Cada día comienza como otro cualquiera: te despertás, te preparás y te lanzás a enfrentar la jornada. Sin embargo, ¿cuántas veces lo hacés sin verdadera conciencia, sumido en la rutina del automatismo? Tu cuerpo y tu mente avanzan mecánicamente, desconectados del presente, sin percibir el aquí y ahora, relegando la importancia de estar plenamente presentes.
¿Dónde se encontraba tu atención en ese trayecto? ¿Qué pensamientos surgieron? ¿Qué sensaciones captaron tus sentidos?
A menudo, estamos más preocupados por el destino que por el propio viaje, perdiéndonos las experiencias que podrían surgir en el camino.
Demasiadas veces reaccionamos de forma involuntaria ante lo que nos rodea, cediendo al quejido, al mal humor y a las críticas sin detenernos a reflexionar sobre el origen real de esas reacciones.
¿Son nuestros esos pensamientos? ¿Son reales o fruto de nuestra imaginación?
Muchas veces, nuestras interpretaciones están sesgadas o influenciadas por prejuicios que distorsionan nuestra percepción.
Es aquí donde el mindfulness, o atención plena, entra en juego para detener el piloto automático. Nos invita a traer nuestra atención al presente, a ser conscientes de las experiencias que vivimos y a observar con atención plena las sensaciones que percibimos con nuestros sentidos. Nos anima también a explorar en profundidad nuestros pensamientos, comprendiendo qué emociones movilizan.
¿Cómo logramos todo esto? A través de prácticas de respiración consciente. Acompañados por un instructor o solos, con la experiencia suficiente, aprendemos a dirigir nuestra atención hacia el proceso natural y cotidiano de respirar. Nos concentramos en los pequeños detalles que pasan desapercibidos durante el día. Este acto de concentración y atención plena nos permite conectar con nuestro cuerpo y calmar nuestra mente.
Por ello, el mindfulness resulta fundamental para nuestro bienestar personal, contribuyendo a alcanzar un equilibrio en la vida y a reducir la ansiedad.