Quienes nos dedicamos a plasmar en pocas palabras reflexiones que a veces son solo pensamientos en voz alta, terminamos por sorprendernos cuando el mismo tiempo, responde a nuestras preguntas.
En aquel entonces solamente se planteaba el mismo interrogante que tenía la política sobre lo que se le venía al nuevo gobierno: ¿es gobernable un país con 38 diputados nacionales y 8 senadores? Si la timba llegara a la política, tengo casi la entera certeza que ninguna casa de apuestas hubiera dado por favorito al gobierno. (véase Coaliciones de Gobierno y alianzas electorales)
Durante los primeros meses de 2024, el gobierno de Javier Milei parecía una casa a punto de desplomarse. En marzo, el famoso “club del helicóptero” comenzaba a afilar sus predicciones: el presidente no soportaría la presión, decían, asfixiado por la crisis económica y la falta de gobernabilidad. La renuncia era cuestión de tiempo. Primero en abril, luego en mayo… pero lo cierto es que ese helicóptero jamás despegó.
Contra todo pronóstico, y con una habilidad política que muchos subestimaron, Milei no solo evitó la renuncia, sino que convirtió el caos en una oportunidad para reinventar la política argentina. Con apenas 38 diputados y 6 senadores, logró cegar dos vetos presidenciales que parecían imposibles de sostener y aprobar una joven ley de bases, sentando un precedente inesperado en su gobierno. La capacidad de maniobrar con tan poco respaldo legislativo descolocó a sus detractores y, sobre todo, expuso las profundas grietas internas en la oposición.
La ruptura del bloque radical fue la primera señal de que el juego había cambiado. Lo que parecía una sólida alianza opositora comenzó a desmoronarse, no por la fuerza de Milei, sino por el desorden que él mismo desarrolló en los bloques tradicionales. A los radicales, literalmente, les salen pelucas; El peronismo quedó atrapado en su eterna interna, y otros bloques comenzaron a tambalearse, sin poder articular una respuesta coherente al avance de Milei.
Pero en este juego de caos y maniobras, un factor clave ha sido la curiosa relación entre Milei y Mauricio Macri. A pesar de estar plagada de chicanas, desplantes y ataques, el rol del Pro fue fundamental para sostener los vetos presidenciales y garantizar la salida de las leyes que el gobierno necesitaba. Mientras Milei públicamente se burlaba del expresidente, en los pasillos del Congreso, la alianza tácita con el macrismo operaba como un engranaje imprescindible. Sin el respaldo del Pro, muchas de las jugadas estratégicas simplemente no habrían sido posibles.
Este matrimonio por conveniencia, lleno de ironías y tensiones, demuestra cómo Milei ha sabido aprovechar el caos a su favor. Macri, por su parte, vio en este respaldo una oportunidad de mantenerse relevante en la escena política, aunque implique apoyar a un presidente que se dedica a minar su legado. Mientras los bloques opositores se descomponen, la relación entre Milei y Macri deja en claro que, en política, los intereses compartidos superan incluso las diferencias más profundas.
Y así, mientras Milei consolidaba su gobierno, aprovechó las divisiones internas y el caos para imponer su agenda, demostrando que, incluso con una base parlamentaria reducida, es posible avanzar en reformas significativas. Lo que antes parecía impensado –un outsider sin estructura partidaria sólida manteniéndose en el poder y avanzando en reformas– se convirtió en la nueva realidad.
El “club del helicóptero” quizás siga afilando sus cuchillos, esperando una nueva oportunidad para decretar la caída del presidente. Pero hasta ahora, Milei ha demostrado ser un maestro del caos, desarticulando las predicciones más catastróficas y reinventando un modelo de poder que parecía destinado al fracaso. La política argentina ha cambiado, y Milei, con su estilo disruptivo, ha dejado claro que, a pesar de los pocos recursos legislativos, el desorden es su mayor aliado.
Bryan Villalba…