Distintos liderazgos en la Argentina han marcado la historia de un modo u otro. Algunos buscaron construir la identidad nacional, otros asegurar la igualdad entre las clases sociales, otros buscaron preservar los derechos humanos y la democracia, otros distribuyeron distintos mecanismos de planes sociales.
Más allá de las particularidades y los enfrentamientos que se dieron en los distintos momentos históricos, siempre hubo un margen de maniobra donde oficialistas y opositores esgrimían sus posiciones y lograban coincidencias con el pueblo. Menos en los tiempos de terrorismo de Estado, donde muy pocos se animaban a plantarse.
Lo novedoso aquí es la aparición de un modelo de hacer política tan exacerbado, de poca rosca y de mucho enfrentamiento. Tan distinto a lo que estábamos acostumbrados que aquellos que heredaban la responsabilidad de representar a la oposición o los viejos líderes no encuentran un lugar donde dar su estocada e intentar un rumbo.
En la actualidad tenemos mucho Milei en las calles y voceros jóvenes con una gran afición por lo privado que sostienen el gobierno y le dan volumen a una idea que no sabemos dónde va a terminar, pero sí estamos seguros de que busca dejar huella en el país. Del otro lado, algunos que tratan de hablar desde una oposición sin tener claro el rumbo o el mensaje a transmitir, y un poco más allá están los que no se quieren ir y siguen encontrando la forma de ser parte como Macri y Cristina.
Pero aún falta más, donde están los dirigentes que ocuparon espacios de debate importantes en el congreso, en la televisión y en espacios de política en los últimos 20 años.
¿Qué pasó con aquellos que tenían una posición y marcaban agenda, dónde quedó ese liderazgo capaz de introducir un tema en cualquier momento?
Quizás responder esta pregunta podrá llevar tiempo y será complejo encontrar una sola respuesta. Sin embargo, lo seguro es que, aunque haya luchas de banderas históricas si aquellos que la defienden lo hacen con las manos sucias, probablemente pierdan la discusión y florezca un modelo motosierra, que seguramente no será mejor, pero al menos quedara la esperanza de ser engañados por un nuevo estafador y no por los mismos de siempre.
Este callejón que transitamos en la actualidad no es culpa de Milei, sino de los que lo han hecho llegar a Milei. Si bien es pronto pretender resultados de gestión para un gobierno que aún no completo el año de mandato, nos estamos acostumbrando a comprender que los resultados de gestión radican en achicar para perder peso y enderezar la nave. Así como un avión que necesita perder combustible en el aire para no chocar al descender, estamos viviendo etapas donde sobran muchas cosas y una de ellas son los dirigentes incapaces de proponer una alternativa al gobierno nacional.
Entonces, estamos en una encrucijada de partidos históricos o simplemente los pocos dirigentes que existen se volcaron hacia los extremos. La poca o nula presencia de líderes con suficiente solvencia en el congreso ha hecho que descubramos otro modo de escuchar la voz del pueblo. Es a través de los gobernadores que en el país se discute federalismo y es desde su rol institucional que se discute política.
Es decir, que los políticos con jinetas suficientes para fijar posturas han sido trasladados a cuarteles de invierno y reemplazados por aquellos que obtuvieron sus votos en las elecciones ejecutivas provinciales. Con lo cual no hablamos de una destrucción del modelo político argentino, sino, más bien, de un reordenamiento de las fichas.
Por otra parte, este contexto despierta una incógnita respecto a las construcciones camino a las legislativas 2025 y las generales de Santiago del Estero y Corrientes. Nos encontraremos con partidos tratando de armarse detrás de una estructura sólida que en realidad pretende dar sustento a lo rancio de cada provincia, o por fin se darán paso las individualidades que emergen y aglutinan voluntades y pasión de lucha brindando oxígeno puro a las agotadas estructuras partidarias.
Lo que queda claro es que algunos sostienen que el gran mal del país es Javier Milei, dedicándole mucho tiempo a ese planteo y nada a cuestionar a los dirigentes de la provincia. En Misiones, cada oportunidad que surge para cuestionar al presidente viene bien para acercarse un poco más al oficialismo provincial y de esa manera contribuir a la confusión electoral de la sociedad.
En conclusión, dato mata relato y, mientras el relato siga siendo sostener qué mal que la pasamos con las decisiones del gobierno nacional, en Misiones siguen buscando la forma para expulsar otro diputado de la oposición, además de prohibir la asunción del diputado que falta.
Alejandro Chini…