Si tuviéramos que sintetizar el comportamiento de la política misionera, en una palabra, sin dudas sería ventajismo. Una práctica consolidada de aprovechar cualquier coyuntura -incluso las más trágicas- para imponer un relato conveniente, hecho a la medida de quienes manejan los hilos.
En Misiones, la maquinaria de la “verdad oficial” no descansa y se las ingenia para transformar hasta los hechos más duros en justificación para promover agendas propias, instrumentalizadas con el apoyo de los medios que, como siempre, pintan un cuadro tan sesgado como conveniente.
Así, su conducta los ha llevado a sancionar leyes como la de prohibición de productos fitosanitarios que, casualmente, favorecen negocios propios. También, han aprobado en la Legislatura una cuestionable ley de control sobre las redes sociales, cuyo verdadero objetivo parece ser perseguir a la disidencia y amordazar al pensamiento crítico. Y ahora, tras el lamentable fallecimiento de una menor, nos venden el cuento de un sistema de salud casi intergaláctico, impulsando, desde la supuesta conmoción, una agenda de turismo interno como la solución más segura.
A raíz de la muerte de Juanita, la joven de 13 años del ICRA, surge ahora la idea de una ley que regule los viajes de egresados, esos que han sido, desde siempre, un clásico nacional. Pero aquí el verdadero interés no es proteger a los jóvenes o a sus familias, sino consolidar el relato de que abandonar los límites de nuestra “tierra colorada” es un riesgo que solo el Mandamás puede evitar. ¿Acaso no es maravilloso tener un Mandamás tan bondadoso y protector?
Lo que se esconde bajo esta Realpolitik es una estrategia que intenta reducir las opciones y el horizonte de los misioneros, en un ejercicio claro de paternalismo donde, al final, el mensaje es claro: aquí dentro, bajo el ala del gran protector, están a salvo. Afuera, en cambio, el mundo es inseguro y hostil. Y mientras tanto, el Mandamás se asegura de que su poder y su control no tengan límites, muy propio de un régimen similar al de Corea de Norte, donde aquellos que pretenden atravesar la frontera son fusilados.
Ahora bien retomando el caso de Juanita. Desde el Consejo General de Educación se limpiaron las manos completamente, la institución responsabilizó a los docentes que gentil y desinteresadamente decidieron acompañar a sus alumnos, y desde la empresa de transporte solamente se han dedicado a colocar un médico en aquellos viajes pendientes de este año, mientras padres y otras instituciones no saben cómo proseguir ante una situación que no genera ninguna garantía.
El destino nunca fue el problema, sea en un viaje al Salto Helena o en uno a la ciudad de Ushuaia, los riesgos y peligros normales de cualquier viaje se encuentran presentes. Por lo que militar turismo interno, argumentando que ante cualquier eventualidad tenemos uno de los mejores sistemas de salud de todo el país me parece simplemente bajo. Basta nomás con repasar los recientes casos de Santa Ana o de Colonia Delicia, para darnos cuenta que el sistema de salud intergaláctico hace agua por todos lados: faltan desde insumos básicos hasta profesionales; los hospitales o CAPS carecen de recursos para enfrentar cualquier emergencia y, al final, la mayoría de los casos críticos terminan derivándose al agotado hospital de Posadas, que apenas da abasto. Militar el turismo interno como si fuera una opción ‘segura’ en comparación con salir de la provincia no es solo ingenuo, sino insultante para quienes conocen el verdadero estado de la salud pública en el interior. Porque, por más relato que se intenta construir, las carencias surgen a las claras.
Entonces ¿es necesario caer tan bajo? Es necesario que se tomen los recaudos en un viaje de egresados como en cualquier otro, pero no establecer limitaciones o restricciones a una cuestión tan tradicional y típica para nuestros chicos que lo único que desean es realizar un viaje de finalización de estudios con sus amigos.
En el fondo, esta obsesión por controlar cada aspecto de la vida misionera no es más que una forma de imponer un límite a las aspiraciones y la autonomía de sus ciudadanos. En nombre de la ‘protección’ se oculta un sistema que, lejos de empoderar a los jóvenes, los encierra en una jaula dorada donde solo brilla el relato oficial. ¿Hasta cuándo se mantendrá esta fachada paternalista? Al final, el ventajismo del Mandamás no es otra cosa que un espejo de lo que, tristemente, se ha vuelto la política en Misiones: un juego de manipulación donde las tragedias se convierten en propaganda y las fronteras, en muros que evitan que los ciudadanos miren más allá de los límites que les imponen. Porque aquí, como se sabe, todo está permitido… menos pensar diferente.
Bryan Villalba…