Pese a los paralelismos, existen diferencias notables entre Nayib Bukele y Javier Milei.
Nayib Bukele es el actual presidente de El Salvador y uno de los líderes políticos más carismáticos y polémicos de América Latina. Nació el 24 de julio de 1981 en San Salvador y se inició en la política en 2011 como miembro del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), un partido de izquierda formado por antiguos guerrilleros que participó activamente en la guerra civil salvadoreña.
El FMLN se transformó en un partido político formal tras los acuerdos de paz de 1992, que pusieron fin a la guerra civil en El Salvador. Durante su tiempo en el FMLN, Bukele fue elegido alcalde de Nuevo Cuscatlán y luego de la capital, San Salvador.
Sin embargo, Bukele rompió 2017 con el FMLN, acusando al partido de haber traicionado sus ideales originales y de haberse distanciado del pueblo. Ese mismo año, Bukele fundó el movimiento político Nuevas Ideas, un partido de corte populista que ha logrado una base de apoyo significativa gracias a su retórica contra la corrupción, las élites políticas tradicionales y su enfoque en la seguridad y la modernización del país. Aunque inicialmente su movimiento parecía inclinarse más hacia la izquierda, su discurso y acciones han ido evolucionando hacia una posición más centrista y pragmática, con elementos de centroizquierda y centroderecha.
Bukele ha utilizado plataformas como Twitter y redes sociales para comunicarse directamente con la población, presentándose como un líder disruptivo y antisistema, al margen de las antiguas estructuras políticas. En su gobierno, ha implementado políticas agresivas para combatir la violencia de las pandillas, como el Plan Control Territorial, que ha logrado reducir significativamente los índices de homicidios, aunque ha sido criticado por organismos internacionales debido a sus métodos duros y autoritarios.
El presidente de Argentina, Javier Milei, ha sido comparado con Bukele en varias ocasiones, y ambos comparten ciertos puntos, aunque sus trayectorias políticas y bases ideológicas son distintas.
Tanto Milei como Bukele se han presentado como alternativas a los sistemas políticos tradicionales de sus respectivos países. Milei, con un discurso liberal extremo y con tintes de derecha, ha criticado duramente lo que llama “la casta política”, mientras que Bukele, aunque proviene de un partido de izquierda, ha hecho lo mismo al criticar la corrupción y el statu quo en El Salvador.
Ambos líderes utilizan el populismo como una herramienta política. Bukele y Milei se posicionan como “salvadores”; que van a luchar contra las elites y poner fin a los abusos de poder. Además, usan las redes sociales para comunicarse directamente con sus seguidores, lo que les permite saltarse los canales tradicionales de comunicación.
Bukele ha sido acusado de gobernar de manera “autoritaria”, particularmente por el uso de las fuerzas de seguridad y la militarización de ciertos aspectos de la vida pública. Milei, por su parte, ha sido criticado por su retórica agresiva y por su visión de una “democracia liberal pura” en la que las instituciones políticas tradicionales podrían ser reemplazadas por mecanismos que eliminen lo que él considera obstáculos a la libertad.
Tanto Bukele como Milei han sabido explotar sus imágenes públicas a través de las redes sociales. Bukele ha sido conocido por su uso estratégico de Twitter y por su constante comunicación con la juventud salvadoreña. Milei, por su parte, utiliza las redes sociales también, su X es incansable, para lanzar mensajes provocadores y polémicos, lo que le ha ayudado a construir una base sólida de seguidores.
Una característica compartida es el deseo de ambos líderes de realizar cambios profundos y rápidos en sus países. Bukele ha impulsado reformas para centralizar el poder en su presidencia y ha desmantelado instituciones claves que, según sus críticos, son vitales para la separación de poderes. Milei, en Argentina, ha planteado propuestas radicales como la privatización de sectores clave del Estado y la eliminación del Banco Central.
Pese a los paralelismos, existen diferencias notables entre Bukele y Milei. Mientras que Bukele comenzó su carrera en la izquierda y ha derivado hacia un populismo centrista pragmático, Milei tiene un enfoque mucho más liberal en lo económico, abogando por una reducción drástica del Estado, un tema que no es parte central de la agenda de Bukele.
Además, mientras que Bukele ha apostado por una política de seguridad extremadamente rígida para luchar contra las pandillas en El Salvador, Milei no ha mostrado hasta ahora un enfoque tan claro en temas de seguridad, aunque sí ha prometido cambios drásticos en el orden institucional argentino.
