La hipocresía del Kirchnerismo no es novedad, pero cuando se trata del expresidente Alberto Fernández, la cosa adquiere un matiz especial. Hoy resaltaremos dos aspectos que ejemplifican esto: sus lucrativos negocios con empresas aseguradoras y su dudosa defensa del feminismo mientras enfrenta acusaciones de violencia doméstica.
La reciente revelación de los chats reservados por la justicia entre Fernández y Alberto Pagliano, ex presidente de Nación Seguros, nos muestra el entramado de corrupción y favoritismo que caracterizó su mandato. Desde que asumió en 2019, Fernández no solo se preocupó por gobernar, sino también por asegurar su futuro económico a través de jugosos contratos de seguros.
En los mensajes, Fernández muestra un interés desmedido en los detalles de las pólizas de la ANSES, que involucraron a empresas como Sancor, San Cristóbal, San Germano y Life Orígenes. Su insistencia en entender cada aspecto de estos contratos refleja no solo un conocimiento detallado, sino también una posible implicación directa en estos negocios. ¿Por qué tanto interés en algo que supuestamente no le afectaba?
La respuesta parece clara: los beneficios eran cuantiosos. Las pólizas generaron millones en comisiones, y Fernández quería asegurarse de estar al tanto de todo, desde las comisiones de los productores hasta la participación de cada empresa. La inclusión de San Germano Seguros, vinculada a lujosos autos y manejos sospechosos, pinta un cuadro de corrupción descarada.
Además, los mensajes entre Alberto y su secretaria histórica, María Cantero, revelan un nivel de intervención personal en los negocios de Héctor Martínez Sosa, el esposo de Cantero, que deja poco a la imaginación. Desde asegurar contratos hasta preocuparse por las comisiones, Fernández se mostró más como un CEO de una corporación privada que como un presidente al servicio del pueblo.
Fernández repetía hasta el cansancio que nunca se involucró en los negocios de Héctor Martínez Sosa, el broker casado con su secretaria, María Cantero. “Jamás en mi vida hablé con Martínez Sosa de sus seguros”, decía. Sin embargo, los mensajes revelan otra historia. En el teléfono de Cantero se encontraron conversaciones desde 2018 hasta 2023 que muestran reuniones secretas en la quinta presidencial, gestiones por vacunas en plena pandemia y hasta un pedido de dinero cuando Fernández todavía no era presidente.
Net Broker, una de las empresas involucradas, figura en el puesto 12 de las que cobraron comisiones por contratos con el Estado, recibiendo $19.832.226 entre 2022 y 2024. Una auditoría de Nación Seguros reveló que esta firma tuvo contratos con diversos organismos públicos. La relación entre Fernández, Cantero y Martínez Sosa muestra un patrón de favores y retribuciones que debería indignar a cualquier ciudadano.
Pero si hay algo que verdaderamente indigna, es la doble moral de Fernández respecto al feminismo. Todos recordamos aquel presidente aclamado por el feminismo, que de manera inclaudicable, se posicionó como férreo defensor del Ministerio de la Mujer, una institución que, en teoría, debería haber trabajado incansablemente por los derechos y el bienestar de las mujeres argentinas pero que en la práctica, se convirtió en una caja más de la política, impulsando cursos de género y masculinidades que poco tenía que ver con el bienestar y el desarrollo de políticas públicas en pos del bienestar de la mujer.
Mientras se presentaba como un defensor de los derechos de las mujeres, nuevas acusaciones sugieren que en la intimidad de su hogar, su comportamiento era muy distinto. Las denuncias de violencia doméstica hacia su esposa, Fabiola Yañez, contrastan brutalmente con su discurso público.
La causa judicial por el escándalo de los seguros revivió las diferencias entre Fernández y Yañez. En el celular de Cantero aparecieron mensajes y fotos que refieren a supuestas situaciones de violencia física. Aunque tanto Fernández como Yañez niegan la existencia de golpes, el simple hecho de que estos indicios existan es alarmante.
El abogado de Yañez, Juan Pablo Fioribello, admitió que el juzgado contactó a la ex primera dama para preguntarle si quería interponer una denuncia. Ella decidió no hacerlo, pero el daño a la imagen pública de Fernández ya estaba hecho. Su defensa del feminismo se desploma cuando enfrentamos la realidad de su comportamiento privado. Es irónico, y francamente repulsivo, ver a un líder político aprovecharse del feminismo para ganar puntos políticos mientras practica lo contrario en su vida privada.
La gestión de Alberto Fernández será recordada por su habilidad para decir una cosa y hacer otra. Sus enredos en negocios turbios con aseguradoras y su doble vara moral respecto al feminismo son solo dos ejemplos de una carrera marcada por la contradicción y la hipocresía. En un país donde la desconfianza en la clase política es ya alarmantemente alta, figuras como Fernández no hacen más que reforzar la percepción de que los políticos están ahí solo para servirse a sí mismos, a costa del bienestar del pueblo.
Bryan Villalba…