y se apropian de nuestros corazones… y también a cada ser humano que es capaz de abrir el alma para acogerlos. Entre los testimonios de los humanos dueños de mascotas, Nahuel tuvo su momento de nostalgia por su Hércules que dejó de vivir hace apenas un mes. Cuando fue el final, movió cielo y tierra hasta encontrar un crematorio que aceptaran cremar a su mascota. Lo encontró en Corrientes y allá fue, llorando su pérdida. Regresó con las cenizas que lo acompañan para siempre en un lugar destacado de su hogar.
Oscar Wilde solía decir que si se pasa tiempo con los animales, uno corre el riesgo de volverse una mejor persona.