Se cumplen 365 días desde que el paradigma político cambió con la asunción de Javier Milei, el primer presidente liberal libertario de la Argentina, elegido con el mayor caudal de votos en más de dos siglos de historia. Un hombre que prometió romper el statu quo armado con una motosierra, pero quizás lo que los argentinos no sabían es que tal vez la motosierra era más un bisturí, dispuesto a cortar de manera más precisa… “o no”.
Recuerdo una entrevista reciente con un analista que resumió el fenómeno con precisión quirúrgica: “Milei hizo la campaña con una motosierra en la mano y la gente igual lo votó”. Ese comentario traduce la desesperación de una ciudadanía que no buscaba un cambio, sino una demolición controlada. Sin embargo, como en toda demolición, los escombros se acumulan rápido y no siempre hay un plan claro para limpiar.
Desde el primer día, Milei demostró que no venía a hacer amigos. Su discurso inaugural del 10 de diciembre marcó el inicio del ajuste más profundo en la historia argentina. Eliminó ministerios de un plumazo, desmanteló organismos y envió al Congreso una Ley Bases que buscaba reconfigurar las normas laborales, previsionales y tributarias. Por si fuera poco, firmó el DNU 70/2023, un cóctel de desregulación que activó a los jueces como una bocina en una sala de espera. Nadie lo esperaba, pero todos reaccionaron.
En enero, los cautelares llovían como papelitos en la cancha, y la Bicameral empezó a buscar formas de bloquear el decreto. Para los críticos, fue el símbolo de un gobierno que pretendía gobernar a decretazo limpio; para los seguidores, la confirmación de que Milei no se casaría con las reglas del sistema establecido.
Si algo quedó claro este año es que la economía sería el verdadero juez de Milei. Con una inflación que cerró 2023 en un pico del 25%, pocos imaginaban que los números empezarían a ceder. Mes a mes, las tasas bajaron y la inflación descendió hasta un sorprendente 2,7% en octubre, un dato que parecía sacado de un país que no fuera Argentina. Por primera vez en años, se logró un superávit fiscal durante cinco meses consecutivos, la brecha entre el dólar blue y el oficial se cerró, y sectores exportadores vieron beneficios en un levantamiento parcial del cepo.
Desde lo político, Milei buscó cambiar las reglas del juego. Desde el uso de un lenguaje más directo —algunos dirían agresivo— hasta una relación tensa con los medios y la oposición, su gestión ha polarizado a una sociedad ya fragmentada. Mientras sus seguidores lo ven como el salvador que finalmente puso al Estado en su lugar, sus detractores lo acusan de haber herido de muerte instituciones clave, mientras él avanza en su cruzada por la «libertad», una batalla que, para algunos, más bien huele a autoritarismo en ciernes.
Tan solo 45 días después de la asunción de Milei, los movimientos sindicales, como un animal herido, salieron a las calles a protestar. Pero lo que pocos vieron, fue que la respuesta de Milei no solo sería un desafío, sino una reconfiguración del poder sindical que hasta la CGT no pudo anticipar. Mediante el protocolo antipiquetes, la eliminación de fideicomisos clave que alimentaban las gordas cajas de los movimientos sociales y auditorías que destaparon cajas multimillonarias, Milei dejó a los sindicatos desarmados y a la CGT sin su máximo referente, lo que derivó en la renuncia de Facundo Moyano semanas atrás.
En paralelo, la política nacional entró en un proceso de implosión. Juntos por el Cambio desapareció, el radicalismo sufrió una crisis interna que derivó en la expulsión de dirigentes, y el kirchnerismo tambaleó en sus propias internas. Los bloques opositores que pretendían frenar a Milei se encontraron atrapados en un torbellino de negociaciones constantes que terminaron diluyendo su poder de fuego.
La discusión cambió. La macroeconomía se ajustó. Y, quizás lo más importante, la ciudadanía trazó una línea clara sobre qué cosas ya no está dispuesta a tolerar. Después de un año de paciencia, el foco está ahora en la microeconomía, buscando una mejora en el salario real. Aquellos que votan con los ojos cerrados, temiendo una catástrofe, hoy respiran con dificultad, pero aún están vivos.
¿Logró Milei consolidar un nuevo paradigma político? Es demasiado pronto para decirlo. La respuesta aún se juega en las calles, en las aulas, en las casas de cada argentino. Lo que es indiscutible es que su estilo disruptivo ha roto el molde, y eso no lo perdonará ni sus seguidores, ni sus detractores.
Bryan Villalba…