Misiones, se ha convertido en el epicentro de un experimento político que podría despertar la envidia de autócratas en cualquier rincón de América Latina. Desde 1999, el Frente Renovador de la Concordia, bajo el liderazgo de Carlos Eduardo Rovira, ha mantenido un control férreo sobre la provincia, consolidando un poder que recuerda inquietantemente al modelo dictatorial que Hugo Chávez y Nicolás Maduro impusieron en Venezuela. Ambos casos son ejemplos de cómo, bajo el disfraz de la democracia, se puede tejer una red de complicidades que sofoca la disidencia y perpetúa el dominio de una élite política.
Al igual que en Venezuela, donde el chavismo se aferró al poder a través del control absoluto del Parlamento, en Misiones, el Frente Renovador ha usado sus mayorías parlamentarias como un ariete contra la oposición. Con una legislatura que funciona más como una sucursal del partido que como un cuerpo deliberativo independiente, el gobierno de Rovira ha logrado blindarse contra cualquier intento de fiscalización o cambio. Cualquier intento de oposición es aplastado por un sistema que utiliza el poder legislativo como herramienta para perpetuar su hegemonía, tal como lo ha hecho el chavismo durante más de dos décadas.
El chavismo en Venezuela ha utilizado los recursos del Estado para controlar y manipular a la población, distribuyendo programas sociales con criterios clientelistas y utilizando la fuerza pública para reprimir la disidencia. En Misiones, el Frente Renovador ha adoptado esta estrategia con notable eficacia. Los recursos del Estado se han convertido en un arma para consolidar el control, desde la distribución selectiva de beneficios sociales hasta el uso de la fuerza pública para intimidar a los opositores. La corrupción y la malversación de fondos son parte del paisaje cotidiano, un precio que la población paga por un sistema que prioriza la lealtad política sobre el bienestar común.
La prensa independiente ha sido casi erradicada, y los pocos periodistas que intentan ejercer su labor enfrentan presiones que van desde la asfixia económica hasta el ostracismo social. La narrativa oficial es la única que se escucha, y cualquier crítica es rápidamente silenciada o marginada, replicando el modelo venezolano donde la libertad de prensa es poco más que un recuerdo.
La justicia: el contrapeso que incomoda
Sin embargo, si hay un aspecto en el que el Frente Renovador aún encuentra resistencia, es en el poder judicial. A diferencia de Venezuela, donde el chavismo ha logrado someter a los jueces a su voluntad, en Misiones la justicia ha mostrado ser uno de los pocos contrapesos que restan contra el poder hegemónico, a pesar que durante estos 25 años se han encargado de nombrar jueces amigos. Recientemente los intentos de perseguir a quienes se han manifestado en búsqueda de mejoras salariales meses atrás en el enigmático punto frente al Comando Radioeléctrico en la capital provincial, han encontrado cierto contrapeso por parte del poder Judicial, que ha desestimado repetidamente las denuncias por falta de mérito probatorio. Pero lejos de detener esta cacería de brujas, el oficialismo persiste en su afán de utilizar el sistema judicial como una herramienta de intimidación.
El caso más reciente es la persecución contra el legislador opositor Germán Kizcka, contra quien se ha iniciado un procedimiento de desafuero en una causa penal en la que están involucrados algunos de sus familiares, pero en la que, sorprendentemente, no existe ninguna denuncia directa en su contra. Este intento de removerlo de su cargo, sin pruebas concluyentes, es un claro riesgo para la democracia y para un sistema que se pretende denominar representativo, donde dicha legitimidad popular pierde todo sentido cuando la misma se ve truncada por voluntad de un “mandamás”, que abusa de su amplia mayoría parlamentaria, en la búsqueda de imponer sus caprichos y desvirtuar por completo el sistema democrático. En Misiones, la separación de poderes parece ser solo un mito, donde la justicia resiste con las pocas herramientas que tiene ante el avasallamiento de un poder político que no tolera la disidencia.
La hegemonía de 25 años del Frente Renovador en Misiones es un espejo en el que se refleja el declive democrático que vive Venezuela. Cada año que pasa sin una alternancia real en el poder, la democracia misionera se desangra un poco más, siguiendo una senda que ya ha recorrido el país caribeño. La persecución a la oposición, la manipulación mediática y el uso indiscriminado de los recursos del Estado son síntomas de un sistema que ha dejado de ser democrático para convertirse en una dictadura de facto.
El silencio cómplice de aquellos que deberían alzar la voz solo agrava la situación. Mientras la comunidad nacional mira para otro lado, en Misiones la democracia está en coma, al igual que en Venezuela, donde las instituciones se han vaciado de contenido democrático. La pregunta no es si la provincia podrá escapar de este ciclo de autoritarismo disfrazado de democracia, sino si, cuando finalmente lo haga, quedará algo de democracia para rescatar.
Bryan Villalba…