La Unión Cívica Radical (UCR) supo ser un pilar fundamental en la política argentina. Con una historia centenaria, el partido fue protagonista de las grandes discusiones sobre democracia, institucionalidad y derechos ciudadanos. Sin embargo, hoy enfrenta un proceso de vaciamiento que no solo se traduce en la pérdida de dirigentes, sino también en la ausencia de un rumbo claro que lo diferencie en el escenario político actual.
La crisis del radicalismo se evidencia en todo el país, y Misiones no es la excepción. La reciente renuncia del concejal Pablo Velázquez a la UCR provincial, tras años de militancia y un reconocido trabajo social, es solo el último eslabón de una cadena de deserciones que evidencian el deterioro estructural del partido. Antes que él, el expresidente del Comité Provincia, Rodrigo De Arrechea, (hombre que le responde a Marín Arjol ¨Radical con peluca¨) también presentó su dimisión tras ser nombrado asesor de Yacyretá, y Alejandro Chini también militante desde la juventud optó directamente por desafiliarse, argumentando que la conducción actual se alejó de los valores fundacionales del radicalismo.
Lejos de configurar el fenómeno político y legislativo único que ha tenido el radicalismo como oposición , “el bloque de los 44” que habían formado entre otros Arturo Frondizi , Arturo Illia , Ricardo Balbín , Francisco Ravanal, Emilio Ravignani entre los más destacados fueron ejemplo de oposición ante un gobierno que avasallaba libertades y garantías públicas, pero luego la interna radical volvió a disgregar ese bloque luego de la reforma constitucional de 1949, que permitió la reelección de Perón
En los tiempos actuales Ricardo López Murphy Recrear, Elisa Carrió ARI, Coalición Cívica (CC), Margarita Stolbizer armó el GEN, Leopoldo Moreau y Ricardo Alfonsín radicales K solo para nombrar los más reconocidos Estos casos no son aislados. Reflejan una crisis interna que tiene consecuencias profundas. Un radicalismo debilitado deja un vacío en la representación política, abriendo el camino para el avance de otras fuerzas que sí logran interpretar a la sociedad.
La historia de la UCR está marcada por momentos de grandeza y protagonismo: desde la lucha por el voto secreto con Yrigoyen hasta el retorno de la democracia con Alfonsín. Sin embargo, en los últimos años, el partido ha ido perdiendo peso y relevancia, convirtiéndose en una fuerza política que muchas veces se mueve al ritmo de otros, sin una identidad clara ni propuestas propias. La falta de líderes de peso, la merma en el número de afiliados y una dirigencia ensimismada en la supervivencia política han contribuido a su decadencia.
El problema de fondo es más profundo que la pérdida de nombres: la UCR necesita un sinceramiento urgente. Su estructura se ha vaciado de contenido y credibilidad, y arrastra una dirigencia que, en muchos casos, ha demostrado falta de transparencia y vocación de poder quedando reducido a ser una fuerza subordinada o una maquinaria electoral de ocasión.
El renunciamiento de ciertos dirigentes históricos es imprescindible. La UCR debe romper con los viejos vicios de la política y dar paso a nuevas generaciones con ideas renovadas. No se trata solo de cambiar nombres, sino de construir, desde las bases hasta la cúpula, un nuevo lineamiento político acorde a los desafíos del siglo XXI.
La historia del radicalismo merece más que la decadencia en la que está sumido. La dirigencia estará a la altura del desafío o si continuará hundiendo al partido en su propia intrascendencia.
Eduardo Reina…