Nayib Bukele es un líder que ha desafiado las estructuras tradicionales en El Salvador, gobernando con un estilo populista y autoritario, y ha logrado un fuerte respaldo popular gracias a su retórica y acciones contra la corrupción y la violencia de las pandillas. Aunque Bukele y Javier Milei provienen de contextos políticos y trayectorias diferentes, ambos comparten un estilo de liderazgo disruptivo y el deseo de romper con el sistema político convencional de sus países. Mientras que Bukele ha buscado reformar El Salvador desde un populismo pragmático, Milei lo hace desde un liberalismo económico radical.
Para Javier Milei, tener una alianza con Nayib Bukele puede ser un movimiento estratégico que suma en varios frentes, a pesar de que El Salvador es un país pequeño y Bukele no es un líder ampliamente aceptado en el escenario internacional. Aquí hay algunas razones por las cuales esta alianza podría ser útil para Milei:
¿Cuál sería la conveniencia de la alianza Nayib Bukele Javier Milei?
Bukele ha cosechado un fuerte apoyo popular dentro de El Salvador y entre sectores de la derecha regional. Para Milei, un líder que también se presenta como una figura antisistema y disruptiva, la asociación con Bukele puede fortalecer su imagen como parte de una corriente regional de “líderes fuertes” que buscan cambiar las reglas del juego.
Bukele ha sido reconocido, especialmente en América Latina, por su “Plan de Control Territorial”; y su manejo de las pandillas en El Salvador, a través de políticas de mano dura, como la construcción de mega cárceles y la militarización de la seguridad pública. Aunque ha recibido críticas internacionales por presuntas violaciones de derechos humanos, su popularidad en El Salvador ha crecido debido a la disminución de las tasas de criminalidad. Este enfoque es atractivo para Milei, quien también defiende políticas de seguridad estrictas y busca legitimar el uso de la fuerza para resolver problemas crónicos de seguridad en Argentina. Al asociarse con Bukele, Milei puede justificar la implementación de políticas similares bajo el argumento de “mano dura” que han funcionado en otros contextos.
Aunque El Salvador sea pequeño en términos geopolíticos y económicos, Bukele ha logrado construir una narrativa de éxito y liderazgo que trasciende el tamaño del país. Su capacidad para desafiar a las élites tradicionales, las instituciones y los organismos internacionales (como lo ha hecho en su confrontación con Estados Unidos y organismos de derechos humanos) puede ser vista como un modelo de liderazgo desafiante y disruptivo. Esta imagen es coherente con la narrativa de Milei, que también se ve a sí mismo como un líder que desafía las instituciones tradicionales y los consensos establecidos, tanto dentro como fuera de Argentina. La alianza con Bukele, entonces, no suma en términos geopolíticos, pero sí en términos de legitimación ideológica y simbólica.
Formar una alianza con Bukele puede permitirle a Milei proyectarse más allá de Argentina, estableciendo lazos con otros países y líderes de una nueva derecha latinoamericana. Esta red podría incluir a otros actores populistas, nacionalistas o conservadores en la región, creando un bloque que desafíe los liderazgos de izquierda que todavía predominan en algunas partes de América Latina.
En El Salvador, Bukele goza de altísimos niveles de aprobación, a pesar de la controversia internacional que generan algunas de sus políticas. Milei podría estar buscando aprender de la forma en que Bukele ha mantenido esa popularidad dentro de su país, al controlar la narrativa mediática, dominar las redes sociales, y enfocarse en resultados visibles y palpables, como la disminución del crimen. En este sentido, la alianza con Bukele puede darle a Milei un modelo a seguir sobre cómo mantener y expandir su base de apoyo interna, sin importar lo que digan los medios internacionales.
Aunque Bukele no sea aceptado por muchos gobiernos del mundo, su alianza con Milei podría tener como objetivo mostrar que ambos no dependen del reconocimiento de las élites políticas internacionales para tener éxito en sus propios países. De hecho, podrían presentar su liderazgo como un desafío a la “vieja política internacional”, lo que podría aumentar su atractivo ante votantes que se sienten alejados de las instituciones globales tradicionales. Ambos podrían usar este rechazo internacional como una especie de “insignia de honor”, lo que refuerza la narrativa de que son líderes que luchan contra los sistemas establecidos.
Si Milei busca construir una narrativa de lucha contra la izquierda tanto a nivel nacional como regional, la asociación con Bukele le proporciona un aliado visible y con experiencia en ese campo. Ambos podrían reforzar la narrativa de que el socialismo ha fracasado en la región, y ellos son los líderes que traerán soluciones nuevas y eficaces.
Eduardo Reina…