Mientras en la Argentina celebramos el día de las madres, el mundo mira de reojo lo que sucede en Ecuador, que disputa una segunda vuelta presidencial en una elección muy marcada por la violencia que se viene suscitando en las calles desde antes de las elecciones del pasado 20 de agosto.
Luego de una primera vuelta marcada en la previa por el asesinato del candidato a presidente Fernando Villavicencio y el ataque a otros candidatos por parte de bandas criminales, la seguridad se convirtió en el principal eje de campaña, motivo por el cual los electores buscaron candidatos con fuertes discursos y medidas de acción que puedan combatir el crimen organizado que invade a Ecuador hace tanto tiempo.
Luisa González y Daniel Noboa se disputarán la presidencia luego de haber resultado los dos candidatos más votados en las elecciones generales, donde de resultar electos, tendrán dos años de gestión por delante para completar el mandato que deja acéfalo el actual presidente Guillermo Lasso, luego de decretar el mecanismo constitucional de “Muerte Cruzada” que disolvió la Asamblea Nacional y obligó a un llamado de elecciones para elegir a un nuevo presidente.
Sin lugar a dudas la violencia en Ecuador como en toda Latinoamérica se ha convertido en un problema más que estructural, alcanzando niveles de inseguridad alarmantes, llegando tanto a los estratos políticos como a la sociedad civil. Solamente en el primer semestre de este año, en Ecuador se han contabilizado un total de 3.568 muertes violentas, lo que se traduce en una tasa de 19,83 asesinatos por cada 100.000 habitantes.
Esta situación, motivo de múltiples factores, se encuentra fuertemente relacionada con la presencia de bandas criminales que tienen vínculos con carteles de narcotráfico, que comercializan estupefacientes, armas, trata de persona y muchas veces las disputas territoriales de estas bandas, terminan exteriorizándose hacia la sociedad generando un ambiente de inseguridad y violencia.
Este contexto lleva a entender de cierta manera la aparición de figuras por fuera de la política que aparecen como la opción más potable en materia electoral, por hacer propuestas de mano dura y discursos duros para combatir a estas bandas criminales. Ya lo hemos observado en El Salvador, y aquí Daniel Ulloa podría ser quien refleje ese mismo discurso que llama la atención del electorado.
Nada de lo que ocurre fuera de nuestras fronteras es ajeno a nosotros, el panorama Latinoamericano viene planteándose en un desafío más para cada uno de los países del continente, ya que estos problemas trascienden fronteras, produciendo de cierta manera un efecto en cadena, lo que nos lleva a mirar nuestro propio país y entender que no estamos demasiado lejos de estas situaciones.
Argentina, Ecuador y Latinoamérica entera deberán plantear políticas de integración y trabajo mancomunado en relación a estos temas que hace rato vienen cobrándose la vida de muchos de nuestros ciudadanos. Las políticas contra todo tipo de violencia deben ser una política de estado, y sean quienes lleguen al poder, tienen la obligación de luchar contra ellas.