Los santos populares, cada uno con sus particularidades, atravesaron sufrimientos, abandonos, desamores y pudieron trascenderlos. La Difunta Correa, El Gauchito Gil, son parte de nuestra idiosincrasia como pueblo que, también, siente, sufre, agradece y celebra.
La religiosidad popular se asocia con expresiones festivas, colectivas, con motivo de celebraciones religiosas como las fiestas patronales, peregrinaciones, el culto o adoración a santos o imágenes de la liturgia católica, así como en bodas y otros festejos cotidianos.
Cuenta la historia que en 1840, en un pueblo llamado La Majadita, vivía Deolinda Correa junto a su marido y el pequeño hijo de ambos. Un día irrumpieron las montoneras, reclutando soldados para la guerra. Se llevaron a su marido por la fuerza. Deolinda, joven y bella, quedó sola y desprotegida. Fue acechada por un comisario y escapó siguiendo los rastros de su amado y llevando su bebé en brazos.
Después de un largo caminar por el desierto, cayó exhausta y se recostó debajo de un árbol. Allí murió deshidratada. Unos arrieros encontraron a Deolinda tendida junto a su bebé, que milagrosamente seguía vivo, amamantándose de su difunta madre. Luego enterraron a Deolinda y se llevaron al pequeño.
Unos años después, en medio del desierto, un arriero perdió todo su ganado en una tormenta. Desesperado, se arrodilló en la tumba de «La Deolinda» y le pidió ayuda. Al día siguiente sus quinientas cabezas de ganado aparecieron sanas y salvas. Así, la Difunta Correa comenzó su largo camino en el mundo de los necesitados, convirtiéndose en la leyenda del desierto cuyano.
Analía Lepez, integrante de la Fundación Difunta Correa, en diálogo con “Primera Vuelta” de Radio Up 95.5 explicó: “Ella fue una mujer que salió desde la ciudad de San Juan en búsqueda de su marido que había sido explotado para el ejército. Ella dice que fue en búsqueda de su amor, pero en ese momento estaba siendo acosada por un comisario del pueblo. En ese camino, ella muere de sed, lo significativo es que su bebé queda viviendo, alimentándose del pecho de una persona ya fallecida. Los arrieros, que transitaban por el lugar ven a una mujer fallecida y a un bebé vivo. Entonces la gente pasaba por ahí por ese lugar y empezaba a decir que había que pedirle a la Correita”.
“Son más de 200 años de historia, donde la gente se acerca con su religiosidad popular. Hay una energía especial en el lugar, es un lugar de mucho dolor y sin embargo mucha gente también agradece haber podido superar el dolor y la angustia”, dijo Lepez.
Al ser consultada sobre si hay una fecha especial para visitar el centro de espiritualidad dijo: “Hay fechas en donde se acerca más gente, por ejemplo, en Semana Santa, porque son festividades populares, febrero es una temporada en la que llegan muchos devotos a agradecer o incluso a pedir. Llega gente no solo de San Juan, también se cerca; gente de Córdoba, Mendoza, La Pampa, Buenos Aires”.
El Gauchito Gil
Por otro lado, en las rutas del nordeste argentino, es un poco más común ver diferentes espacios dedicados al Gauchito Gil, otra de las advocaciones más queridas de la religiosidad popular.
“Yo rezaba y le pedía siempre tener una casa, y creo que por eso hoy tengo mi casa, por eso, desde que me mudé, armé un santuario y reuní a los diferentes vecinos de Garupá”, explicó Marta Posdeley, responsable del santuario del Gauchito Gil en Garupá.
Por la religiosidad popular se sabe que Antonio Mamerto Gil Nuñez, nació un 12 de agosto de un año que podría ser 1847, en Mercedes, provincia de Corrientes, en una zona que en guaraní llamaban Paiubre. Se dice que amaba los bailes y las fiestas, en especial la de San Baltazar, era devoto de San La Muerte, y tenía un excelente manejo del facón y que su mirada hipnótica era temible para los enemigos y fulminante para las mujeres. Se decía que era un peón rural, que sufrió los horrores de pelear en una guerra entre hermanos, en la Guerra de la Triple Alianza, y que luego fue reclutado para formar parte de las milicias que luchaban contra los federales.
“En Misiones lo encontramos con mucha más frecuencia, por la proximidad también al lugar principal donde se generan las actividades en relación al Gauchito Gil. Soy devota del Gauchito Gil desde hace muchos años y mi fe está puesta en él, desde que tengo el santuario en mi casa la gente viene a la fiesta y eso está bueno”, dijo Marta, quien en su casa tiene una imagen de dos metros que la mandó a hacer especialmente.
Si bien la Iglesia Católica no convalidó estas veneraciones, promovió sí algunos acercamientos. El obispo de Goya, en su momento Ricardo Faifer, visitó el santuario del Gauchito Gil en Mercedes, acompañado por diez sacerdotes y en un predio cercano se celebraron misas, celebrando la misa en veneración a la Exaltación de la Cruz.
Creencias, valores y actitudes en la sociedad argentina
Julieta Ruffa es magister y pertenece al Programa de Sociedad, Cultura y Religión del CEIL-CONICET. Dialogó con “Primera Vuelta” de Radio Up 95.5 y se refirió a la religiosidad popular y a algunas de las creencias del pueblo argentino.
“La religiosidad popular es un término que se ha apuntado sobre todo para explicar una serie de fenómenos, de prácticas y creencias que son muy propias de América Latina, y que tienen como su origen más que nada en ese proceso de mestizaje que se produjo después de la conquista y colonización de América. Este es como el origen y es un concepto que se usa para explicar estas ciertas prácticas que por ahí se alejan un poco de estos cánones oficiales de la institución religiosa más que nada”.
Ruffa explicó que “es un término que en realidad no es nativo porque ningún practicante o fiel se va a describir como practicante de religiosidad popular, sino que es algo que se pensó desde la Academia. La gente simplemente se identifica como devotos, o fieles, pero no se consideran como parte de una religión popular. Simplemente va a decir, soy muy devoto de tal santo o de tal otro”.
La religiosidad popular se asocia con expresiones festivas, colectivas, con motivo de celebraciones religiosas como las fiestas patronales, peregrinaciones, el culto o adoración a santos o imágenes de la liturgia católica, así como en bodas y otros festejos cotidianos, según los mismos documentos de la Iglesia Católica.
En relación al acompañamiento de los sacerdotes, la especialista explicó “son fundamentales, porque son quienes motorizan el culto y son los que guardan el santuario, lo preservan y también son los encargados de hacer la ejecución de los diferentes rituales para acompañar la fe de las personas”.