En su libro “El 18 de brumario de Luis Bonaparte”, Karl Marx escribe que “Hegel dice que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como comedia”. La renovación gobierna Oberá desde hace más de dos décadas, siendo la ineludible responsable de un atraso que recorre los erráticos días de “Tito” Rindfleisch hasta la actual farsa de Pablo Hassan.
En “El 18 brumario…” Marx aborda dos golpes de estado: el primero arrancó el 9 de noviembre de 1799, o el 18 de Brumario del año VIII, según el calendario republicano (Brumario: quiere decir el mes de la bruma del otoño francés, que es octubre o noviembre). Fue cuando Napoleón Bonaparte puso fin a la revolución tras una década caótica y de Terror jacobino (guillotina mediante) y terminó con el Directorio, hasta entronizarse él mismo al autoproclamarse emperador. El segundo golpe arrancó con la revolución que le puso fin a la monarquía constitucional de Luis Felipe en 1848, hasta que en 1851 otro Bonaparte, Luis, sobrino del Napoleón que todos conocemos, asestó el golpe y terminó, él también, autoproclamándose emperador. La historia, como pensaba el filósofo alemán Georg Wilhelm Hegel, se había repetido. Pero, sacude Marx, la revolución de 1848 no supo hacer nada mejor que parodiar a la de 1789. Y califica al emperador Napoleón III como una caricatura del emperador Napoleón I.
Cuando Rindfleisch ganó holgadamente los comicios de 2003 Misiones no era un feudo y Oberá no era una ciudad en decadencia sino otra más ganada por la coyuntura nacional de la crisis de 2001. Pero Rindfleisch supo armar un aparato de propaganda que demonizó al alcalde “Rolo” Dalmau para que la sociedad entendiera que solo un mesías podía salvarlos de ese demonio venido de Campo Ramón. El mesías era él. A partir de ahí no paró de concentrar poder para terminar, doce años después, como el intendente más veces electo en la historia obereña-tres-y con un progreso personal mayúsculo que contrastó con el retroceso penoso de la ciudad. A Rindfleisch, que fue minando toda resistencia, lo votaron los padres.
Desmarcado de la “ola correntina” de poder que el “doc” Carlos Fernández trajo a Oberá en la segunda década de este siglo, ahora Pablo Hassan hijo y varios de los muchachos y de las chicas llegados con aquella ola están, otra vez, progresando políticamente tanto como Oberá se sigue estancando. Hassan también copó la CELO, acumuló poder, armó un aparato de propaganda-ahora digital-que lo blinda de la incomodidad de tener que hablar de la realidad, y goza de una buena imagen y de una “caja” suficiente para ser reelecto. A Hassan, que tiene poca resistencia, lo votaron los hijos.
Fue una tragedia lo que Rindfleisch hizo con Oberá. Lo que hace Hassan, que es más o menos lo mismo, a veces da risa.
En los tiempos de Rindfleisch la renovación se fagocitó a los kirchneristas locales, que no pudieron eludir la contradicción de tener que irla de opositores a Rovira en la Plaza 9 de Julio y ser todos oficialistas en la Plaza de Mayo. Ahora, en tiempos de Hassan, la renovación se está comiendo a los libertarios locales, que no sabemos cómo harán para eludir la contradicción de tener que irla de opositores a Rovira en la Plaza 9 de Julio y ser todos oficialistas en la Plaza de Mayo.
De la mano de la renovación Oberá va de la tragedia a la comedia. Lo que hace veinte años a los padres les daba indignación, hoy a los hijos les da risa.
Walter Anestiades..